Aunque siempre ha sido motivo de contienda política, en los últimos tiempos, la presencia de la inmigración en el debate ha aumentado de manera notable. Esto ha provocado también que se haya convertido en una de las principales preocupaciones de los españoles, según el CIS. Se repiten cifras y afirmaciones, por lo que nada mejor que recurrir a los datos y a las voces de economistas expertos para responder a ciertas preguntas clave sobre el tema: ¿La inmigración suma o resta a la economía española?, ¿trabajan los extranjeros en lo que no quieren los españoles?, ¿es necesaria para el mercado laboral?
A raíz de los últimos datos oficiales al respecto, en los que se indica que la afiliación de extranjeros había crecido más de un 7% en el último año (casi cinco puntos por encima del conjunto de la afiliación), Demócrata ha planteado esas cuestiones a los economistas José Carlos Díez (CEO de Global Economic Analysis y director de la Cátedra ORFIN de la Universidad de Alcalá) y Albert Banal-Estanol (profesor en la Universidad Pompeu Fabra). Con ellos y con diversos informes del Real Instituto Elcano y de Funcas se puede inquirir con cierta base sobre lo que está pasando y lo que sucederá.
Los peor pagados
La radiografía completa del último informe del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones dibuja un panorama en el que los extranjeros ya representan el 14,2% del conjunto de afiliados a la Seguridad Social, con un total de 3.088.341.
Las comunidades autónomas que lideran el crecimiento son Asturias (20,8%), Galicia (14,8%) y Castilla y León (13%), que fueron a su vez las que tuvieron la edad media más elevada en España en 2024, según el Instituto Nacional de Estadística (INE).
Tienen un peso especialmente relevante en el sector de la Hostelería, donde suponen uno de cada tres ocupados (29,7% de los afiliados), pero también en Agricultura (26,2%), Construcción (22,5%) y tanto en Actividades Administrativas como en Transporte, donde son más del 17% de los trabajadores.
Se da la circunstancia de que la Hostelería y la Agricultura fueron, en 2023 (último año con datos actualizados), la segunda y la tercera área laboral con sueldos brutos mensuales más bajos, según el Instituto Nacional de Estadística (INE): 1.455,92 y 1.561,65 euros, respectivamente. Solo por detrás de las y los empleados de hogar (1.014,46 euros).
Sobre esto, el economista José Carlos Díez indica que se están trayendo extranjeros de muy baja cualificación, que son necesarios para sacar adelante un modelo (“erróneo”, en opinión del economista) intensivo en mano de obra, que coloca a mucha gente en el turismo y la restauración. Es un sistema, agrega, “que produce precariedad, desigualdad y pobreza”. Para él, “habría que hacer una política migratoria más controlada y orientada a que vengan personas cualificadas, pero los empresarios no los traen porque los trámites burocráticos son brutales”.
Sectores que dependen de la inmigración
A colación de lo anterior, el artículo Inmigración y mercado de trabajo en España, publicado el pasado mes de junio por el Real Instituto Elcano, señala que la inmigración que procede de países PBR (renta per cápita inferior a la española) supone un 91% del total de la inmigración que se encuentra en las edades de mayor actividad laboral (entre 25 y 59 años).
Una de sus características más relevantes, añaden, es un bajo nivel educativo medio, sustancialmente inferior al de la población autóctona y especialmente bajo en el caso de la inmigración procedente de Asia y de África.
“La inmigración PBR presenta menores tasas de ocupación que las correspondientes a la población autóctona de sus mismos grupos de edad, mucho mayores tasas de paro y una actividad que se concentra en sectores de servicios de baja productividad y en consecuencia bajos salarios y, por tanto, bajas aportaciones al sistema de pensiones”, sostienen los investigadores de Elcano.
Y agregan, “varios sectores dependen de modo mayoritario o muy relevante de la inmigración: el servicio doméstico, la hostelería, la construcción y la agricultura tienen entre sus empleados al menos a un 30% de inmigrantes y estos ocupan prácticamente el total del nuevo empleo que crean esos sectores”.
La segunda generación
¿Puede cambiar este dibujo con la llamada segunda generación de inmigrantes? Sí, en parte, según el corolario del informe de Funcas La segunda generación de inmigrantes en el mercado de trabajo español, que compara cinco variables de esta segunda generación con su respectiva primera generación: la inactividad laboral, el paro, el trabajo en ocupaciones poco cualificadas, el empleo con contrato temporal y el empleo a jornada parcial. El análisis se centró en tres regiones de procedencia, cuyas primeras generaciones se caracterizaron por presentar índices de precariedad laboral especialmente altos en los últimos 30 años: América Latina, Europa del Este y África.
La primera conclusión se establece desde una perspectiva de género, puesto que “las mujeres de segunda generación están asimilándose con la población autóctona más rápido que los hombres. Esta diferencia por sexos es especialmente marcada al comparar la situación de las mujeres y los hombres de origen africano. Mientras que ellas superan a sus homólogas de primera generación en tres resultados laborales y se mantienen igual en dos, los hombres experimentan un retroceso en tres indicadores”.
En segundo lugar, “la segunda generación de América Latina es la que, en general, tanto los hombres como las mujeres, mejores resultados alcanzan con respecto a la primera. En el caso de las mujeres, la mejora se observa en tres resultados, y no se observa ningún retroceso. En el caso de los hombres se produce un empeoramiento en dos resultados, pero en uno de ellos (actividad) no resulta en una desventaja con respecto a los autóctonos, y en el otro (tiempo parcial), la incidencia de esta forma de empleo es relativamente baja (en torno a un 15 por ciento de los asalariados)”.
Y la tercera y última conclusión se refiere al resultado laboral seguramente más relevante de todos los analizados en este estudio, el nivel de la ocupación, medido según la clase ocupacional. “En toda la segunda generación, para ambos sexos y para todas las regiones de origen, la probabilidad neta de escapar de la parte más baja de la estructura ocupacional es notablemente mayor que para sus homólogos de primera generación. La mejora es tan pronunciada, que la desigualdad de la segunda generación con respecto a la población autóctona se cierra incluso para alguna de las categorías, quedando la brecha en cinco puntos porcentuales en el peor de los casos. Mientras que la primera generación de inmigrantes no ha podido revertir en tres décadas su ethnic penalty, parece que los descendientes de estos sí lo están logrando, al menos en lo tocante al nivel ocupacional de los trabajadores”.
¿Suman o restan?
¿Los inmigrantes aportan o detraen? Es la disyuntiva recurrente que, al albur de los estudios, tiene una clara respuesta. Lo comenta el economista Albert Banal-Estanol: “Hay evidencia académica de sobra que muestra que lo que aportan los extranjeros es mucho más de lo que reciben. La gente se queda con algunas anécdotas y, a partir de ahí, salen otros problemas y, al final, es más fácil buscar los culpables en los de otro color, que en factores más complejos”.
En otro artículo de Funcas –de mayo de 2024– se indica que “una de las claves del dinamismo que mantiene la economía española contra viento y marea reside en la incorporación de mano de obra extranjera, siendo este un factor favorable que, sin embargo, también pone de manifiesto las deficiencias de nuestro modelo productivo”.
Incluso teniendo en cuenta la sobrerrepresentación de los trabajadores inmigrantes en sectores con niveles de productividad inferiores a la media, continúan, “su contribución a la economía es innegable, aportando más de la mitad del avance del PIB registrado estos últimos dos años. Esta es además una estimación conservadora, basada en una extrapolación mecánica de la contribución del empleo a la economía, bajo la hipótesis de fungibilidad perfecta entre mano de obra autóctona y foránea”.
