Hoteles con historia: El Palace

Hay hoteles famosos por sus instalaciones, vistas o un determinado restaurante. Y los hay que cuentan con un valor llamado “misterio”, porque por él pasaron nombres que perviven en la memoria

Hay hoteles famosos por sus instalaciones, vistas o un determinado restaurante. Y los hay que cuentan con un valor llamado “misterio”, porque por él pasaron nombres que perviven en la memoria. El hotel se convierte entonces en un personaje. Testigo de anécdotas e intrigas. De recuerdos. Un universo dentro de una ciudad.

En Madrid existen varios hoteles emblemáticos, pero si hay uno que guarda una estrecha relación con el curso de nuestra historia es “El Palace”. Alfonso XIII quiso que la capital contara con el hotel más grande y moderno de Europa. El primero con teléfono en cada estancia y baños individuales, para cuya instalación se tuvo que traer a fontaneros ingleses. Su cercanía con el Congreso de los Diputados permite que en él se celebren reuniones, desayunos y comidas donde las palabras están protegidas bajo la más importante ley de todo hotel: la confidencialidad. Sabemos que por él han pasado artistas e intelectuales. Picasso, Marie Curie, Buster Keaton, Mata Hari o los Rolling Stones. Que Michael Jackson pidió que le instalaran una tarima para poder practicar sus pasos de baile.

También que fue punto de encuentro para esos jóvenes estudiantes de la Generación del 27 y hospital durante la Guerra Civil; la luz de su inmensa cúpula permitía realizar operaciones y curar enfermos sin necesidad de suministro eléctrico. Sigue vigente la definición del periodista Josep Plá de que el Palace es “sede de negociantes y tribunos catalanes” que hacen de él un lugar para dejarse ver, intercambiar tarjetas y participar en alguno de los muchos de los foros que allí se celebran. El Palace es a los altos empresarios y partidos nacidos hace más de cuarenta años lo que el hotel Wellington a los aficionados al mundo del toro: un punto de referencia.

El Palace es a los altos empresarios y partidos nacidos hace más de cuarenta años lo que el hotel Wellington a los aficionados al mundo del toro: un punto de referencia

Es posible imaginar conversaciones en su bar. Incluso las tensiones vividas durante el 23F. En el Palace se concentraría el Gobierno Provisional de la Nación y más de doscientos periodistas para cubrir esos días decisivos de nuestra Transición. La escalera principal sirvió de asiento y refugio, animándose unos a otros. “El Golpe no va a triunfar”, se decían durante esas horas donde el único teléfono disponible era el del hotel.

En ese tumulto de ruido e incertidumbre, solo el profesional sabe mantener la compostura. Cuánto deberíamos agradecer a las manos anónimas que han servido a dirigentes para que su buen dormir les hiciera tomar certeras decisiones. A veces un mal gesto se calma con la amable cortesía de un camarero. Cuando un hotel forma parte de ese entramado de celebraciones de eventos para empresarios donde ministros, diputados o representantes de diversos partidos se ven las caras, cada trabajador hace honor a su oficio, funcionando como una orquesta perfecta en la que ver, oír y callar permite el ritmo.

Es lógico pensar que no existe necesidad de tanto gasto, basta recordar la fotografía de Durán Lleida en su suite permanente -muy distinta de la habitación 383, más modesta, donde vivió casi doce años el periodista Julio Camba- aunque también conviene hacer un cálculo de cuánto cuesta la calidad. La formación de un equipo es una inversión, ese es el verdadero lujo. Maestros silenciosos del buen hacer, un ejemplo del que deberían tomar nota muchos de los invitados a las reuniones que allí se celebran. Porque es el hombre el que da dignidad a un uniforme y a un cargo.

La película “El Mayordomo” narra la vida de Cecil Gaines, que nace en una plantación de algodón soportando los abusos de su dueño y termina trabajando en la Casa Blanca. Le fichan cuando está sirviendo en el Excelsior de Washington, hotel de tertulias entre la clase política. El jefe de recursos humanos ve en él la capacidad de satisfacer al cliente sirviendo un buen cóctel y dando una respuesta ingeniosa. A través de su puesto será testigo de la historia de los EEUU, conocerá distintos presidentes y los cambios políticos en función del programa del candidato.

En cada campaña electoral nuevos carteles ondean en las farolas. Rostros conocidos hasta que el tiempo los borre. El letrero y la cúpula del Palace permanecen. Son las certezas las que nos señalan la fugacidad del éxito

En cada campaña electoral nuevos carteles ondean en las farolas. Rostros conocidos hasta que el tiempo los borre. El letrero y la cúpula del Palace permanecen. Son las certezas las que nos señalan la fugacidad del éxito. Un hotel con historia es una de las piezas más preciadas de una ciudad, como aprendimos jugando en el Monopoly. Para Camba el Palace era “el hotel de quienes querían llegar a algo grande en la vida”, un buen camino es el respeto a una institución y sus reglas. El mejor conserje está atento a las preferencias de sus inquilinos, escucha atento, observa y guarda algo que ahora nos parece tan extraño: silencio.

SOBRE LA FIRMA: 

Fátima Rivera de Alvarado es licenciada en Derecho. Master en Periodismo en El Mundo. Después de unos años trabajando en comunicación orientó su carrera hacia la docencia especializándose en Historia.
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