La doctora Arancha Vázquez Doce, encargada de rehabilitación en la Unidad de Ictus del Hospital Universitario de la Princesa y miembro de SERMEF, ha resaltado la hidroterapia como una herramienta “prometedora” para la recuperación de pacientes que han sufrido un ictus. Esta técnica se fundamenta en realizar ejercicios terapéuticos en el agua, dirigidos por expertos, que utilizan las características del entorno acuático, como la resistencia y la flotación, para ayudar a realizar movimientos que en tierra podrían ser extremadamente difíciles o imposibles.
“Pacientes que no son capaces de caminar sobre suelo firme logran dar pasos en el agua sin impedimentos, gracias al efecto de descarga de peso”, explicó la doctora Vázquez durante el Día Mundial del Ictus. Un reciente metaanálisis que examina diez estudios sobre la hidroterapia postictus muestra una mejora notable en el equilibrio y la calidad de vida de los pacientes comparados con quienes solo reciben tratamiento tradicional.
Además, se ha observado progreso en aspectos como la fuerza o la marcha, aunque estos aún no alcanzan una significación estadística, en parte debido a la diversidad de las investigaciones. No obstante, Vázquez ha señalado que esta terapia debe ser “personalizada” y supervisada por especialistas como parte de un abordaje integral. La hidroterapia generalmente se incorpora en la etapa subaguda de la rehabilitación, después de estabilizar al paciente, mostrando beneficios especialmente en quienes presentan secuelas motoras, desequilibrios o espasticidad.
El tipo de ejercicio puede adaptarse al paciente, incluyendo desde trabajo de fuerza hasta reentrenamiento de la marcha y ejercicios de terapia ocupacional en agua. La doctora Vázquez también ha destacado que no se deben usar programas acuáticos genéricos, pues podrían ser inadecuados o perjudiciales para individuos con daño neurológico.
“La hidroterapia puede ser muy beneficiosa, pero no es aplicable a todos los pacientes ni en todos los contextos (…) Se necesita personal especializado, instalaciones adecuadas y protocolos adaptados. No es viable como tratamiento sistemático para todos los pacientes con ictus, pero sí como recurso complementario allí donde esté disponible”, agregó Vázquez. Según SERMEF, entre un 20 y un 30 por ciento de los pacientes requerirá rehabilitación a largo plazo, siendo este un pilar esencial en la recuperación de personas con secuelas significativas.
El proceso rehabilitador, que debe comenzar «cuanto antes», puede durar generalmente entre tres y seis meses para alcanzar el máximo rendimiento funcional, adaptándose a las necesidades individuales del paciente desde un enfoque interdisciplinar. “La incorporación de recursos como la hidroterapia es un ejemplo del camino que debemos seguir: terapias seguras, basadas en la evidencia y centradas en mejorar la calidad de vida de las personas”, concluyó la especialista.















