Las estafas emocionales: que la vergüenza cambie de bando

Con motivo del Día de Internet Segura, Esther Ruiz, Socia Directora de EMPATÍA, reflexiona sobre la urgencia de que el Código Penal contemple estas estafas de forma específica porque "no es sólo un fraude económico"

Cada año, el Día de Internet Segura nos recuerda lo importante que es protegernos en el mundo digital. Vivimos pegados a nuestras pantallas, conocemos gente, charlamos, confiamos… y ahí es donde muchos estafadores ven su oportunidad. Porque sí, cualquiera puede caer en una estafa emocional. No es cuestión de ingenuidad ni de falta de inteligencia. Hoy le pasa a otra persona, pero mañana podrías ser tú.

Las estafas románticas han crecido tanto que ya no se pueden ignorar. Sin embargo, aún hay quien se burla de las víctimas o minimiza el problema con un “a mí no me pasaría”. Pero la realidad es que estos fraudes están diseñados para manipular, para atacar las vulnerabilidades y la necesidad de conexión. No se trata de ser más listo, sino de entender que el culpable no es quien confía, sino quien engaña. La vergüenza debe cambiar de bando.

Hay personas que quedan destrozadas psicológicamente después de una estafa emocional

Este año, ANCEME, la Asociación Nacional Contra la Estafa con Manipulación Emocional, ha lanzado junto a Tinder la campaña «Cómo Identificar una Estafa Romántica: Señales de Alerta», con el objetivo de que cada vez más personas sepan identificar estos fraudes antes de que sea demasiado tarde. Y es que la prevención es clave. Algunas señales de alarma: promesas de amor demasiado rápidas, historias de problemas económicos, peticiones de dinero, intentos de aislar a la víctima o evitar videollamadas. Si algo huele raro, es mejor tomar distancia.

Pero el daño no es solo económico, que duele, y mucho. Hay personas que quedan destrozadas psicológicamente después de una estafa emocional. La vergüenza, el miedo al juicio de los demás, el sentirse ridiculizado… Todo esto hace que muchas víctimas no denuncien. Y ahí está el problema. Si no se habla de esto, si no se denuncia, los estafadores siguen campando a sus anchas. No podemos seguir culpando a quien cae en la trampa, tenemos que señalar a quien la pone.

Por eso es necesario un cambio. No solo de mentalidad, sino también legal. Es urgente que el Código Penal contemple estas estafas de forma específica, porque no es sólo un fraude económico. Es un engaño que deja secuelas emocionales profundas, y eso debe tener consecuencias. La manipulación emocional con fines fraudulentos no puede seguir impune.

No basta con que las plataformas refuercen su seguridad. Es un problema de todos. Como sociedad, tenemos que dejar de reírnos de las víctimas y empezar a tomarnos esto en serio. La información es la mejor defensa, sí, pero también lo es la empatía. Porque si seguimos mirando hacia otro lado, el siguiente en caer podrías ser tú.

SOBRE LA FIRMA: 

Esther Ruiz es socia directora de EMPATÍA

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