Pilar del Castillo (PP): «Para dejar de depender del gas ruso, Europa tiene que buscar socios fiables»

Demócrata analiza con la eurodiputada y ex ministra la situación de la competitividad europea con los paquetes de simplificación presentados por parte de la Comisión, así como los retos que se abren en el camino hacia la desconexión energética de Rusia

EP Plenary session - Situation in Peru

Tras intensas negociaciones, en la madrugada del miércoles, el Parlamento Europeo y el Consejo llegaron a un acuerdo para desconectar de forma progresiva la dependencia europea de la energía rusa. Algo, que comenzará por el gas natural licuado (GNL), cuya importación deberá terminar en diciembre del próximo año. Después de esto, la prohibición de acceder al resto de gal gas ruso transportado por gaseoducto se materializará en el otoño de 2027.

El acuerdo, que la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, tilda de «histórico» , deberá ser ratificado por el Pleno del Parlamento Europeo y de los Veintisiete para que pueda entrar en vigor. El texto pactado incluye salvaguardas para aquellos Estados miembros que tengan dificultades para cumplir los niveles obligatorios de almacenamiento. Dichos países podrán retrasar la prohibición del gas hasta noviembre del mismo 2027.

En este contexto, Demócrata analiza con la eurodiputada popular Pilar del Castillo (1952) las posibilidades europeas para diversificar su mercado energético, así como para buscar nuevos proveedores. La también ex ministra apunta, durante la conversación, a que las energías renovables «no son energías estables» ya que «puede no haber ni viento ni sol. Por eso siempre necesitas fuentes estables, o hay apagones.»

Pregunta: Esta legislatura parece ser la de la competitividad. ¿Está Europa llegando a tiempo? ¿Era ahora el momento de ponerse con este tema?

Respuesta: Creo que Europa tendría que haber situado la competitividad como un horizonte prioritario desde hace tiempo. El problema es que no ha sido así. Las dificultades y las áreas que necesitan un impulso para reforzar la competitividad han estado un poco adormecidas.

Decía Draghi —y es inevitable mencionarlo porque hay una convergencia absoluta en este diagnóstico— que los dos grandes factores que lastran la competitividad europea son, primero, la falta de innovación tecnológica suficiente y, segundo, el coste de la energía. Esto nos hace ir por detrás de Estados Unidos, y respecto a China y otros países asiáticos es ya otro mundo. Además, no tenemos fuentes de energía autónomas y ese coste nos afecta enormemente.

Estos dos problemas no han surgido de un día para otro: llevan ahí mucho tiempo, generando dificultades. En un contexto de tanta tensión como el actual, esas carencias se vuelven mucho más visibles. Por eso Draghi sitúa la innovación tecnológica y el coste de la energía como los dos grandes factores que explican la competitividad. Luego, naturalmente, hay otras cuestiones, como la Unión del Mercado de Capitales, que permitiría escalar inversiones y evitar que empresas pequeñas que crecen tengan que marcharse fuera de Europa para obtener financiación. Pero, digamos, los dos elementos centrales son innovación tecnológica y energía.

Press conference on The Data Act

P: En estos debates usted defiende la necesidad de introducir mecanismos de urgencia, para no perder la conciencia de que debemos actuar rápido. ¿Cómo imagina esos mecanismos de intervención rápida?

R: Ese mecanismo ya tiene nombre: los ómnibus. Los ómnibus son instrumentos de intervención rápida que permiten no revisar toda la legislación anterior, sino entrar de manera más quirúrgica allí donde el problema es más evidente y deshacer ese nudo para que no dificulte la competitividad.

Ha habido ya siete ómnibus. El último que se ha presentado es el digital, pero también ha habido uno de defensa, otro de agricultura, y el primero, que fue de sostenibilidad y due diligence, ya está aprobado. Todos siguen la misma técnica legislativa y la misma lógica: identificar las áreas donde hay más dificultades y despejar los obstáculos que frenan a las empresas. En el fondo, un ómnibus debe desbrozar el camino donde hay trabas innecesarias. Por ejemplo, simplificar requisitos duplicados: que no se exija lo mismo en 17 normas distintas, sino una sola vez. Mañana, de hecho, se presenta el nuevo ómnibus medioambiental.

P: El primer ómnibus salió adelante con un cambio de mayorías. ¿Qué supuso ese cambio?

R: Me gustaría reflexionarlo en un sentido más amplio. Cambios de mayorías hay también en el Consejo. Antes las mayorías eran unas y ahora son otras. Y quienes no están en la mayoría muchas veces pactan con quienes sí lo están, porque la dinámica europea no es la de un Estado nación. La UE no es un país; son 27 estados con soberanía nacional y con competencias limitadas. Por eso no se puede operar como en la política doméstica.

En ningún Estado miembro existe la misma confrontación institucional que vemos en los parlamentos nacionales, porque las instituciones europeas no son comparables. No hay un gobierno de la Unión Europea. La Comisión propone, el Parlamento no puede hacer caer a un gobierno porque la Comisión no lo es, y el Consejo funciona con dinámicas de consenso y unanimidad.

Ahora hay más gobiernos de centro-derecha que antes, pero hace poco era al revés. Y en el Parlamento las mayorías se construyen en la centralidad del sistema político. Eso no significa que la socialdemocracia no vote a veces con la izquierda; ha pasado muchísimas veces. Y ahora, a la derecha del PPE, hay otros grupos, y también puede ocurrir lo contrario. Intentar hacer un espejo entre la política europea y la política nacional simplemente no funciona.

P: Sin embargo, en las primeras negociaciones sí existió la voluntad de pactar con los socialistas

R: —Sí. En principio parecía que iba a salir adelante, pero cayó por el voto mayoritario de los socialistas en su primera votación. Luego hubo 17 socialistas que votaron a favor, y otros que no. Pero así son las cosas. Darle a eso una interpretación de “derechización” es simplificar. También tendríamos que interpretar, entonces, cuántas veces el grupo socialista ha votado con la izquierda. Si aplicáramos esos criterios en España, las conclusiones serían disparatadas.

Constituent meeting of the Delegation for relations with the countries of the Andean Community

P: Sobre el último ómnibus, el digital, hay voces que dicen que puede desproteger elementos en favor de la flexibilidad y la simplificación. ¿Comparte esa preocupación?

R: Todavía tenemos que discutirlo en el Parlamento, así que ese análisis minucioso está por venir. Normalmente estas afirmaciones se hacen a raíz de las modificaciones en el Reglamento General de Protección de Datos. Lo que se ha hecho es codificar jurisprudencia del Tribunal Europeo que permite usar datos previamente anonimizados cuando no hay riesgo de reidentificación.

Los datos brutos están anonimizados siempre. Existe tecnología que podría intentar reidentificarlos, sí, y eso hay que prevenirlo. Pero para investigación —médica, por ejemplo, pero también en muchos otros ámbitos— los datos anonimizados son fundamentales. Habrá que mirar la letra pequeña, porque cambiar una palabra puede cambiarlo todo. Pero, si se garantiza la protección, me parece algo positivo.

P: No sé si pudo escuchar las declaraciones del secretario de Comercio de Estados Unidos en su reunión en Bruselas, donde dijo que para que avancen los acuerdos Europa debería rebajar aún más su legislación digital.

R: Estados Unidos defiende a sus empresas igual que espero que nosotros defendamos a las europeas allí. Las frases forman parte del guion, pero al final son negociaciones. La Comisión es quien representa al conjunto de los Estados miembros y habrá que ver los términos concretos.

P: Alemania es uno de los países en pro de flexibilizar la regulación digital. ¿Qué le parece esa postura?

R: Depende de en qué aspectos. En el caso de la ley de inteligencia artificial, por ejemplo, el ómnibus incluye la ampliación del plazo para aplicar las responsabilidades de los sistemas de alto riesgo. Y eso lo han pedido las propias empresas europeas, no las plataformas. Hoy mismo, en el European Internet Forum, tanto empresas como la Comisión coincidían en que era una necesidad. Hablamos de sistemas que pueden afectar a derechos humanos o a colectivos vulnerables como los niños.

P: En este proceso de digitalización, ¿qué le falta al tejido productivo español para poder liderar?

R: A las empresas españolas les falta lo mismo que a las demás, aunque en distintos grados según el país. Hay campeones de la digitalización, como los nórdicos —no en vano Ericsson es sueca y Nokia es finlandesa—, pero las necesidades son comunes: invertir en innovación tecnológica, mejorar la formación y las skills de la población, asegurar que los trabajadores puedan actualizarse a lo largo del tiempo. También hacen falta mecanismos europeos que permitan escalar inversiones, como la Unión del Mercado de Capitales.

P: Europa quiere reducir las importaciones de gas ruso. ¿Qué debe hacer para diversificar suministros y fortalecer relaciones con nuevos socios?

R: Para dejar de dependen del gas ruso, tiene que salir a buscar socios fiables, igual que quien sale a buscar proveedores. Encontrar países que garanticen el suministro. Ahora mismo están en negociación los plazos para terminar los contratos: ya no es solo una recomendación, sino que ahora será legislación, con fechas en 2026 y 2027, aunque todavía se discute en trílogos. La intención inicial era acabar antes de finales de 2025 y probablemente será así.

Además, hay que seguir innovando: renovables, biocombustibles, nuevas tecnologías… Y buscar proveedores con garantías.

Constituent meeting of the Delegation for relations with the countries of the Andean Community

P: La taxonomía europea incluye el gas y la nuclear como energías de transición. Los mix de cada país son muy distintos.

P: Nosotros tenemos una parte nuclear, otra renovable y también gas. España, por ejemplo, en 2024 aún importaba en torno al 21% de gas ruso. Todo eso hay que tenerlo en cuenta. Intentar cerrar nucleares, como ocurrió en Alemania, fue un error porque el país se volvió dependiente de Rusia. Alemania es el país más industrial y el que más energía consume, sin recursos propios. Terminó construyendo el Nord Stream 1 y 2, y el segundo ni siquiera se usó. Son lecciones importantes.

P: También hubo un punto de inflexión durante la pandemia.

R: Sí, una alerta enorme. Con el COVID descubrimos que no producíamos ni mascarillas, ni guantes, ni respiradores. Las cadenas de valor estaban fuera. Luego llegó la guerra de Ucrania y reveló nuestra dependencia energética: un gigante industrial encadenado por la energía. Y después, las tensiones geopolíticas.

Todo esto ha llevado a la reflexión sobre la autonomía estratégica. Y siempre he defendido que no puede entenderse como proteccionismo o aislamiento. Autonomía estratégica y competitividad son un binomio. Porque desarrollar capacidades propias —semiconductores, chips, investigación digital— refuerza la competitividad.

Eso no significa romper relaciones con Estados Unidos, con quienes tenemos vínculos históricos obvios, pero sí evitar dependencias en elementos básicos. Al final, el futuro está en nuestras manos: de las élites políticas, de las empresas y de cualquier ciudadano europeo.

P: Sobre los combustibles nucleares, ¿cuál es la situación en la UE?

R: Muy diversa. Hay países con un mix nuclear altísimo, como Suecia o Finlandia. Francia es el líder, con muchos reactores, grandes y pequeños. Y ahora están los small modular reactors, reactores pequeños con menos complicaciones de seguridad, que están avanzando mucho en Estados Unidos y también aquí.

La nuclear es una energía de transición y cada país decide su mix.

P: ¿Pueden las renovables mejorar la resiliencia de la red?

R: Desde el punto de vista físico y de uso, sí, aunque el gran reto son los ciberataques. El ómnibus digital también incluye elementos de ciberseguridad, como una ventanilla única para evitar duplicaciones. Sobre renovables, hemos tenido suerte: España, por ejemplo, tiene viento y sol. Pero no son energías estables: puede no haber ni viento ni sol. Por eso siempre necesitas fuentes estables, o hay apagones.

Además, los centros de datos requieren muchísima energía. En Estados Unidos, empresas están comprando pequeñas plantas nucleares para tener suministro constante.

P: Se ha cumplido el primer del actual Colegio de Comisarios. ¿Se ha perdido la “magia”? La Comisión enfrenta más críticas y hasta tres mociones de censura.

R: Las mociones de censura son más un recurso de visibilidad nacional que otra cosa. Pero sí, el contexto es mucho más crítico porque el mundo lo es. Hay tensiones enormes: en el mercado del gas compites con China, India, Japón, Corea… también con aranceles, con tensiones geopolíticas. Creo que esta es la situación más compleja para la UE desde la firma de los tratados y el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Aun así, soy optimista. Europa todavía tiene muchos recursos, talento, capacidades industriales. Seremos lo que queramos ser. Parece una frase hecha, pero es real: tenemos los recursos. Solo hay que ser conscientes de la magnitud del momento.

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