En España, el sector textil, moda y calzado es un sector bandera, que nos distingue e identifica como país a lo largo y ancho del mundo. Es una actividad que, según el reciente Informe Económico de la Moda en España 2024, supone en torno al 2,9% del PIB y el 3,7% del empleo. El sector cuenta con más de 17.000 sociedades, en su mayoría pyme, pero también con grandes compañías que lideran sus segmentos. Y con buena parte de sus empresas radicadas en zonas rurales, participando de la necesaria cohesión territorial, y que representa uno de los principales accesos de los jóvenes al mercado laboral, destacando su tasa de empleo femenino, situada en un 80%.
No obstante, el sector enfrenta grandes retos, entre los que podemos destacar: la imprescindible adaptación a la digitalización y la robotización, el impacto del comercio online y la moda basura, la requerida actualización formativa o el turbulento contexto geopolítico actual. Y, especialmente, los enormes impactos de esta actividad sobre el medioambiente, con crecientes repercusiones reputacionales para las empresas, y sus efectos sobre la emergencia climática, la crisis de biodiversidad o la contaminación.
La asunción del problema
En este contexto, según los últimos datos de la Agencia Europea del Medio Ambiente, referidos al año 2022, cada europeo consumió al año 19 kilos de ropa, con únicamente un 8% de material reciclado, de los que solo algo más de 2 kilos fueron textiles reutilizados.
Pero, esta cifra esconde otra realidad, ya que esta actividad es la sexta mayor emisora de gases de efecto invernadero y la quinta en términos de intensidad de uso de materias primas vírgenes en la UE, con las repercusiones negativas que esto tiene en la salud del planeta y de las personas.
Sin ir más lejos, para producir esos 19 kilos que, de media, utilizamos cada uno de nosotros cada año, se necesitaron extraer a través de la cadena de producción 523 kilos de materias primas vírgenes, además de un consumo de agua equivalente a 12.000 de litros por persona. En total, precisamos un área equivalente a la de Grecia para proveer el consumo del conjunto de hogares europeos.
Los materiales textiles son, además, pobremente gestionados: son un importante emisor de microplásticos a través de los lavados, ya que cerca del 60% son de origen sintético; de los 19 kilos consumidos, alrededor de 16 acaban desechados cada año, sumando 7 millones de toneladas al año en la UE (alrededor de una solo en España). De esos residuos, menos del 15% se recogen separadamente para poder darles una segunda vida, el 85% restante acaba enterrado en vertederos o quemado en incineradoras, perdidos para la economía y contribuyendo a la secuencia irracional de la insostenible economía lineal.
El inicio de la solución
Pero este reto de envergadura, del que son conscientes las empresas del sector, puede suponer, bien gestionado, una oportunidad: la posibilidad de que la industria textil española sitúe la circularidad por bandera.
Para ello, es necesaria la involucración del conjunto de los actores, empezando por el sector público, que ha venido regulando para propiciar la circularidad. Desde el Reglamento europeo de ecodiseño, que definirá criterios de durabilidad y reciclabilidad de las prendas y materiales, límites a sustancias químicas y disruptores y requisitos de contenido mínimo de material reciclado, propiciando la demanda y creando un mercado de materias primas secundarias. Hasta la Ley española de residuos y suelos contaminados para una economía circular, que marca la obligación de la recogida separada de residuos textiles en nuestros municipios a partir de este año 2025, y que, en línea con las directivas europeas, establece la obligación de los productores de sufragar los costes de gestión de los residuos y de propiciar la prevención, la reutilización y el reciclaje de los mismo.
Las empresas del sector, conscientes de la necesidad de trasformar el modelo hacia la circularidad y de la oportunidad que esto supone para su actividad en términos de aumento de competitividad y seguridad económica y de disminución de dependencias externas, están impulsado esta trasformación. A través de una intensa actividad asociativa o de propuestas como la reciente publicación del Catálogo de Buenas Prácticas ambientales.
Juntos, sector público y sector privado, propiciamos este cambio de paradigma a través de la colaboración, con iniciativas como el PERTE de Economía Circular, que está desplegando ayudas europeas por más de 30,5 millones de euros, que movilizarán 75 millones de inversión total, a través de cerca de 40 proyectos transformadores en 9 comunidades autónomas de nuestro país.
El PERTE está permitiendo el desarrollo de proyectos innovadores, llamados a ser líderes en la transición circular del sector: como plataformas de compra-venta de ropa de segunda mano; líneas de artículos textiles con tintes vegetales; producción de hilo regenerado a partir de sacos o prendas desechadas; la incorporación de materiales reciclados en las prendas a través del ecodiseño en sustitución de materia virgen; mejoras en el tratamiento de residuo provenientes del calzado para la obtención de materiales reciclados; nuevos tratamientos para eliminar impropios, como las cremalleras y botones, y facilitar el reciclado; o la transformación sostenible de residuos sanitaros textiles en tableros antimicrobianos para construcción, entre otros.
Con el establecimiento de un marco regulatoria que empuja al sector hacia la circularidad, la colaboración público-privada a través de instrumentos transformadores como los PERTE, la sensibilización de la ciudadanía consumidora y de las administraciones – que también lo son, a través de la compra pública ecológica−, y con la fuerza y visión de un sector asentado, adaptable e innovador, podremos propiciar este cambio tan necesario para nuestra economía, nuestro empleo, nuestra cohesión territorial y para la salud de nuestro planeta.




