Lo que también nos jugamos

La portavoz de Cooperación y Ayuda Humanitaria del Grupo Parlamentario Socialista en el Congreso, María Guijarrro, insta a a poner en valor la cooperación al desarrollo ante el actual escenario internacional: "No es solo solidaridad, es una inversión en estabilidad global"

En un contexto geopolítico tan convulso como en el que vivimos, en el que cada día tenemos un nuevo sobresalto en forma de arancel, la atención mediática se centra en lo económico y en las relaciones entre USA y el mundo. Pero en realidad nos estamos jugando mucho más que eso y parece que no nos damos cuenta.

Millones de hombres, mujeres, niñas y niños del Sur Global claman con sus propias voces, desde sus países, para ser vistos, para ser escuchados, para que los acompañemos en su lucha por recuperar la justicia y la igualdad que nunca debieron perder en este mundo tan desigual.

Y es ahora, cuando los conflictos en tantos lugares del mundo no cesan, cuando el número de personas refugiadas y desplazadas es más alto que nunca, cuando la desigualdad sigue golpeando a la parte Sur del planeta, es ahora cuando se desmantela la arquitectura de la ayuda humanitaria y de la cooperación al desarrollo en Estados Unidos y en algunos países de la Unión Europea. Así que es ahora cuando estamos obligados a reaccionar de forma firme e inteligente.

La cooperación al desarrollo no es solo solidaridad, es una inversión en estabilidad global

Estados Unidos ha anunciado un recorte del 92 % en sus programas de cooperación, es decir, casi 60.000 millones de dólares menos. La ayuda estadounidense suponía más del 40 % de la cooperación mundial. Además, el Reino Unido ha recortado un 40 %, Francia un 35 %, Bélgica un 25 %, y Países Bajos y Suiza han seguido el mismo camino.

Estas cifras, aunque pequeñas para las economías más ricas, son devastadoras para millones de personas: comunidades rurales que luchan por salir de la pobreza quedarán desamparadas, niñas y niños perderán acceso a salud y educación. Solo este año, 15 millones de personas más podrían enfermar de malaria y se perderían más de 20 años de progreso en la lucha contra el VIH.

Y tenemos que reaccionar porque la cooperación al desarrollo no es solo solidaridad, es una inversión en estabilidad global. Lo sabemos bien. El mundo está interconectado y las pandemias, las guerras o las crisis energéticas no conocen fronteras.

Estamos obligados a reaccionar de forma firme e inteligente

La solidaridad internacional evita conflictos, contribuye a la seguridad por ejemplo en el Mediterráneo, reduce los efectos boomerang y fomenta economías sostenibles en los países socios. La solidaridad internacional también protege los derechos humanos, fortalece el estado de derecho y contribuye a la gobernanza democrática. Por eso, el compromiso con la cooperación es irrenunciable.

Desde el Grupo Socialista somos plenamente conscientes de ello y ese el principal objetivo de la iniciativa que hemos planteado y aprobado en el Congreso: garantizar las políticas públicas de cooperación.

Y seguramente hay cuestiones académicas a debatir sobre la ayuda al desarrollo. Desde la desmovilización política en algunos países receptores o la soberbia del intervencionismo occidental grandilocuente o la mejora de su eficacia. Siempre han estado presentes en los debates internacionales. Sin embargo, había existido un consenso en relación con su importancia, ya fuera por motivos éticos o estratégicos.

Ahora, en plena reconfiguración de la geopolítica mundial, ese consenso está roto y el futuro es incierto. Y la realidad siempre va por delante de los debates académicos y ahora nos encontramos de golpe con la peor de las formas y el peor de los argumentos posible: el «Nosotros, primero». Una lógica deleznable que aplicó hasta Mazón cuando comparó de manera estomagante la situación de Gaza con la de Valencia.

Nuestro país ha mantenido históricamente una posición firme en estas materias con gobiernos de izquierda, desde el presidente Zapatero hasta la actualidad. Y durante los últimos siete años, el Gobierno progresista ha intentado recuperar el presupuesto de cooperación que el Partido Popular dejó en mínimos durante una década.

Y Comunidades Autónomas gobernadas por PP y VOX siguen recortando año tras año, debilitando una cooperación descentralizada que sostuvo el sistema en la era de Rajoy y que hoy está en peligro por sus alianzas con la ultraderecha.

No respetan nada. Aragón recortará un 76 % su presupuesto de cooperación, Andalucía un 13 % y el Ayuntamiento de Sevilla, donde en junio se va a celebrar la Conferencia Internacional de Financiación para el Desarrollo, un 40 %, a petición de un socio municipal que califica la ayuda internacional como “no decente”.

La Ayuda al Desarrollo y el Derecho Internacional Humanitario, desde los Estados y también desde las entidades locales, forales y regionales

En Valencia se ha eliminado el convenio con la Agencia de Naciones Unidas que atiende a los refugiados palestinos, UNRWA y no sabemos si apoyarán esta nueva israelí que solo quiere expulsar población gazatí. Y no contentos con eso, aprobaron el mayor recorte de gasto en cooperación en toda la historia de la Comunidad Valenciana.

Y siguen diciendo que se sienten orgullosos, que no están renunciando a sus principios y se aplauden mucho entre ellos.

La ultraderecha y el Partido Popular con ellos, ha lanzado también una cruzada contra las ONG, llamándolas “chiringuitos ideológicos”, y asimilan a todos los inmigrantes con delincuentes pero no les piden la documentación cuando se llenan de barro hasta arriba para ayudarles en sus peores momentos.

Quieren expulsar a los menores migrantes que proceden de esos países donde se recorta la ayuda internacional, y eliminar la Agenda 2030 además de renunciar al Pacto Verde Europeo.

Pero la Ayuda al Desarrollo y el Derecho Internacional Humanitario es hoy el arma que tenemos los que estamos en el otro lado, los que no estamos en el lado del odio, de la guerra y la insolidaridad sino en el lado correcto de la historia. Desde los Estados y también desde las entidades locales, forales y regionales.

España debe seguir en ese lado de la historia. Debe seguir trabajando con la comunidad internacional y con la Unión Europea para reforzar las políticas públicas de cooperación, la paz, los derechos humanos y las libertades fundamentales.

No es solo una cuestión de financiación, es una cuestión de responsabilidad

A corto plazo, las vidas de muchas personas, las más vulnerables, están en juego. A medio y largo plazo, también lo está nuestra capacidad para hacer frente al cambio climático, los flujos migratorios o las pandemias. Ningún país puede responder en solitario a tantos desafíos globales.

La extrema derecha y quienes les legitiman en las instituciones con sus narrativas de odio no nos pueden impedir estar a la altura de una sociedad española que es reconocida como una de las más solidarias de Europa. Debemos seguir sosteniendo la bandera la democracia y los derechos humanos, de la cooperación como política pública. Y apoyar sin ambages el trabajo de las ONG.

Porque no es solo una cuestión de financiación, es una cuestión de responsabilidad. El coste de nuestra inacción se medirá en sufrimiento humano, inestabilidad y futuros perdidos. No lo permitamos.

SOBRE LA FIRMA: 

María Guijarro es diputada del PSOE en el Congreso por Bizkaia y portavoz de Cooperación y Ayuda Humanitaria del Grupo Parlamentario Socialista.

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