Los rohingyas enfrentan constantes riesgos de incendios e inundaciones en sus precarios asentamientos

Los rohingyas en Bangladesh luchan por sobrevivir en condiciones extremas, enfrentándose a incendios e inundaciones en sus asentamientos.

Un hombre camina por uno de los campos de refugiados que conforman el gran asentamiento de rohingyas de Cox's Bazar, en Bangladesh.MIRJA VOGEL

Construidos con bambú, acero y plástico, los rohingyas buscan refugio en un vasto conglomerado de chabolas, que constituye el mayor conjunto de campamentos de refugiados del mundo, ubicado en el sureste de Bangladesh. En este lugar, frecuentemente peligroso, se enfrentan a las adversidades climáticas y a los continuos riesgos que surgen, estación tras estación, en una de las naciones más vulnerables a los impactos del cambio climático.

Aproximadamente dos tercios del territorio de Bangladesh se sitúan bajo el nivel del mar, incrementando la vulnerabilidad de las comunidades rohingya y causando desplazamientos internos masivos. El aumento exorbitante de las temperaturas, que alcanzan más de 40 grados en verano, agrava una situación ya descrita por los expertos como ‘crítica’.

La escasez de materiales adecuados y el hacinamiento reducen drásticamente las posibilidades de supervivencia en caso de eventos como ciclones o deslaves. Acceder a los centros y servicios que ofrecen las organizaciones humanitarias en los campamentos a menudo se convierte en una verdadera odisea.

Los temores son constantes. ‘Tememos que haya un incendio. También deslizamientos de tierra. Si llueve mucho puede haber peligro porque vivimos en la parte alta del campo’, expresa Jida, quien recuerda el devastador incendio de 2021, cuando decenas perecieron consumidos por las llamas.

El panorama es sombrío: los materiales, altamente inflamables, facilitan la rápida propagación del fuego, que derrite el plástico y destruye las frágiles estructuras de las cabañas en segundos. La ignición es implacable y el espacio para crear barreras contra incendios es prácticamente inexistente, consumiéndose las estructuras una tras otra como fichas de dominó.

Para muchos, los campamentos ‘no son aptos’ para la vida. Atrapados en un limbo, se enfrentan a la necesidad de infraestructuras permanentes, un lujo que parece nunca materializarse.

Personalizar cookies