Más de 120 portavoces de comunidades de regantes procedentes de distintos puntos de España han respaldado la declaración de Granada en defensa del regadío tradicional, punto de partida de la primera asociación de ámbito estatal destinada a proteger los valores sociales, culturales y ambientales ligados a estas infraestructuras de riego históricas.
Así lo recoge en una nota informativa el proyecto Revierte, orientado al impulso del aprovechamiento forestal sostenible y respaldado por la Fundación Biodiversidad del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, tras la celebración este pasado sábado en Granada del I Encuentro de Comunidades de Regantes Históricas y Tradicionales de España.
La cita, que tuvo lugar en la Escuela de Ingeniería de Edificación, fue impulsada por el Laboratorio de Arqueología Biocultural (MemoLab) de la Universidad de Granada, con la colaboración de las asociaciones de comunidades de regantes históricas y tradicionales de Andalucía, Extremadura y Castilla y León. También acudieron representantes de comunidades de Aragón, La Rioja, Castilla-La Mancha, Valencia, Murcia, Baleares y Canarias.
Durante la jornada, los delegados de las distintas comunidades compartieron sus realidades y han coincidido en “reclamar políticas públicas que reconozcan y apoyen su gestión sostenible, en un momento en que enfrentan amenazas que ponen en riesgo su existencia, como el envejecimiento de sus miembros, la falta de relevo generacional y la pérdida de conocimientos tradicionales”.
Entre esas amenazas figura asimismo “la intensificación, industrialización y tecnificación agraria, que contribuyen a la sobreexplotación de los acuíferos y la pérdida de biodiversidad y ponen en riesgo la viabilidad de las pequeñas explotaciones, favoreciendo la concentración del suelo y el agua en pocas manos”.
La declaración de Granada subraya que las comunidades de riego históricas “contribuyen a la justicia social del territorio mediante un reparto consensuado y equitativo del agua” y proporcionan “un marco legal e institucional para prevenir y revertir iniciativas extractivistas, oligopolios, el acaparamiento de aguas, la sobreexplotación, la mercantilización del agua y otras iniciativas contrarias al interés común”.
Las acequias tradicionales se describen como sistemas de economía circular a escala local que emplean materiales naturales del entorno, no generan residuos y dependen muy poco de la tecnología y de la energía externa, al funcionar por gravedad. “Estas características los hacen especialmente sostenibles y resilientes: han sido capaces de adaptarse y sobrevivir a grandes crisis económicas y cambios sociales, ambientales, culturales y políticos a lo largo de siglos”.
Además, “mantienen la producción de cultivos, pastos y otros ecosistemas, contribuyendo a la soberanía alimentaria del territorio, complementan las rentas locales y, de esta forma, contribuyen a fijar población rural mitigando el abandono rural y la despoblación”, resalta el documento.
En el plano ambiental, el texto remarca la aportación de las acequias históricas a la diversidad agrícola y biológica, gracias a su capacidad para crear y regenerar suelos fértiles, conservar su productividad y controlar la salinidad, así como a su función como corredores ecológicos para numerosas especies.
Igualmente, se les atribuye un papel clave en la prevención de riesgos y en la respuesta al cambio climático: ayudan a evitar incendios forestales al acortar los periodos de máxima sequía y frenan su avance al actuar como franjas verdes; reducen la temperatura y elevan la humedad del aire; y limitan la erosión y la probabilidad de deslizamientos de tierra al sostener una cubierta vegetal adecuada. “Todo ello, con una huella de carbono mínima”, han apuntado sus promotores.
“Como sistemas hidráulicos, abastecen de agua potable y de riego a un gran número de territorios, regulando los ciclos hidrológicos, aumentando el periodo de permanencia y disponibilidad de agua en la cuenca a través de la infiltración y los retornos de riego. Algunas de sus técnicas tradicionales, como la recarga artificial de acuíferos y manantiales, son sistemas ingeniosos de siembra y cosecha de agua, y han sido reconocidos internacionalmente como sistemas integrales de gestión del agua y como ejemplos paradigmáticos de soluciones basadas en la naturaleza”, continúa la declaración de Granada.
Por otro lado, se recuerda que constituyen un patrimonio cultural de primer orden, con raíces, al menos, en la Edad Media y con una fuerte huella en la historia y la cultura de numerosos territorios. “Son hoy en día un elemento imprescindible para comprender la conformación del paisaje cultural y de la identidad local del territorio”, concluye el texto.
Políticas públicas y reconocimiento institucional
“Estos valores estratégicos deben ser reconocidos desde el punto de vista social, científico, legal y administrativo como herramientas estratégicas para abordar los desafíos sociales (despoblación o falta de oportunidades), ambientales (pérdida de biodiversidad, cambio climático), económicos (desigualdad territorial, pérdida de renta agrícola) y culturales (falta de arraigo, pérdida de saberes y conocimiento tradicional) que aborda nuestra sociedad hoy en día”, añade el manifiesto.
Pese al contexto complejo que atraviesan, los regadíos tradicionales disponen de un amplio respaldo en el ámbito universitario y científico, con numerosos estudios que ponen de relieve su valor patrimonial y su papel en la conservación del paisaje y en la gestión responsable del agua. A ello se suma que el Ministerio de Cultura ha puesto en marcha el procedimiento para incluir el regadío tradicional en la Lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco.
El proyecto Revierte se integra en el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, financiado por la Unión Europea mediante los fondos NextGeneration.