Viendo al presidente Joe Biden, me viene a la memoria cuando el Profesor Ramón Tamames subió a la tribuna de oradores en el Congreso de los Diputados, por encargo de VOX, para defender una moción de censura a sus más de 90 años. Hubo quienes le aconsejaron no hacer experimentos, pero don Ramón hizo oídos sordos, y de ahí lo único que salió fue un libro narrando la experiencia que tituló: “Me duele España”.
Conste que ser mayor no es un demérito, al contrario, pero convendrán que a ciertas edades se llega de muchos modos y maneras. He conocido a un centenario en mi tierra, Extremadura, que no usaba gafas para leer; qué envidia. Y he observado a cuarentones con más achaques que un taxi cubano.
En un sorprendente giro de los acontecimientos, Biden no ha hecho un Tamames, sino que ha anunciado que se retira de las elecciones presidenciales de 2024. Esta
decisión, aunque inesperada para algunos, es coherente con los múltiples desafíos que tenía por delante tanto en el ámbito familiar como político, y la capacidad para hacerles
frente.
En las últimas semanas, la familia Biden ha tenido que lidiar con una serie de problemas dignos de un culebrón televisivo. Hunter Biden, el hijo del presidente, se ha visto envuelto en un torbellino legal y mediático tras ser arrestado en junio por posesión ilegal de armas y estar bajo investigación por posibles delitos financieros. La defensa de Hunter alega que sus problemas legales son, en gran parte, una persecución política destinada a debilitar la posición de su padre. Ay, la familia…
El modo pánico se instaló entre los demócratas, con serias dudas sobre la capacidad de Biden para liderar una campaña ganadora en 2024
La administración Biden ha intentado manejar el asunto con cautela, distanciándose de las acciones de Hunter sin abandonar su apoyo familiar. Sin embargo, la presión sobre Joe Biden ha sido intensa. A medida que los detalles de los problemas legales de Hunter se iban haciendo públicos, los adversarios aprovechaban la oportunidad y no soltaban presa cuestionando la integridad del presidente.
Paralelamente a las dificultades familiares, Biden ha tenido que responder a presiones políticas internas. Diversos donantes y figuras clave del Partido Demócrata comenzaron a preparar un proceso de selección para un posible candidato a la vicepresidencia que podría reemplazar a Kamala Harris.
Entre los nombres que sonaban estaban el gobernador de Pensilvania, Josh Shapiro, y el gobernador de Kentucky, Andy Beshear. Harris ha sido un apoyo firme para Biden, pero su popularidad y eficacia han sido cuestionadas por algunos sectores dentro del partido. Así que las discusiones han debido ser de aurora boreal.
El modo pánico se instaló entre los demócratas, con serias dudas sobre la capacidad de Biden para liderar una campaña ganadora en 2024, especialmente en un clima político tan polarizado y exigente. Más aún, no se trata de capacidad, se trata de humanidad, y usar de ariete a Biden como que no se compadecía con la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
En el ámbito legislativo, Biden estaba valorando respaldar una serie de reformas de hondo calado en la Corte Suprema. Entre las propuestas se incluían la expansión del número de jueces, la limitación de mandatos y la adopción de un código de ética más riguroso. Estas reformas buscaban abordar las críticas sobre la imparcialidad y la efectividad del alto tribunal de los Estados Unidos. Sin embargo, la tarea no se antojaba fácil, pues el Congreso está profundamente dividido, y sonaban a “conejo” en la chistera electoral.
Esta decisión, aunque inesperada para algunos, es coherente con los múltiples desafíos que tenía por delante tanto en el ámbito familiar como político, y la capacidad para hacerles frente.
Mientras tanto, Donald Trump, el principal rival republicano, sigue siendo una figura central en el escenario político. A pesar de enfrentarse a múltiples investigaciones y
cargos penales, Trump ha logrado consolidar su base de apoyo y continúa utilizando sus terminales para atacar tanto a Biden como a quien le suceda en próximas fechas.
El expresidente ha centrado su retórica en la unificación de su base y en denunciar lo que percibe como persecuciones políticas. Sus discursos, repletos de acusaciones de fraude electoral y ataques a la integridad de las instituciones democráticas, han agudizado la polarización en el país según algunos analistas. Otros, sin embargo, lo ven como un torrente de energía necesario para una nación como Estados Unidos, en un mundo que demanda liderazgos sólidos y fuertes, y sin lagunas mentales.
En España, Trump no es precisamente el favorito y es objeto de amplias críticas, casi como si fuera una moda. Leña al mono. Muchos celebrarán con júbilo al saber que Biden se retira, y otro candidato tomará las riendas para «pisotear» a Trump, dejándolo como un chicle en la Semana Santa de Sevilla (electoralmente, por supuesto). Sin embargo, como no tenemos derecho a voto en Estados Unidos (al menos quien esto escribe), las alabanzas o invectivas le resbalan como la bala que le rozó la oreja, dejando solo un silbido en el aire.
Así que la decisión final de Biden, considerando lo expuesto, no se reduce únicamente a sus lapsus mentales. Convendrán que todo es mucho más complejo de lo que aparenta ser, o al menos, así me lo parece. Quienes rodean a Biden más estrechamente no querían que abandonara la carrera, pues perderían su influencia, posición y empleo. La familia tampoco, ya que el paraguas de influencia que protege a su hijo menguaría. Solo quedaba lo que en castizo se llama “cortar el grifo”, es decir, la voluntad de los donantes. Ellos han decidido, y Biden se retira. No tengan duda.
SOBRE LA FIRMA Portavoz adjunto del Senado (Grupo Popular) - Área de Defensa y Seguridad Nacional. Forma parte también de la Diputación Permanente de dicha Cámara como miembro titular. Ha sido presidente de la Junta de Extremadura entre 2011 y 2015











