Muere Robert Redford, el Bob Woodward del Watergate en ‘Todos los hombres del presidente’

La película ayudó a cimentar la imagen de los periodistas como guardianes de la democracia

(Foto de ARCHIVO) ROBERT REDFORD Eduardo Parra / Europa Press 26/11/2012

El mundo del cine dice adiós a uno de sus grandes iconos: Robert Redford. El actor, director, productor y activista, ha muerto, a los 89 años, en su residencia de Utah, mientras dormía. La noticia fue confirmada por su familia y por el Instituto Sundance, la institución cinematográfica que él mismo fundó y que transformó el cine independiente en Estados Unidos.

Con su muerte se cierra un capítulo significativo en la historia del cine. Redford no solo encarnó la cara visible del Hollywood clásico, sino que además abrió espacios alternativos para realizadores emergentes, promovió historias distintas y defendió el medio ambiente y la autenticidad artística.

Su carrera abarcó más de seis décadas, Redford se convirtió en un símbolo gracias a películas como Dos hombres y un destino (1969), The Sting (1973), Todos los hombres del presidente (1976) y Memorias de África (1985), esta última ganadora del Óscar a la Mejor Película. Como director, alcanzó la cima con Gente corriente (1980), con la que ganó el Óscar al Mejor Director.

De entre sus muchos papeles destacables, en el que se metió en la piel de Bob Woodward en Todos los hombres del presidente fue significativo para el mundo del periodismo. El filme logró cuatro Oscar y la interpretación de Redford fue algo más que una simple actuación: significó la encarnación y reivindicación de un periodismo valiente, meticuloso y con un profundo sentido del deber democrático.

Redford, que ya era una de las grandes estrellas de su tiempo, asumió el reto de dar vida a un personaje real que no solo existía, sino que había jugado un papel crucial en la caída de Richard Nixon. Su interpretación mostró a un Woodward serio y reservado, con una determinación inquebrantable para seguir las pistas que conducían desde un oscuro robo en el edificio Watergate hasta el mismísimo Despacho Oval.

La química con Dustin Hoffman, en el papel de otro periodista reas, Carl Bernstein, fue esencial para transmitir la dinámica del dúo periodístico: mientras Bernstein aportaba el ímpetu y la energía callejera, Woodward encarnaba la paciencia, la discreción y la obsesión por confirmar cada dato antes de publicarlo. Redford logró que el espectador entendiera que detrás de cada gran revelación había largas horas de llamadas, documentos y fuentes que se negaban a hablar.

Más allá del cine, la película —y la actuación de Redford— ayudaron a cimentar la imagen de los periodistas como guardianes de la democracia. Convirtió a Woodward en un símbolo del poder de la prensa libre y en un referente para generaciones de reporteros. Y aunque la historia de Watergate era real, fue el rostro serio y decidido de Robert Redford el que llevó ese relato a millones de espectadores en todo el mundo.

A casi cinco décadas del estreno, Todos los hombres del presidente sigue siendo una clase magistral sobre periodismo de investigación, y el Woodward de Redford permanece como un recordatorio de que el cine, cuando se cruza con la verdad histórica, puede inspirar tanto como informar.

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