Una épica europea para los nuevos tiempos

Desde la llegada de Trump al poder, los acontecimientos inesperados, rupturistas e, incluso, alocados se han desbocado. La estrafalaria reunión retransmitida desde el Despacho Oval con un premeditado e indecente acoso a Zelensky por parte de Trump y su vicepresidente son la última, y más evidente, prueba de todo ello. La segunda etapa del populista norteamericano, acompañado de una singular y despótica troupe de billonarios y tecno-oligarcas, se vislumbra mucho más disruptiva y peligrosa que la primera. De puertas afuera, pero también de puertas adentro.

 Probablemente lo que más haya sorprendido es la velocidad con la que Trump ha tratado de romper lazos con Europa y abandonar a Ucrania en favor de Putin. Los hematomas de los agresivos discursos de su vicepresidente J.D. Vance en Munich, atacando los valores europeos y haciendo campaña en Alemania a favor de la ultraderecha filonazi de AfD, van a perdurar visibles durante años en la piel de los líderes europeos. Con todo, quizás el haber puesto las cosas claras desde el principio pueda ayudar a la UE a buscar su propio camino y repensar su relación con el tradicional aliado atlántico.

 Durante las semanas previas a la toma de posesión de Trump, víctimas de las inercias históricas, podíamos aspirar a pensar que el principal campo de batalla del presidente estadounidense sería el Pacífico y la relación con China. Pero lo que en realidad estamos viendo es que ha focalizado sus mayores esfuerzos en Europa, acrecentando una sospecha: el ataque se dirige contra nuestro continente porque es donde aún se halla la principal fortaleza de las democracias liberales, basadas en la defensa de los derechos fundamentales de los ciudadanos, el respeto a la Ley y al Estado de Derecho. Todo aquello que, sorprendentemente, parece molestar al presidente de un país que, al menos hasta su llegada, había gozado y hecho gala de una sólida democracia.

Para los planes de Trump, menoscabar la democracia europea es fundamental: necesita romper el espejo que le puede desfigurar. Necesita una UE dividida en la que su diversidad sea más fuente de problemas que de ventajas y oportunidades;  una UE con un poder regulatorio debilitado para que la fuerza del mercado único no amenace el negocio de los tecno-oligarcas que lo apoyan.  De ahí que, en la más pura tradición del dictador del Kremlin, no haya dudado en apoyar a los caballos de Troya que crecen por Europa aprovechando la tolerancia de nuestros sistemas democráticos con el objetivo menoscabar el espacio de Paz y Democracia que con tanto esfuerzo hemos forjado.

Las europeas y europeos nos permitimos criticar con contundencia nuestro modelo, olvidando con frecuencia todos nuestros logros y fortalezas. Es muy común que nos flagelemos ante la lentitud que exhibimos para alcanzar decisiones, olvidando que nuestra fuerza emana, precisamente, de la calidad democrática del proceso de decisiones, el cual necesita diálogo y consenso constantes. También, de dejar tiempo a que la fuerza de las leyes y nuestras instituciones actúen conforme a los resortes del Estado de Derecho, como advertía en una reciente entrevista la vicepresidenta Teresa Ribera.

La UE es el lugar en el que la mayoría de ciudadanos del mundo desearía vivir, como nos recordaba en un maravilloso artículo el escritor colombiano Hector Abad Faciolince. La UE sigue siendo ese espacio de entendimiento que hace de freno a las tiranías y defiende los ideales de libertad, el muro entre el poder de la ley y el imperio de la fuerza. Llama la atención cómo en muchas ocasiones son intelectuales de fuera de la UE, a su pesar en el caso del gran europeísta británico Timothy Garton Ash o el estadounidense Timothy Snyder  (recomiendo las newsletters de ambos), los que se han convertido en las voces que mejor defienden los valores europeos.

Más allá del ardor bélico que parece dominar estos días, debemos entender que ha llegado el momento de enarbolar una épica europea, una épica a su imagen y semejanza: contenida y razonada. Sin autocomplacencia, pero contundente en la defensa de nuestros valores como siempre ha reivindicado Josep Borrell. La UE que hace bandera de la igualdad, de la aceptación del diferente, del amor al planeta y del respeto a un mundo multilateral basado en reglas, necesita esa pedagogía para enfrentarse a sus enemigos internos y externos.

Zweig, el gran escritor austríaco, aspiraba a la Europa sin fronteras en la que vivimos, escribía desde la desolación sobre el sueño de una Europa unida que nunca llegó a ver y de la que hoy disfrutamos sin valorar suficientemente la fortuna histórica que disfrutamos.  Más allá de nuestros propios sentimientos patrióticos, de arraigo o pertenencia a los lugares que llevamos en nuestros corazones, los europeos debemos encender la luz de la razón para entender que la idea de Europa defendida por Zweig es la que nos permite vivir en el lugar que decenas de generaciones de europeos  en guerra durante siglos habían soñado.

Abrazar Europa desde una épica razonada y crítica será nuestra mejor defensa en esta tempestad.

SOBRE LA FIRMA:

Nicolás González Casares es diputado del Parlamento Europeo por el PSOE y miembro del Grupo de la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas (S&D)
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