Vínculos rotos; violencia vicaria contra animales de compañía

Como adelantó Demócrata, ERC ha impulsado una iniciativa para que el maltrato animal sea un agravante en la futura Ley de Violencia Vicaria. La diputada del Grupo Republicano Etna Estrems pone en valor la importancia de esta reivindicación: "Hay que reconocer que las mujeres y sus animales comparten vínculos emocionales que no pueden ser ignorados y que deben ser considerados legalmente"

Imagina por un momento que alguien quiere provocarte el mayor de los dolores y, para hacerlo, utiliza a alguien a quien amas. Imagina que, para lograrlo, llega a matar de forma cruel a tu perro o a tu gato, únicamente para hacerte sufrir. Imagina la angustia, la impotencia, la rabia, la pena y el vacío que sentirías.

Pues no es solo un supuesto, esto ocurre y es lo que viven muchas mujeres víctimas de violencia machista que comparten su vida con un animal. Los agresores, que buscan la manera de hacer daño de la forma más profunda, saben que el amor hacia los animales es intenso y sincero, que los vínculos que creamos con ellos son potentes y por eso los convierten en instrumentos de dolor.

En el Estado hay registrados más de 28 millones de animales de compañía (imagina cuántos hay en realidad). Para muchas mujeres, esos animales son su único apoyo en medio de la tormenta. La única compañía, el único refugio. Y demasiado a menudo, ese vínculo se convierte en un arma en manos de los maltratadores. Ellos lo saben y lo utilizan hasta el punto de que hemos leído noticias tan crueles como que un agresor mató, cocinó y obligó a su pareja a comerse a su conejo.

Los datos son abrumadores. Según el programa Viopet (programa gubernamental que se ocupa de buscar casas de acogida para los animales de mujeres que sufren violencia de género), el 59 % de las mujeres maltratadas no se marchan de casa por miedo a que el agresor haga daño a su animal. Y el 84 % asegura que también han maltratado a los animales con los que conviven. No es un detalle menor: es un patrón de control y violencia. Tanto es así que incluso los evaluadores de riesgo, como los del teléfono de asistencia 061, ya incluyen el maltrato animal como un factor de riesgo directo para la mujer.

Hace pocos días, la justicia ha reconocido directamente en una sentencia esta violencia contra un animal como violencia vicaria. Por primera vez, una sentencia ha calificado como violencia vicaria el asesinato del perro de una mujer —arrojándolo por un acantilado— por parte de su pareja. El juez entendió que el objetivo no era solo matar al animal, sino destrozarla emocionalmente a ella. Esto es un precedente clave y ahora toca que el Congreso lo consolide, con una definición amplia de violencia vicaria que vaya más allá de las personas y que también incluya a los animales convivientes como víctimas de violencia machista.

Por eso, desde Esquerra Republicana impulsamos la iniciativa para incluir a los animales de compañía como víctimas legales de violencia vicaria. Lo hacemos a raíz de que la ministra Redondo hiciera pública su intención de legislar de forma clara la violencia vicaria y con la base que nos aportan los datos y ahora también, la jurisprudencia. Proteger a los animales de las víctimas de violencia machista es reforzar la protección a las mujeres.

No es solo una cuestión de bienestar animal, que también, ni de equiparar a los animales con los hijos; es una cuestión de justicia, de dignidad y de seguridad. Es reconocer que las mujeres y sus animales comparten vínculos emocionales que no pueden ser ignorados y que deben ser considerados legalmente. Tipificar esta violencia, ponerle el nombre que corresponde y, sobre todo, tenerla en cuenta como agravante legal en cualquier agresión machista, es una política profundamente feminista y absolutamente imprescindible.

Pensemos con sencillez: si conseguimos proteger mejor a una sola mujer, evitar el sufrimiento de un solo animal y condenar con más contundencia a un solo agresor, ya habrá valido la pena.

No es solo una cuestión de bienestar animal, que también, ni de equiparar a los animales con los hijos; es una cuestión de justicia, de dignidad y de seguridad

Porque todo esto va de sororidad, esa palabra que tanto decimos y que deberíamos practicar de forma continuada. Sororidad: mirarnos unas a otras, entender nuestras circunstancias y entornos aunque sean distintos y ampliar la mirada feminista para hacerla más justa y más humana. Reconocernos y protegernos también pasa por el respeto a nuestros vínculos emocionales, sean los que sean.

Este paso podría parecer pequeño, pero es inmenso en significado. Porque cuando defendemos a los animales que nos dan amor y refugio en situaciones complejas, defendemos también la libertad y la dignidad de todas las mujeres. Y cuando rompemos el silencio sobre una violencia demasiado tiempo invisibilizada, damos un paso más hacia una sociedad feminista, más justa y más libre.

SOBRE LA FIRMA:

Etna Estrems Fayos es diputada por Girona de ERC
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