Carolina Torruella, psicóloga especializada en Discapacidad Intelectual y del Desarrollo en el Centro San Juan de Dios de Ciempozuelos, ha indicado que los individuos con discapacidad intelectual tienen un riesgo “significativamente superior” de padecer problemas de salud mental. Estos trastornos suelen manifestarse principalmente durante la adolescencia de los afectados.
“La prevalencia de trastornos mentales en este grupo se estima entre el 30 y el 50 por ciento, un porcentaje considerablemente superior al de la población sin esta discapacidad”, explicó Torruella. Según la experta, este aumento en el riesgo se debe a una combinación de factores biológicos, cognitivos, ambientales y comunicativos, entre otros, que conllevan desafíos adicionales como diagnósticos tardíos, mayor exposición al estrés ambiental y una susceptibilidad elevada a situaciones de abuso.
Además, Torruella añadió que la adolescencia de personas con discapacidad intelectual es particularmente complicada debido a la comorbilidad y vulnerabilidad social incrementadas, así como la influencia significativa de sus pares. “Los desafíos típicos de esta etapa se intensifican por las restricciones que impone la discapacidad intelectual, creando un entorno de complejidad mucho mayor”, añadió.
La especialista también destacó la “marcada sensación de incomprensión emocional” que reportan muchos pacientes, exacerbada por experiencias de abuso y negligencia. “Es común observar una sobrecarga familiar significativa, que genera tensiones y desestabiliza la convivencia”, indicó Torruella. Sara Villar, otra psicóloga del centro, reafirmó que estos factores impactan directamente en la salud mental y el autoconcepto de los afectados, elevando hasta cuatro veces la probabilidad de desarrollar una enfermedad mental en comparación con el resto de la población.
Respecto a la detección de trastornos, Alejandra Chanza, enfermera del centro, subrayó las dificultades debido al enmascaramiento diagnóstico. Eduardo Guevara, psicólogo en el CSJD, remarcó la importancia de estrategias de intervención que promuevan la integración y participación comunitaria, así como el trabajo con el núcleo familiar para facilitar la adaptación y el bienestar de estos jóvenes.










