Un reciente análisis del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) y la Red de Investigación en Cronicidad, Atención Primaria y Promoción de la Salud (RICAPPS) ha puesto de manifiesto que la soledad y la convivencia con la persona a la que se cuida deterioran la salud y calidad de vida de los cuidadores mayores de 50 años. Este estudio se ha hecho eco en la revista ‘Scientific Reports’, destacando que uno de cada cinco españoles mayores de 50 años presta cuidados informales, lo que subraya la gran dependencia del sistema hacia estas ayudas no profesionales.
Amaya Bernal, de la Escuela Nacional de Sanidad del ISCIII y primera autora del estudio, apunta que la carga de este trabajo recae principalmente en mujeres. Las cuidadoras residentes, aquellas que viven con el cuidado, son generalmente de mayor edad y tienen una salud percibida más deteriorada, un consumo más elevado de medicación y mayores niveles de depresión comparadas con las cuidadoras no residentes o aquellas que no cuidan a nadie.
La investigación, que incluyó a 2.096 individuos, reveló que la soledad afecta de manera particularmente severa a las cuidadoras residentes, quienes reportan los niveles más bajos de calidad de vida. En contraste, las cuidadoras no residentes suelen ser más jóvenes y disfrutan de mayor independencia, lo que les permite un mejor acceso a actividades de ocio.
Los datos demográficos del estudio muestran que el perfil más común de cuidador es una mujer, en su mayoría con pareja y con un promedio de dos hijos. Las tareas que realizan varían, con un 80% dedicado a labores domésticas o personales y solo un 20% a gestiones burocráticas. Las consecuencias para la salud pública son claras, y las autoras enfatizan la necesidad de actuar sobre las cuidadoras residentes para mejorar su salud y calidad de vida, así como para combatir la soledad que las afecta profundamente.
