Europa firmó con la soga al cuello

José Antonio Monago, portavoz adjunto del PP en el Senado, analiza las consecuencias del acuerdo arancelario firmado entre la UE y EE.UU.: "Europa firma la paz con aranceles, Trump cobra por adelantado y los de siempre afilan los cuchillos. La guerra empieza ahora"

Europa ha firmado con Estados Unidos un acuerdo comercial que recuerda a esas treguas incómodas donde nadie gana del todo, pero alguien cede más que el otro. Bruselas ha aceptado un arancel del 15 % sobre el grueso de sus exportaciones, se ha comprometido a comprar 750.000 millones de dólares en energía estadounidense —una cifra que ni los analistas más patriotas logran justificar— y ha presentado todo esto como un logro de contención. Washington, mientras tanto, ha brindado con bourbon, entre hoyo y hoyo.

Trump, fiel a su estilo de showman, lo vende como un nuevo hito de su política de “América primero”. Ursula von der Leyen lo defiende como la única vía para evitar una guerra comercial en toda regla. Y Viktor Orbán, siempre dispuesto a trolear a Bruselas, lo resumió con sorna: “Trump no cerró un acuerdo con von der Leyen. Trump se desayunó a von der Leyen”. El primer ministro húngaro, claro, habría aplaudido igual si no se firmaba nada: es el tipo de europeísta que celebra cada bofetada al proyecto común.

El Viejo Continente prefiere pagar por la paz, aunque sea una paz tarifada, con sobrecoste y sin épica

En Berlín y París el acuerdo ha caído como un jarro de agua fría. Se habla de “día oscuro”, de “capitulación” y de “rendición estratégica”. A Sánchez no le hace tilín. Las bolsas reaccionaron como era de esperar: el euro bajó, los valores industriales cayeron, y los mercados digirieron la noticia con el estómago revuelto. Pero enseguida aparecieron los expertos. Esos que con retrospectiva infalible saben exactamente cómo se debería haber negociado, qué cláusulas incluir y cómo haber hecho temblar a Trump con un par de notas diplomáticas. Lo mismo saben cómo llegar a Marte con sistemas ecoresilientes.

Y, por si faltaba algo, aún no conocemos la letra pequeña. El comunicado conjunto llegará el 1 de agosto, y Bruselas deberá traducirlo a términos jurídicamente vinculantes, lo que puede reavivar la tormenta si algunos compromisos —como la compra masiva de energía— acaban siendo más aspiracionales que reales. Ya se oyen voces que dudan incluso de su compatibilidad con las normas de la Organización Mundial del Comercio (OMC).

En una entrevista reciente, el historiador Florentino Portero recordaba que los europeos “nacemos con una mochila de derechos”. Una mochila cómoda, pero poco útil cuando toca aguantar guerras —incluso tarifarias— o salir a negociar sin red. Quizá por eso el Viejo Continente prefiere pagar por la paz. Aunque sea una paz tarifada, con sobrecoste y sin épica.

No obstante, la batalla está servida. A partir del 1 de agosto, con la letra pequeña sobre la mesa y el ruido de los egoísmos patrios y gremiales, los que ni creen en Europa ni la quieren tendrán campo libre para desatar la polarización. Los mismos de siempre: patriotas de banderín, europeístas de saldo. Ya me habría gustado verlos en esa trinchera, con Trump al otro lado de la mesa y la amenaza arancelaria cargada. A ver si entonces también daban lecciones.

SOBRE LA FIRMA: 

José A. Monago es el portavoz adjunto del Grupo Popular en el Senado. Miembro de las Comisiones de Seguridad Nacional y Defensa.

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