“Si proletarizas a los jóvenes, no te sorprendas cuando se vuelvan comunistas”
Thiel interpreta el auge del socialista Zohran Mamdani, nuevo alcalde de Nueva York, como una consecuencia lógica del colapso del pacto intergeneracional y que los jóvenes se han convertido en los grandes perdedores del capitalismo tardío.
“Si proletarizas a los jóvenes, no te sorprendas cuando se vuelvan comunistas”, afirma.
En su análisis, la vivienda se ha transformado en el principal vector de desigualdad. El empresario denuncia que las leyes urbanísticas restrictivas y los intereses inmobiliarios han “blindado” las ciudades para las generaciones más ricas, mientras los jóvenes quedan expulsados del mercado.
Esa misma fractura, advierte, se replica en la educación superior: “Demasiada gente va a la universidad, no aprende nada y acaba con deudas abrumadoras.”
Thiel recuerda que hace más de una década, con su Thiel Fellowship, ya advirtió del riesgo de convertir la universidad en una máquina de endeudamiento y frustración.
Ahora, asegura, ese modelo “ha estallado definitivamente”: los jóvenes se sienten sin salida, atrapados en empleos precarios y viviendas inaccesibles, y el sistema responde con “más retórica y menos soluciones”.
Mamdani y la política de la frustración
El ascenso del socialista Zohran Mamdani, de 33 años, nuevo alcalde de Nueva York, se ha convertido para Thiel en el síntoma de un cambio estructural.
“Cuando el 70% de los millennials dicen ser pro-socialistas, hay que intentar entender por qué”, afirma. El empresario evita demonizar el voto joven: cree que el fenómeno responde menos a ideología que a una sensación de bloqueo vital.
Para él, la victoria de Mamdani simboliza una ruptura entre generaciones: los jóvenes “no aspiran a hacerse ricos”, sino simplemente “a poder vivir”.
Aunque critica las soluciones que propone el nuevo alcalde -a quien califica de “marxista democrático”-, admite que “al menos está hablando de los problemas que el resto de los políticos prefiere ignorar”.
Thiel sostiene que la izquierda estadounidense “ofrece respuestas equivocadas a preguntas reales”, mientras que la derecha “sigue actuando como si todo funcionara bien”.
“Sería saludable si en las elecciones votara menos gente”
Más allá de lo económico, el inversor denuncia la hiperpolitización de la sociedad moderna.
“Sería saludable si tuviéramos elecciones en las que votara menos gente”, afirma. “Si todo funcionara bien, la política importaría menos.”
Para Thiel, la obsesión por la política es el reflejo de una pérdida de fe en las instituciones y en la economía real. “Cuando el sistema funciona -sugiere-, la gente no necesita vivir pendiente del próximo ciclo electoral.”
A su juicio, las democracias occidentales se han vuelto adictas al conflicto político y cada elección se vive “como una guerra civil cultural”.
El empresario compara esa tensión con los mercados financieros: “Estamos en un mercado alcista de la política”, explica. “Todo el mundo cree que su voto puede cambiarlo todo, y eso no es sano.”
“El capitalismo ya no funciona para los jóvenes”
La frase más tajante de la entrevista resume su diagnóstico: “El capitalismo no está funcionando para los jóvenes.”
Thiel describe un sistema que “solo beneficia a los mayores y a los propietarios”, donde los salarios no cubren el coste de la vida y el crédito se ha convertido en la nueva forma de dependencia.
Colapso de pacto social y revolución
Advierte que el modelo económico actual ha roto el contrato entre generaciones: los “baby boomers” acumularon riqueza y propiedad, mientras los millennials heredan un futuro incierto.
“Los boomers prometieron demasiado a sí mismos y a sus hijos, y ahora los números ya no cuadran”, apunta. A su juicio, el colapso de ese pacto social explica la radicalización política: “Cuando la gente no puede mejorar su vida por medios económicos, empieza a buscarlo en la ideología”.
Con su habitual tono provocador, Thiel concluye la entrevista con una paradoja: “Revolución ahora significa abuelas de 70 años, no jóvenes enfadados.”
Según el inversor, la energía transformadora de la juventud ha sido absorbida por un sistema envejecido, donde los mayores controlan tanto la economía como el discurso político.
Sostiene que el cambio social real no vendrá de las élites tecnológicas ni de la política tradicional, sino de un replanteamiento completo de la economía del trabajo, la vivienda y la educación.












