En las recientes elecciones legislativas de Moldavia, el Partido de Acción y Solidaridad (PAS), liderado por la presidenta Maia Sandu, partidaria de la integración europea, ha obtenido un 39,46% de los votos, de acuerdo con los primeros conteos oficiales.
Justo detrás se sitúa el Bloque Electoral Patriótico (BEP), que incluye a socialistas, comunistas y partidarios de Rusia, con un 32,24% de los votos, basado en los datos de 513 de los 2.274 centros de votación.
La Comisión Electoral Central ha colocado al Partido Político Democracia En Casa (PPDA) en tercer lugar con un 7,45%, seguido de cerca por la coalición Alternativa con un 6,91%. El Partido Nuestro, de orientación prorrusa, ha sido la quinta fuerza más votada con un 6,87%.
Estos comicios son decisivos para el futuro a medio plazo de Moldavia, un país pequeño con ambiciones europeas, que se ve afectado por el conflicto en Ucrania y por intentos de interferencia por parte de Moscú. Estos no son incidentes aislados, sino que forman parte de una tendencia de varios años.
Las autoridades de Moldavia llevan tiempo denunciando intentos de Moscú de manipular los resultados electorales mediante la financiación de la compra de votos y campañas de desinformación en redes sociales, además de disturbios y ciberataques.
El BEP, que agrupa a tres partidos prorrusos después de que un cuarto fuera excluido por compra de votos, acusa al gobierno de Maia Sandu de perseguirlos ante el temor de un posible revés electoral, tal como indican la mayoría de encuestas.