Vox ha logrado este domingo en las elecciones autonómicas de Extremadura once diputados, frente a los cinco que obtuvo en los comicios de 2023, de modo que la presidenta regional, María Guardiola, continuará dependiendo del respaldo de la formación de Santiago Abascal para sostener su gobierno.
El partido de Abascal entró por primera vez en la Asamblea de Extremadura en 2023 con el 8,14% de los sufragios y cinco escaños, después de haberse presentado ya en 2019. Entonces, el 4,71% de apoyos que consiguió no fue suficiente para obtener representación parlamentaria.
Las previsiones de Vox para la cita con las urnas de este domingo eran optimistas y la mayoría de sondeos apuntaban a que sería la fuerza que más crecería, situando su horquilla entre nueve y once diputados, pese a concurrir con un cabeza de lista prácticamente desconocido, Óscar Fernández.
Para apuntalar ese resultado, Santiago Abascal se ha volcado en la campaña, con actos casi diarios desde el anuncio de la convocatoria electoral a comienzos de diciembre. Sin embargo, ha evitado desplazarse a Mérida en la noche electoral y ha seguido el escrutinio desde la sede nacional de Vox, en Bambú.
La campaña ha vuelto a evidenciar la tensa relación entre Vox y el PP en Extremadura, deteriorada ya tras las elecciones de 2023, cuando María Guardiola se negó inicialmente a pactar con los de Abascal por sus posturas “xenófobas” y “machistas”. Finalmente rectificó y alcanzó un acuerdo, pero la legislatura estuvo marcada por continuos desencuentros.
La imposibilidad de consensuar los presupuestos de 2026 entre ambas formaciones precipitó el adelanto electoral. Guardiola decidió llamar de nuevo a las urnas con el objetivo de alcanzar la mayoría absoluta, 33 diputados, y así poder prescindir del apoyo de Vox.
Durante la campaña, Abascal y Guardiola han mantenido un enfrentamiento abierto, con reproches constantes que han llegado al terreno personal. En los últimos días, la presidenta extremeña, que ya había calificado al líder de Vox de “turista”, aseguró que este se marcharía “corriendo” tras las elecciones. Abascal replicó en el mitin final que se iría “ya esa misma noche” y bromeó con que el día 22 Guardiola podría “descolgar el teléfono para que vuelva corriendo”, en referencia a un posible pacto.
Las condiciones de Vox para un acuerdo con el PP
Durante la campaña, Vox ha reiterado que no suscribirá ningún pacto con el PP si no se aceptan sus exigencias, en línea con lo que ha planteado en otras comunidades y que barones 'populares' como Carlos Mazón, Juanfran Pérez Llorca (Valencia) o Fernando López Miras (Murcia) han asumido, a diferencia de Guardiola.
En términos generales, la formación reclama un rechazo frontal a las políticas ecológicas, a las que, a su entender, favorecen la inmigración irregular, a las políticas “de género” y al gasto político “superfluo”. En Extremadura, Óscar Fernández ha puesto como líneas rojas el cierre del albergue de migrantes de Mérida, una “defensa del varón” y, como condición imprescindible, la ejecución del proyecto de regadío de Tierra de Barros (Badajoz).
Vox ha centrado su discurso en reivindicar su “coherencia” en todo el territorio nacional, marcando distancias con el PP, al que acusa de adaptar su mensaje a cada comunidad según sus intereses electorales.
En Extremadura, además, los de Abascal han incidido en la contradicción que, a su juicio, supone que otros presidentes autonómicos del PP hayan aceptado sus planteamientos mientras Guardiola se ha negado, forzando así una nueva convocatoria electoral y un gasto público que cifran en siete millones de euros.
La formación también ha buscado captar el voto del campo extremeño, especialmente entre agricultores y ganaderos, un sector clave en la economía regional, cargando contra el Pacto Verde europeo por “complicar” con más “burocracia” el día a día de los profesionales.
Ofensiva contra el bipartidismo de PP y PSOE
Al mismo tiempo, Vox ha intentado sacudirse la etiqueta de 'muleta' del PP con una ofensiva constante contra el bipartidismo que, a su juicio, encarnan PP y PSOE, a los que equipara y responsabiliza de los problemas de Extremadura tras cuatro décadas de gobiernos.
En sus actos, la formación ha subrayado el “colapso” de los servicios públicos, con especial énfasis en la Sanidad, las listas de espera y la educación, así como la “inseguridad” que vincula con la inmigración, las trabas para acceder a la vivienda y el “desalentador futuro” de los jóvenes de la región.
La campaña extremeña ha coincidido con un momento especialmente delicado para el Gobierno central y Vox ha tratado de capitalizar los casos de presunta corrupción que salpican al PSOE y al Ejecutivo de Pedro Sánchez, además de los casos de presunto acoso sexual atribuidos a cargos y dirigentes locales socialistas.
Los de Abascal han aprovechado también para incluir al PP en su relato sobre la corrupción, recordando la cercanía de nuevos juicios relacionados con los casos 'Gürtel' o 'Púnica', en un contexto que consideran propicio para reforzar su tesis de que PP y PSOE son indistinguibles.
El caso Revuelta y su impacto en la campaña
A pesar de su ofensiva, Vox también se ha visto envuelto en polémicas durante la campaña por las presuntas “irregularidades” en la gestión de donaciones para los afectados por la dana recaudadas por Revuelta, una organización juvenil ideológicamente próxima al partido de Abascal.
Empleados de Vox que formaban parte de la dirección de Revuelta llevaron estas supuestas “irregularidades” a la Fiscalía, pero los responsables de la asociación han respondido acusando a Vox de “inventarse” los delitos con el objetivo de hacerse con su control.
En los últimos días de campaña trascendió además una denuncia por “agresión sexual” contra el exjefe de Redes de Vox, Javier Esteban, por unos hechos ocurridos cuando la presunta víctima era menor. Esteban presentó su dimisión, pidió la baja de militancia y enmarcó la acusación en una guerra interna con los dirigentes de Revuelta.
Vox y Abascal han atribuido tanto la controversia en torno a Revuelta como la denuncia contra su antiguo empleado a una operación política impulsada desde Ferraz y Génova para frenar su crecimiento en Extremadura. Aunque Abascal aseguró que esperaba “cualquier cosa” de los socialistas, confesó su “decepción” con Alberto Núñez Feijóo y el PP por “sumarse”.