En una localidad costera del condado de Kilifi, cerca de una zona empleada por una secta cristiana, las autoridades kenianas han desenterrado más de 30 cuerpos. Este hallazgo ocurre dos años después de que se descubrieran más de 430 restos humanos en la misma área.
Recientemente, en el bosque de Shakahola, Kwa Binzaro, los investigadores han exhumado los cuerpos de 32 personas en la última semana, y se teme que el número de fallecidos pueda superar los 60, todos tras haberse integrado a la secta. Se sospecha que estos entierros se realizaron hace menos de un mes.
La Policía Nacional de Kenia ha reconocido fallos en el manejo de esta tragedia y ha indicado que problemas en la Inteligencia y la coordinación entre agencias de seguridad pudieron haber influido en los acontecimientos.
«Es un hecho lamentable», declaró el portavoz policial Michael Muchiri, quien también comentó a Citizen que a pesar de las «lecciones aprendidas» tras los eventos en Shakahola, «una situación similar se ha repetido una vez más».
Se ha prometido una investigación minuciosa «para establecer por qué se ha repetido una tragedia así». Mientras tanto, las autoridades han solicitado paciencia durante la continuación de las investigaciones y han comprometido a tomar medidas correctivas.
Los líderes de la secta habían persuadido a sus seguidores para que ayunaran hasta la muerte, prometiéndoles un encuentro con Jesucristo en una nueva vida. Durante meses, se llevaron a cabo excavaciones y exhumaciones en vastas áreas del bosque.
El presidente William Ruto ha calificado a Paul Mackenzie, auto proclamado líder de la secta, de «terrible criminal» y ha anunciado que el bosque se transformará en un «memorial nacional» en honor a las víctimas. El ministro del Interior, Kithure Kindiki, ha descrito el suceso como «la peor brecha de seguridad en la historia del país».
















