La paridad no llegó a la Mesa del Congreso hasta el 2000 y en el Senado está pendiente

Solo el 20% de los puestos de la Mesa del Senado han sido históricamente ocupados por mujeres

La fachada del Congreso iluminada de violeta | CONGRESO DE LOS DIPUTADOS

El 9 de febrero de 1999 Esperanza Aguirre fue elegida presidenta del Senado. «No puedo evitar un sentimiento de especial gratitud al tener en cuenta que, por primera vez en nuestra historia, una mujer está al frente de una de las primeras instituciones constitucionales», afirmó Aguirre en su discurso.

Aguirre expresa su gratitud por ser la primera mujer al frente del Senado

Tras las elecciones generales de marzo del 2000 la también popular Luisa Fernanda Rudi fue votada por la mayoría de diputados para ocupar la Presidencia del Congreso. «Permítanme señorías que haga referencia a una circunstancia que constituye una novedad en la historia de esta casa, y es que por primera vez a lo largo de todos sus años de existencia va a estar presidida por una mujer», manifestó emocionada.

Rudi señala el simbolismo de que una mujer presida por primera vez el Congreso

En paralelo, Aguirre revalidó el cargo al frente del Senado. Era el año 2000, el s. XXI acababa de iniciarse, y Rudi y Aguirre, tercera y cuarta autoridad del Estado respectivamente, empezaban a romper un techo de cristal en las Cortes que aún no ha terminado de caer. Fue entonces, en el bienio 2000-2002, cuando las dos Cámaras estuvieron presididas por mujeres, situación que no se volvería a dar hasta 2019, ya con las socialistas Meritxell Batet y Pilar Llop.

La actual presidenta del Congresos, Batet, señaló en su primera intervención la responsabilidad que acababa de asumir, «la aceptación del cargo conlleva el reconocimiento de la deuda y también la voluntad de devolverla con intereses».

Batet expresa sus sinceros agradecimientos por la confianza otorgada

A Batet le precedió en el cargo otra mujer, Ana Pastor (PP), quién presidió el Congreso entre 2016 y 2019. Pastor también inició su discurso con la fórmula «señoras y señores diputados», ellas primero, y recalcó el honor que le suponía presidir la Cámara baja.

Pastor manifiesta su reconocimiento por los que le precedieron

Por su parte, Llop, actual ministra de Justicia, quiso hacer mención en sus primeras palabras como presidenta del Senado a «una de las exigencias más clamorosas de nuestra sociedad: la igualdad de género».

Llop reconoce la falta de paridad efectiva en el Senado

Efecto 2000, Presidencia y mayoría femenina

La Mesa del Congreso la integran, además de la Presidencia, cuatro vicepresidencias y cuatro secretarías. En el Senado, la cifra se reduce a siete miembros, al contar solo con dos vicepresidencias.

En sus primeras palabras como presidenta del Congreso Rudi destacó la significación de «la presencia de una mujer al frente de esta Cámara, junto con una importante participación femenina entre el resto de los miembros de la Mesa«.

Rudi destaca la participación femenina en la Mesa

La afirmación de Rudi y la mención a la composición de la Mesa resulta pertinente, pues la VII Legislatura (2000-2004) contó con la mayor cuota de mujeres en la Mesa hasta entonces. Se inició con cinco y tras una sustitución en una vicepresidencia acabó con seis. Hoy por hoy, sigue siendo la cifra más alta alcanzada, solo repetida en la fallida XI Legislatura (2016-2016), bajo la breve presidencia de Patxi López, y en la XII (2016-2019), ya con Pastor.

En la actualidad, otra mujer y por primera vez socialista, Batet preside el Congreso. Le acompañan cuatro mujeres y cuatro hombres: dos vicepresidentas, dos vicepresidentes, dos secretarias y dos secretarios. La Mesa del Congreso refleja la paridad que podemos encontrar en estos momentos en el Ejecutivo o en la propia composición de las Cámaras legislativas. Pero no siempre ha sido así.

Gobiernos paritarios, pero no en la Mesa

Durante las dos primeras décadas de democracia, el máximo de mujeres que formaron parte de la Mesa del Congreso al mismo tiempo fueron tres. No sucedió en los Gobiernos de Felipe González (1982-1996) ni en el primero de José María Aznar (2000-1996), en los que poco a poco fueron introduciendo ministras en sus gabinetes y por ende aumentando la presencia femenina en cargos de responsabilidad, sino en la I Legislatura, de 1979 a 1981. En las legislaturas posteriores se dio un paso hacia detrás con una composición muy desigual de manera sistemática.

Si saltamos al Senado, en 2004, a la vez que José Luís Rodríguez Zapatero anunciaba el primer gobierno paritario de la historia, con ocho ministras y ocho ministros, se había votado una Mesa de la Cámara alta compuesta íntegramente por hombres. Durante la VIII Legislatura (2004-2008) ninguno de los siete cargos del «gobierno» del Senado fue ocupado por una mujer. Una situación que en el Congreso no se ha dado nunca, pero que en la Cámara territorial se había producido ya en dos ocasiones: entre 1977 y 1979 y entre 1993 y 1996.

Un 28% de mujeres

En el inicio de cada legislatura se eligen nueve diputados en el Congreso y siete senadores en el Senado a los que le corresponde «el gobierno interior y la organización del trabajo parlamentario».

En el Senado la media de puestos ocupados en la Mesa por mujeres es del 20%. Ellas nunca han sido mayoría, siendo tres el número máximo que han coincidido a la vez. Cosa que solo ha sucedido cuando al frente de la Presidencia había otra mujer. Con Aguirre entre 2000 y 2002 y con Llop entre 2019 y 2021.

Un poco más favorables son las cifras en el Congreso, donde la media es el 35%. Además, desde 2016, hay más diputadas que diputados desarrollando estas funciones, según los datos resultantes de contabilizar el número de mujeres que formaban parte de la Mesa de Congreso y del Senado al inicio de cada legislatura, desde la Constituyente hasta la actual. En conjunto, durante todo el período democrático, solo el 28% de los puestos de los «gobiernos» de las Cámaras han sido ocupados por mujeres.

En la Mesa, pero en segundo plano

No solo es relevante conocer el porcentaje, también las responsabilidades que han ocupado. Durante la década de los ochenta y los noventa, las diputadas y senadoras que eran votadas por sus compañeros para formar parte de los órganos de dirección de las Cortes, ocupaban por norma general alguna de las cuatro secretarías, siendo la única excepción María Victoria Fernández-España, de Alianza Popular (AP), que llegó a la vicepresidencia 3ª, entre 1977 y 1982.

En el Congreso, cuando no han ocupado la Presidencia, la legislatura en la que más responsabilidad han acumulado las mujeres con cargo en la Mesa fue la del primer gobierno de Mariano Rajoy. A Jesús Posada, entre diciembre de 2011 y comienzos de 2016, le acompañaron cuatro vicepresidentas y dos secretarias.

Las más veteranas

Llegar a conocer el verdadero funcionamiento de nuestras instituciones requiere años de experiencia y formación. Especialmente si se tiene en cuenta la complejidad de los procesos y las formas del Congreso y el Senado. No obstante, hay quien tras años de dedicación en primera persona está en condición de comprenderlos.

La ya mencionada Fernández-España (AP) fue miembro de la Mesa del Congreso durante nueve años, desde la Legislatura Constituyente hasta la III. Una década, en dos fases diferentes, lleva Pastor (PP). Ocho años son los que pasaron Celia Villalobos (PP) o María Jesús Sainz (PP). En las últimas legislaturas, caracterizadas por la volatilidad de sus protagonistas, destacan los seis años de Gloria Elizo (Unidas Podemos) desempeñando el cargo de vicepresidenta.

En lo que respecta al Senado, las mujeres que más años integraron la Mesa del Senado fueron las socialistas Lucía Urcelay y la ya fallecida Carmen Alborch, ambas en dos legislaturas y siempre en secretarías: la primera, entre 1982 y 1989, y en 2008-2015 en el caso de Alborch.

Otras primeras veces
María Victoria Fernández-España, la tarde del 18 de octubre de 1978, se convirtió en la primera mujer en presidir un Pleno del Congreso de los Diputados. Fernández-España era entonces vicepresidenta 3º de la Cámara baja y ocupó el asiento de la Presidencia durante el tiempo que se ausento Jesús Esperabe, vicepresidente 2º, que había dirigido el debate hasta entonces. Fue un breve período en el que la vicepresidenta solo pudo dar la palabra a un diputado, un hecho nunca antes sucedido.
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