La misión Nossum de Francia ha culminado su exploración marina anunciando el descubrimiento de 3.350 contenedores con material radiactivo en la Fosa Atlántica, además de reportar ciertas fugas, ‘probablemente de alquitrán’, aunque sin detectar niveles preocupantes de radiación.
El grupo investigador, compuesto por científicos de Francia, Noruega, Alemania y Canadá, utilizó el robot submarino Ulyx para capturar imágenes de los contenedores situados a profundidades superiores a los 4.000 metros, según un comunicado de la expedición.
Estas fotografías han permitido una valoración ‘preliminar e incompleta’ que indica que los contenedores presentan un ‘estado de conservación variable, con superficies corroídas y colonización por anémonas’, y se observaron grietas y fugas de un material ‘de naturaleza desconocida, probablemente alquitrán’, en algunos contenedores, detalló el equipo.
Naciones como Francia, Reino Unido, Suiza, Alemania y Países Bajos vertieron estos residuos en la Fosa Atlántica, incluso después de la prohibición oficial de estos desechos en 1993. Estos contenedores, cargados de residuos contaminados y solidificados con cemento o alquitrán, fueron depositados en aguas internacionales.
‘Entonces las autoridades consideraban que estas profundidades abisales a 4.000 metros de profundidad eran entornos geológicos suficientemente estables y alejados de la costa para arrojar allí los residuos nucleares’, explicó Patrick Chardon, uno de los líderes de la expedición, durante una conferencia de prensa en Brest cubierta por medios franceses.
SIN RADIACIÓN FUERA DE LO COMÚN
La expedición ha recolectado 345 muestras de sedimentos, 5.000 litros de agua y varios especímenes marinos como peces abisales y crustáceos para su análisis. ‘Las herramientas de medición de protección radiológica indican valores al mismo nivel que el ruido de fondo ambiental’, indicó el equipo.
‘No hemos observado ninguna anomalía desde el punto de vista de la radioprotección en los sedimentos con las herramientas que teníamos a bordo’, señaló Chardon, especialista en radiactividad ambiental del Laboratorio de Física de Clermont-Auvergne.
El análisis de laboratorio proporcionará datos ‘aproximadamente 100 veces más precisos’ sobre la radiactividad, agregó Chardon, quien comentó que se mantuvo una distancia prudente de los contenedores como medida de precaución.
Apoyada por el Instituto Francés de Investigación y Exploración del Mar (INFREMER), la misión partió de Brest el 15 de junio y concluyó su viaje el jueves tras investigar un vasto sector a unos 600 kilómetros de la costa francesa desde Nantes.
‘Nos ha impresionado la cantidad de contenedores que pudimos observar y el tamaño del área’, comentó Chardon, revelando que los contenedores ocupan aproximadamente 163 kilómetros cuadrados, con una densidad de unos 20 contenedores por kilómetro cuadrado. ‘La idea es saber si hemos alterado el ecosistema’, enfatizó.
El robot Ulyx, en su primera misión científica real, ha sorprendido a los investigadores con la calidad de las imágenes acústicas recibidas. ‘Podemos ver los contenedores perfectamente con la imagen acústica. Es una grata sorpresa’, añadió Chardon.
En relación a la posible recuperación de estos contenedores, Chardon afirmó que es ‘técnicamente viable, pero el coste de la operación sería astronómico, por no mencionar el riesgo de que los contenedores se desintegren en el proceso’. ‘Una sola inmersión lleva cuatro horas, así que imaginen cuántos viajes harían falta para sacar 200.000 contenedores’, argumentó.
Una próxima campaña está programada para 2026 o 2027, que incluirá la toma de muestras cerca o incluso de los propios contenedores, utilizando el robot ‘Victor’ o el sumergible ‘Nautile’. ‘Tenemos mucho trabajo por delante para analizar los resultados y escalar esta campaña’, concluyó Chardon.
Según Greenpeace, se depositaron alrededor de 220.000 contenedores en la zona, siendo este el sitio con mayor concentración de desechos radiactivos en el mundo.
En 1982, el buque ‘Sirius’ de Greenpeace y barcos gallegos confrontaron a navíos neerlandeses para detener sus descargas. Tras este incidente, que tuvo amplia cobertura mediática, el gobierno de Países Bajos cesó sus vertidos nucleares al mar.
Diez años después, en 1993, se firmó el Convenio para la Protección del Medio Ambiente Marino del Atlántico Nordeste, que prohibió el desecho de residuos nucleares de baja y media intensidad. Un año más tarde, el Convenio de Londres de la Organización Marítima Internacional también prohibió cualquier vertido radiactivo al mar.
