El Programa Mundial de Alimentos (PMA) de Naciones Unidas ha dibujado un escenario “más allá del horror” en la ciudad sudanesa de El Fasher, capital histórica de la región de Darfur. Allí, entre 70.000 y 100.000 civiles permanecen cercados desde octubre, después de que las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF), un grupo paramilitar, se hicieran con el control de la urbe tras meses de asedio y fueran acusadas de llevar a cabo una campaña de exterminio contra la población.
El director de Respuesta de Emergencia del PMA, Ross Smith, ha explicado que los habitantes sobreviven comiendo pienso y cáscaras de cacahuete en una ciudad donde prácticamente ya no queda comida tras más de 500 días de cerco paramilitar. Cualquier tipo de asistencia básica ha quedado, en sus palabras, “completamente borrada del mapa”.
“Lo poco que sabemos sobre la ciudad está más allá del horror”, ha señalado Smith, antes de relatar testimonios de quienes han logrado escapar y que describen “pilas de cadáveres quemados en las calles de una ciudad que se ha convertido en la escena de un crimen”.
Como único elemento relativamente positivo, Smith ha mencionado que el PMA y las RSF han alcanzado “un principio de acuerdo” para permitir la entrada de al menos un convoy con alimentos de emergencia hacia El Fasher. El responsable humanitario no ha ofrecido más detalles sobre el pacto, aunque confía en que se materialice “muy pronto”.
El prolongado asedio de El Fasher y el cierre casi total de la ciudad han provocado además una huida masiva de civiles, que ha tenido un impacto especialmente fuerte en Tawila, hasta hace poco una pequeña localidad en pleno desierto. La llegada de desplazados desde El Fasher y desde el cercano campo de Zamzam ha transformado la zona en “un asentamiento masivo de desplazados”, según Smith, donde se hacinan ahora más de 650.000 personas, “el equivalente a la población de Luxemburgo”.
De acuerdo con el PMA, varios convoyes con alimentos para cubrir las necesidades del próximo mes se dirigen ya hacia Tawila, aunque Smith recalca que la situación continúa siendo crítica. “Estas familias han soportado la hambruna durante meses y atrocidades masivas, y ahora viven en condiciones de hacinamiento con muy poco apoyo. No hay suficiente refugio para la gente; muchos se alojan en estructuras improvisadas, de paja. El brote de cólera y otras enfermedades está muy extendido”, ha alertado.
Sudán se ha convertido, recuerda el responsable del PMA, en la mayor crisis de desplazamiento del planeta, con más de 12 millones de personas obligadas a abandonar sus hogares dentro y fuera del país. La dinámica del conflicto entre el Ejército y las RSF provoca que, mes tras mes, surja un nuevo foco de emergencia. ACNUR, la agencia de la ONU para los refugiados, confirmó el viernes que la seguridad en la vecina región de Kordofán se ha degradado todavía más desde el 1 de diciembre.
Tras una semana de intensos enfrentamientos, las RSF supuestamente han tomado una base de las Fuerzas Armadas Sudanesas en Babanusa, en Kordofán Occidental. En Kordofán del Sur, “la población civil permanece atrapada en ciudades asediadas como Kadugli y Dilling, y mientras mujeres, niños y ancianos buscan formas de escapar, los hombres y jóvenes a menudo se quedan atrás debido a los altos riesgos específicos que enfrentan en las rutas de huida, como la detención por parte de grupos armados por su presunta afiliación a las partes en el conflicto”, ha señalado ACNUR.
Los datos más recientes apuntan a que más de 40.000 personas han sido desplazadas desde Kordofán del Norte a partir del 18 de noviembre. “ACNUR, a través de sus socios sobre el terreno, está respondiendo a las necesidades urgentes de los desplazados, pero el acceso sigue siendo difícil y los recursos son extremadamente escasos”, ha añadido la agencia.











