La formación de una ‘corriente de opinión’ dentro del PSOE requiere la aprobación de la Comisión Ejecutiva Federal del partido y no puede posicionarse en contra de las decisiones tomadas ni en los Congresos Federales ni frente a ninguna resolución de los órganos directivos.
Según los estatutos ratificados en el 41 Congreso Federal, que tuvo lugar del 29 de noviembre al 1 de diciembre de 2024 en Sevilla, para que una corriente sea reconocida, necesita el respaldo del 5% de los militantes y estar representada en al menos cinco federaciones regionales.
Retos para la creación de corrientes internas
Fuentes dentro del partido han revelado a Europa Press que estas condiciones hacen ‘muy difícil’ la creación de nuevas corrientes, aunque recientemente Jordi Sevilla, exministro de Administraciones Públicas, propuso la idea de establecer una nueva dentro del PSOE.
Los estatutos permiten la discusión libre internamente y a través de las ‘corrientes de opinión’, pero prohíben la creación de tendencias organizadas con representación orgánica o estructura permanente a nivel territorial, debiendo limitarse al ámbito federal.
El artículo 27 destaca que el Comité Federal tiene la autoridad para aprobar la constitución de ‘corrientes de opinión’, siendo el artículo 4 el que aclara que después será el Comité Federal quien autorice su formación a propuesta de la Ejecutiva Federal, a la que se debe enviar ‘la documentación fruto de su reflexión y trabajo’.
Además, el artículo 4 establece que las reuniones de la ‘corriente’ se llevarán a cabo en locales del partido y los afiliados deben asegurarse de que no se divulguen al exterior opiniones contrarias a las decisiones de los congresos o de otros órganos directivos.
En los Congresos Federales, las ‘corrientes de opinión’ pueden tener representantes con voz pero sin voto, a menos que se haya acordado lo contrario en el documento de asociación.
Actualmente, la única ‘corriente de opinión’ oficial en el PSOE es Izquierda Socialista, formada tras las elecciones de 1979 y durante la secretaría general de Felipe González. Aunque en sus primeros años la relación no fue fácil, con miembros que desafiaron la disciplina de voto y se opusieron a la OTAN en el referéndum de 1986, su influencia ha decaído con el tiempo.