Excelencia técnica y continuidad. Hay elementos que se repiten, una y otra vez, en las conversaciones en torno al nombramiento de Sara Aagesen como nueva vicepresidenta para la Transición Ecológica tras la marcha a Bruselas de Teresa Ribera.
Aagesen llega al Consejo de Ministros tras casi siete años a la sombra de la futura comisaria, primero como su jefa de gabinete y después como secretaria de Estado de Energía, un período de gran intensidad regulatoria y en el que el precio de la electricidad pasó a ser el mayor dolor de cabeza de los españoles.
Su carta de presentación es buena parte del legado amasado en España por la nueva vicepresidenta europea. Desde el Ministerio, Aagesen se ha ocupado de la coordinación del último Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) y de la elaboración de estrategias como las del hidrógeno verde, el almacenamiento, el autoconsumo o el despliegue de instalaciones de eólica marina.
La elección de Aagesen es visto como un nuevo ejemplo de la confianza ciega de Sánchez en Ribera, a la que se presupone haber bendecido la sucesión, y en la voluntad de dar continuidad a unas políticas que el presidente presume como uno de los emblemas de su mandato.
Ribera y Aagesen, poli bueno-poli malo
José Donoso, director general de la Unión Española Fotovoltaica (UNEF), cree que su nombramiento “asegura la continuidad de un proceso de transición que se ha desarrollado de forma exitosa”. “Siempre ha estado muy comprometida con el proceso. Se lo cree y lo ha llevado de forma eficaz”, subraya.
“Es la persona más indicada para sustituirla”, coincide Ismael Morales, responsable de Políticas Climáticas de Fundación Renovables, que ve más positivo para el país mantener la dupla Aagesen-Ribera, ahora a nivel Gobierno-Comisión, que elegir otra persona con una mayor carga política pero menor conocimiento técnico.
“Hacían un buen tándem, se repartían el papel de poli bueno y poli malo, según conviniese”, recuerda un portavoz de la Comisión de Energía la pasada legislatura que describe a la nueva ministra como una negociadora inteligente y cumplidora. Directa. Si algo no podía hacerse, se anticipaba y planteaba alternativas. También como una “trabajadora infatigable”.
Aagesen, que inició su carrera en la Oficina de Cambio Climático con 26 años, se ha bregado en negociaciones al más alto nivel, mucho antes incluso de llegar al Ministerio, al haber formado parte de grupos de trabajo en Naciones Unidas y la Comisión Europea.
“Tiene muy buena imagen en los grupos parlamentarios”, explica una fuente en el Ministerio que conoce de cerca las reuniones de la entonces secretaria de Estado con el resto de fuerzas políticas. “Era, incontestablemente, la experta en la sala, que no tiene por qué ser lo habitual”.
La sombra de Ribera es alargada
En el trato con ella, varias fuentes destacan su capacidad para “guardar las formas”. Juan Diego Requena, portavoz energético del PP en las dos últimas legislaturas, destaca que la nueva vicepresidenta “no se sale del guión ni pierde los nervios”. “Tiene buena formación y en términos políticos no tiene una especial notoriedad ideológica. Ha sido más ejecutora de las políticas dictadas por Ribera”, sentencia. Para el diputado ‘popular’, la elección responde al interés de Ribera por controlar la continuidad de decisiones como el cierre nuclear.
Un tercer diputado de la pasada legislatura que departió con Aagesen en la Comisión de Transición Ecológica incide en su papel gestor, más que ejecutivo, supeditado a la personalidad y el hiperliderazgo de Ribera al frente del Ministerio. “Era una persona que no tomaba una decisión sin pedir permiso a Teresa. Tiene muy poco perfil político, no le he oído decir nada fuera de lo estrictamente técnico”, asegura.
Esta fuente describe su papel como secretaria de Estado como parapeto político de Ribera en el Congreso frente a las peticiones de los grupos. “Teresa entendía mucho mejor la presión política”, asegura. “No tiene esa garra política que sí tiene Ribera, que si se tenía que pegar con (Ignacio Sánchez) Galán (CEO de Iberdrola) o (José Damián) Bogás (CEO de Endesa), lo hacía. Lo puede desarrollar, pero no tiene ese perfil”, abunda un representante de una organización ecologista, que pide guardar el anonimato.
“A nivel técnico es impecable. A nivel político… Es algo que se aprende con el tiempo”, replica una fuente del Ministerio de Transición Ecológica, que pide mirar otros casos anteriores en los gobiernos de Pedro Sánchez, como Nadia Calviño o incluso la propia Teresa Ribera, y cómo fueron capaces de construir su propio perfil.
Al Consejo de Ministros por la puerta grande
La falta de alma política es una de las grandes incógnitas que sobrevuelan el nombramiento, máxime cuando Sánchez no ha rebajado el cargo de vicepresidenta como sí hizo, por ejemplo, cuando Carlos Cuerpo cogió el testigo de Calviño –un relevo que guarda muchos paralelismos con este, por la salida de las vicepresidentas y el perfil entrante–.
Aagesen, eso sí, entra al Consejo de Ministros por la puerta grande, con rango de vicepresidenta. Un aterrizaje que no tuvieron el resto de las que ha tenido Sánchez: Calviño y Ribera, y las actuales María Jesús Montero y Yolanda Díaz, entraron como ministras, y Carmen Calvo ya había sido ministra en el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.
Tranquilidad en las empresas, dudas medioambientales
En el sector respiran tranquilos por contar con una ministra que conoce las vicisitudes que entraña la complejidad del energético y que no requerirá tiempo de adaptación. Donoso, directivo de la patronal de instalaciones renovables UNEF, destaca el perfil técnico de la nueva vicepresidenta y también su predisposición a atender las preocupaciones de los operadores del sector, en comparación con otros altos cargos encargados de la regulación energética en el pasado.
Las valoraciones en público de los máximos responsables de las compañías energéticas sobre ella son positivas, y fuentes del sector creen que en privado también lo son. De hecho, su tipo de perfil, menos político e ideologizado, y la accesibilidad demostrada para conocer sus propuestas alimentan la esperanza de los operadores para avanzar en marcos regulatorios ante los que, quizás, Ribera era más reacia.
Otras fuentes cargan contra una posición que califican de “condescendiente” con el sector privado, al que creen que ha buscado “agradar”. hasta ahora “Mientras que Teresa Ribera ha puesto firme a las eléctricas en momentos como la pandemia, dudo que Aagesen pueda tener esa mano dura”, critican desde una organización medioambiental, en la que se le tilda de «corporativista».
Otro exdiputado que tuvo que negociar medidas durante la crisis energética, procedente de un grupo poco amigo de las grandes energéticas, se muestra más optimista y concede a la nueva vicepresidenta un voto de confianza: “Mi sensación es que es un buen relevo y nos sorprenderá todavía en positivo por el potencial que puede desarrollar”.
Los retos de la vicepresidenta
En el plano más inmediato, se espera la nueva regulación sobre autoconsumo, que pilotaba ella misma como secretaria de Estado, además de un nuevo mecanismo de capacidad, esperado para los primeros meses del próximo año. Alejandro Labanda, director de Transición Ecológica de la consultora beBartlet, apunta también a la discusión sobre el nuevo período regulatorio sobre la retribución de las redes de transporte y distribución de electricidad.
En el próximo año se esperan también los primeros pasos para incorporar al ordenamiento jurídico nacional el último paquete de directivas europeas en materia energética, en materias como la eficiencia energética, la eficiencia en edificación, o el despliegue del hidrógeno verde. También está el desarrollo de nuevas subastas renovables, ante los decepcionantes resultados obtenidos en las últimas convocatorias, o el despliegue del sector de almacenamiento.
El continuismo respecto a su predecesora también se medirá en uno de los caballos de batalla de su mandato: el fin programado de la energía nuclear en España. El primer cierre está previsto en noviembre de 2027 (Almaraz I, Cáceres) pero, tal como explica Labanda, las decisiones asociadas al desmantelamiento han de anticiparse 18 meses antes, por lo que ya en poco más de un año será posible comprobar si el compromiso se mantiene.
Por otro lado, varias fuentes recuerdan que el Ministerio va mucho más allá del sector energético y que ya el mandato de Ribera adoleció de una mayor ambición en las políticas medioambientales. En materia de descarbonización, por ejemplo, recuerdan la obligada revisión legal de los objetivos de reducción de emisiones en la Ley de Cambio Climático consecuencia de la actualización del PNIEC, pero también el retraso de España en la electrificación de su economía, particularmente de su movilidad, el desarrollo de las zonas de bajas emisiones o la puesta en marcha del sistema de evaluación y retorno de envases.
















