Investigación en Bilbao señala a adolescentes como vulnerables a conductas autolíticas

Imagen de los autores del estudio que analiza en detalle avisos por conductas autolíticas registrados por SOS Deiak-112 en Bilbao entre 2022 y 2024AIDATU

Una reciente investigación focalizada en las alertas de suicidio en Bilbao subraya el incremento de incidencias entre los jóvenes de 18 a 20 años, y destaca a Begoña, un barrio de la capital vizcaína, como el área con la tasa más alta de conductas autolíticas por cada 1.000 habitantes, el doble que en Abando, el distrito con los menores registros.

Presentado coincidiendo con el Día Mundial para la Prevención del Suicidio, el estudio realizado por Cristina Blanco, doctora en Ciencias Políticas y Sociología y presidenta de Aidatu-Asociación Vasca de Suicidología, junto a los especialistas en Suicidología, Beñat Madariaga y Ander Iturriaga de la UPV/EHU, analiza 1.636 eventos reportados a SOS Deiak-112 entre 2022 y 2024, distribuidos equitativamente a lo largo de los años estudiados.

Los datos revelan que no hay patrones estacionales o mensuales claros en las conductas autolíticas, y que no se observan aumentos significativos durante las festividades o reducciones en primavera y verano. Además, se constata una distribución equitativa de llamadas entre hombres y mujeres, aunque en el grupo adolescente predomina el género femenino, representando entre el 70 y el 75% de las alertas.

Las incidencias están más concentradas en zonas de alta densidad poblacional y bajos indicadores socioeconómicos. Predominan en domicilios privados, especialmente entre mujeres, seguido por incidentes en vías públicas y, en menor medida, en centros sanitarios.

Cristina Blanco subraya que el suicidio es un «fenómeno social que necesita de datos precisos y estrategias de prevención bien coordinadas». Las conclusiones del estudio resaltan un incremento anual en las incidencias y sugieren la necesidad de implementar medidas de prevención específicas, sobre todo en jóvenes y adultos mayores.

El estudio también recomienda la implementación de programas de formación continua y multidisciplinar para los primeros intervinientes y la necesidad de una estrategia comunitaria para la detección precoz y la intervención en los barrios más afectados.

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