Más de 670 millones de mujeres en el mundo están actualmente en situación de riesgo debido a conflictos armados, marcando un récord desde la Guerra Fría. Esto representa al 17% de la población femenina mundial, con especial incidencia en regiones como Bangladesh, Líbano, Siria, Israel y los Territorios Palestinos Ocupados.
Un informe del Instituto de Investigación para la Paz de Oslo (PRIO) indica que estos datos, correspondientes al año 2024, muestran un aumento significativo comparado con décadas anteriores. Según este estudio, el año 2024 ha alcanzado un pico histórico en términos de mujeres expuestas a la violencia armada, con 245 millones viviendo en áreas donde se han registrado más de 25 muertes violentas y otras 113 millones en zonas con más de cien fallecimientos.
En Bangladesh, cerca de 75 millones de mujeres se encuentran a menos de 50 kilómetros de conflictos, destacando las graves protestas del verano de 2024 que derrocaron al gobierno de Sheij Hasina. En Siria, Líbano, Israel y Palestina, la exposición a la violencia es generalizada, afectando a la totalidad de las mujeres. «Vivir cerca de conflictos armados tiene graves consecuencias. Los conflictos armados socavan la inclusión, la justicia, la seguridad, y están asociados con una mayor mortalidad», destaca el informe.
Asimismo, el texto subraya que los conflictos no se limitan a los campos de batalla, sino que «También llega a las casas», según Siri Aas Rustad, directora de investigaciones de PRIO. Además, el informe resalta que, aunque las crisis ofrecen nuevas oportunidades, éstas son frágiles y la guerra intensifica las inseguridades, exponiendo a las mujeres a riesgos mayores.
En Líbano, casi toda la población femenina estaba en 2024 a menos de 50 kilómetros de un conflicto de gran magnitud. Mientras tanto, en los Territorios Palestinos Ocupados, casi el 80% de las mujeres viven cerca de zonas extremadamente violentas, y en Nigeria, especialmente en el estado de Borno, la violencia de grupos como Boko Haram y Estado Islámico sigue siendo una amenaza constante.
El informe concluye lamentando la reducción de la ayuda internacional, lo que podría debilitar aún más las infraestructuras y aumentar las vulnerabilidades en estas zonas.











