Defender y desbordar: claves estratégicas para una contraofensiva democrática en España

David Comas, analista político y Secretario de Comunicación y Discurso de Movimiento Sumar, aborda en Demócrata las dinámicas en las que se mueve la gobernabilidad en una España convertida "en un campo de disputa"

Los cambios políticos son violentos, traumáticos en ocasiones. Si la crisis financiera de 2008 abrió la oportunidad de una ofensiva democrática y popular a lo largo y ancho del globo, el mundo post-COVID allanó el terreno para una ofensiva reaccionaria en las principales democracias occidentales. El péndulo de la impugnación pasó de lo democrático a lo reaccionario y las oligarquías, una vez superaron el susto por lo ocurrido durante la década de los 2010, activaron su plan: promover líderes autoritarios, llevarlos al poder y desmantelar el complejo andamiaje de derechos, conquistas e instituciones que hacen posible la democracia tal como la entendemos hoy.

En una etapa dónde el mundo occidental transita hacia un territorio inexplorado, la violencia reaccionaria puede seguirse en momentos. Momentos explícitamente crueles y sanguinarios, como el genocidio en Gaza que, retransmitido en tiempo real, ha operado como una trágica ventana de Overton dirigida a derribar los consensos que aspiraban a ser universales tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Pero también simbólicos, con Trump pasando revista a todos los líderes occidentales mientras se encumbraba, cual faraón en Egipto, como comandante en jefe de todo un bloque geopolítico. Mensajes directos desde Washington con destino a Pekín, el principal rival de las mismas oligarquías que auparon al chico de Queens para hacer América grande de nuevo. En medio de tanto caos, conviene no olvidar las disputas de fondo que condicionan e incluso explican los asuntos de una actualidad informativa que en ocasiones parece inconexa.

El ejecutivo no es capaz de actuar con la suficiente celeridad frente a causas de primer orden o de dar respuestas eficaces a problemas vitales como el de la vivienda

En medio de ese escenario se encuentra España y lo hace, a la vez como campo de disputa y como excepción. Carácter dual. Nuestro país, acostumbrado en los últimos siglos a remar a contra-ciclo, enfrenta el momento reaccionario con un Gobierno de coalición progresista que sobrevive desde el mundo político pre-COVID, mientras se esfuerza por contener el avance reaccionario en un país que, debido especialmente a su riqueza plurinacional, tiene varios cortafuegos democráticos que truncan las ambiciones de las derechas.

Las personas que luchan en España por la causa democrática y progresista tienen que conciliar, en lo inmediato, dos pulsiones que operan a la vez y que acaban tomando forma de dilema estratégico. De un lado, la conciencia de que, bajo las actuales circunstancias el Gobierno de coalición es el Gobierno más avanzado posible y que, aún atravesado por contradicciones, su mera existencia frena a los reaccionarios a la vez que abre oportunidades de avance democrático y social impensables en otros países. Del otro, un pesimismo social que se torna en apatía debido a la colonización ideológica del imaginario colectivo por parte de los reaccionarios, algo que se agrava cuando el ejecutivo no es capaz de actuar con la suficiente celeridad frente a causas de primer orden o de dar respuestas eficaces a problemas vitales como el de la vivienda.

El dilema estratégico no es sencillo precisamente porque su solución obliga a articular una hipótesis política en un ciclo que nos es adverso. El margen es estrecho. Tensionar al Gobierno muy por encima de sus posibilidades podría precipitar su caída y la incorporación de España a la agenda reaccionaria internacional con un Feijoo o incluso un Abascal en La Moncloa. Por otro lado, limitarse a defenderlo anularía su ambición, erosionaría aún más la confianza de la ciudadanía en la política y desarticularía el espacio político de la transformación para, en el mejor de los casos, retrasar la victoria reaccionaria mientras se encumbra a un PSOE, fuerza histórica del bipartidismo, como futuro líder de la oposición a un Gobierno del PP y VOX.

España se puso a la cabeza de la respuesta internacional frente al genocidio porque la sociedad española es posiblemente la más sensibilizada de Europa con el pueblo palestino

El golpe estratégico principal pasa por articular una contraofensiva democrática para recuperar la iniciativa. Sin embargo, en términos democráticos, progresistas y populares, cualquier contraofensiva en España hoy pasa por defender el Gobierno de coalición (como principal artefacto de transformación heredado del anterior ciclo político) a la vez que desbordamos sus límites para obtener victorias en la batalla de las ideas (clave fundamental para avanzar en este ciclo de ofensiva política e ideológica reaccionaria).

Al gobierno hay que defenderlo y desbordarlo. No sólo una cosa o la otra, sino todo a la vez. Esta fórmula, compleja y contradictoria, es la que está haciendo avanzar el país. Un ejemplo podemos verlo en la cuestión Palestina. España se puso a la cabeza de la respuesta internacional frente al genocidio porque la sociedad española es posiblemente la más sensibilizada de Europa con el pueblo palestino. No es sólo que una cosa no pueda explicarse sin la otra, sino que, posiblemente, la otra cosa no sería posible sin la una.

Las victorias culturales e ideológicas preceden a las victorias políticas. Es importante manejar esta clave teórica para entender las sinergias que pueden darse de una alianza entre el pueblo movilizado y el ala laborista-verde del Gobierno que hoy representa Sumar. Una reconquista del sentido común en términos democrático-progresistas permite romper las resistencias (en el Gobierno, el Congreso, en el periodismo, entre el funcionariado, en los sectores sociales indecisos, entre los agentes decisores…) para sacar adelante políticas públicas valientes, mientras que la aprobación de estas medidas fortalecen la autoestima colectiva de un pueblo dispuesto a movilizarse para avanzar. Es un círculo virtuoso donde el Gobierno se vuelve más ambicioso, la sociedad se empodera y el conjunto del país avanza.

Porque para ganar no basta únicamente con mejorar la vida de la gente, también hay que hilvanar la confianza de que otro futuro es posible

Un círculo virtuoso que nos permitiría articular horizontes democráticos de ruptura frente a los consensos y planes de los poderes oligárquicos. Se trata de que, tras cada victoria política, abramos espacios de imaginación progresista.  Producir utopías disponibles para enunciar el país que queremos. Darle épica y sentido de la trascendencia a la batalla política. Porque para ganar no basta únicamente con mejorar la vida de la gente, también hay que hilvanar la confianza de que otro futuro es posible.

Las peleas del presente condicionan el futuro. Cómo repartimos la productividad en la era de la Inteligencia Artificial, cómo democratizamos la tecnología para ponerla al servicio de la sociedad, cómo reinventamos nuestra fiscalidad para enfrentar la desigualdad o qué hacemos frente al problema de la vivienda no sólo asuntos parciales, sino verdaderas encrucijadas en las que nos jugamos la España de la próxima década. Son batallas políticas en las que nos jugamos el rumbo del país. Su resolución en clave reaccionaria nos acerca a la distopía del autoritarismo y el todos contra todos, mientras que su resolución en clave democrática nos acerca hacia un país más justo y un futuro de bienestar por el que merece la pena luchar.

Frente a la ofensiva reaccionaria mundial de oligarquías, defender las conquistas del pueblo y desbordar los límites para llevar nuestro país hacia el futuro. Hagamos de la excepción española el principio de una contraofensiva que reactive el orgullo fronteras hacia dentro e inspire a los pueblos del mundo a reivindicar el mayor patrimonio de los de abajo frente a los abusos de los poderosos: la democracia.

SOBRE LA FIRMA: 

David Comas Rodríguez es analista político y Secretario de Comunicación y Discurso de Movimiento Sumar.
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