Un equipo científico de la Universidad de Almería (UAL) ha puesto a punto una nueva estrategia química para la detección de pesticidas en frutas y hortalizas, con el objetivo de reforzar la seguridad alimentaria. Este procedimiento permite examinar un mayor número de compuestos con más exactitud y, al mismo tiempo, recorta hasta cinco veces el uso de disolventes. El desarrollo se perfila como una alternativa más sostenible y eficaz, llamada a complementar o incluso reemplazar a las técnicas convencionales empleadas en los controles rutinarios de laboratorios y compañías del sector agroalimentario.
Según ha señalado la Consejería de Universidad, Investigación e Innovación en una nota informativa, en los ensayos de laboratorio esta técnica ha logrado identificar hasta 257 pesticidas diferentes en frutas como tomates y naranjas. De este modo, supera en sensibilidad a los métodos tradicionales, que suelen permitir la detección de entre 100 y 200 sustancias en este tipo de matrices cuando se realizan los análisis de control alimentario.
Tal y como detalla el grupo investigador en el artículo “Advancements in multiresidue pesticide analysis in fruits and vegetables using micro-flow liquid chromatography coupled to tandem mass spectrometry”, publicado en la revista Analytica Chimica Acta, la vigilancia de la seguridad alimentaria y el control de residuos químicos en frutas y verduras forman parte de los protocolos establecidos para salvaguardar la salud pública. Para ello, los laboratorios especializados recurren a técnicas analíticas capaces de localizar pesticidas incluso en cantidades extremadamente bajas.
Los autores del trabajo subrayan que esta nueva aproximación reduce al mínimo la cantidad de muestra —es decir, el material líquido o sólido que se analiza—, así como los disolventes y reactivos necesarios para llevar a cabo los estudios de pesticidas en frutas y verduras. “Además, mantiene e incluso mejora la sensibilidad y precisión del método tradicional”, explica a la Fundación Descubre, organismo dependiente de la Consejería de Universidad, Investigación e Innovación, el investigador de la UAL Amadeo Rodríguez Fernández-Alba.
Menor impacto ambiental y más eficiencia
Este procedimiento no solo incrementa el número de pesticidas que pueden detectarse en frutas y verduras, sino que también ayuda a disminuir la huella ambiental del propio análisis. Al mismo tiempo, al ser “más rápida y económica”, su aplicación en laboratorios dedicados al control de calidad alimentaria resulta más sencilla, reforzando así las garantías para el consumidor final.
Para conseguirlo, el equipo ha empleado una técnica avanzada de cromatografía líquida de microflujo acoplada a espectrometría de masas (micro-flow LC-MS/MS), que permite separar y detectar de forma simultánea numerosos pesticidas, incluso cuando se encuentran en concentraciones muy reducidas. Este sistema trabaja con volúmenes muy pequeños de muestra y disolventes, lo que no solo disminuye la generación de residuos y los costes asociados, sino que además incrementa la sensibilidad del análisis. De este modo, es capaz de identificar pesticidas en niveles tan bajos como una milésima de miligramo por kilogramo de alimento —equivalente a una gota de agua en una piscina olímpica—, un umbral que, según los expertos, no alcanzan las metodologías tradicionales.
En las pruebas realizadas con frutas como tomates y naranjas, esta tecnología no solo detectó un mayor número de compuestos (hasta 257), sino que también demostró ser “preciso y fiable”, sin que el tipo de alimento alterara los resultados. Esto se explica porque el método presenta una baja influencia de la matriz alimentaria, es decir, de las características propias de cada fruta —como su textura, acidez o contenido en azúcares—, que no interfieren de forma significativa en el proceso analítico. Esta propiedad permite obtener conclusiones consistentes y reproducibles.
Hacia un control de residuos más sostenible
Además, al requerir cinco veces menos disolvente que las técnicas convencionales, esta propuesta se alinea con los principios de la química verde, más respetuosa con el entorno. “Lo hemos validado con 39 muestras reales y cumple con los rigurosos estándares europeos, que garantizan la calidad y fiabilidad del proceso”, añade Rodríguez Fernández-Alba.
El siguiente paso del equipo será la incorporación progresiva de este sistema en los laboratorios de la UAL, un proceso que exigirá adaptaciones normativas y la obtención de acreditaciones específicas, lo que implica un esfuerzo adicional. No obstante, los investigadores destacan beneficios claros, como el notable ahorro en disolventes, la reducción de residuos orgánicos y la disminución del consumo energético asociado a los análisis.
“Esperamos que su adopción contribuya a hacer los análisis de residuos en alimentos no solo más precisos, sino también más sostenibles y económicos”, apunta el investigador. Este proyecto ha contado con financiación de la Comisión Europea.











