Durante un aviso dirigido a los líderes del G20 este viernes, Winnie Byanyima, directora ejecutiva de ONUSIDA, destacó que las persistentes desigualdades en los países son una ‘amenaza’ que prolonga la crisis del SIDA y aumenta la vulnerabilidad mundial frente a futuras pandemias.
‘En un mundo desgarrado por la desigualdad extrema, nadie está a salvo. Los líderes del G20 deben abordar la emergencia de la desigualdad para construir un mundo más seguro para todos’, subrayó Byanyima con motivo de la próxima cumbre del G20 en Johannesburgo, Sudáfrica, donde hablará en representación del Comité Extraordinario de Expertos Independientes del G20 sobre la Desigualdad Global.
Un análisis del Comité indica que, entre 2000 y 2024, el 1 por ciento más rico del mundo se ha apropiado del 41 por ciento de toda la nueva riqueza generada, en contraste con el escaso 1 por ciento que ha llegado al 50 por ciento más pobre de la población.
Byanyima ha instado a tomar acciones inmediatas contra los pagos de intereses ‘inasequibles’ que enfrentan los países de ingresos bajos y medios, permitiendo así que sus gobiernos asignen los fondos necesarios para combatir el VIH, el SIDA y otras pandemias en un escenario de ‘drásticos recortes’ en la financiación por parte de los donantes.
Recordó que los países en desarrollo soportan deudas que alcanzan casi tres billones de euros, impidiendo que los gobiernos de ingresos bajos financien adecuadamente los sistemas de salud y los determinantes sociales de la salud.
Además, propuso la creación de un panel internacional sobre la desigualdad para apoyar a gobiernos y organismos multilaterales en el desarrollo de políticas nacionales e internacionales que aborden esta problemática.
Las investigaciones de estos grupos de expertos muestran que la alta desigualdad es una emergencia global que alimenta la inestabilidad política, frena la economía y debilita la salud pública. Además, incrementa la vulnerabilidad mundial a pandemias, aumenta su impacto económico y su letalidad, y prolonga su duración; a su vez, las pandemias agudizan la desigualdad, generando un ciclo vicioso de retroalimentación positiva.
‘La evidencia es inequívoca: primero, que la desigualdad es un peligro para el mundo, y que reducir las desigualdades dentro de los países y entre ellos hará que todos estemos más seguros; segundo, que estas desigualdades pueden superarse si los líderes actúan conjuntamente. La desigualdad no es el destino; es una desastrosa decisión política internacional colectiva que los líderes pueden optar por revertir ahora’, enfatizó Byanyima.
EL IMPACTO DE LA DESIGUALDAD DURANTE LA PANDEMIA DE COVID-19
Las investigaciones han demostrado que las personas sin educación básica en Brasil tenían varias veces más probabilidades de morir por COVID-19 que aquellas que completaron la primaria; mientras que en el Reino Unido, vivir en viviendas superpobladas se asoció con tasas más altas de mortalidad por COVID-19.
Este fenómeno de desigualdad se ha observado tanto en países de altos ingresos, capaces de aumentar el gasto sanitario y las medidas de mitigación económica, como en aquellos de ingresos medios y bajos, frenados por limitaciones financieras severas y obligados a esperar por las vacunas.
Finalmente, Byanyima elogió la iniciativa de Sudáfrica en el G20 para impulsar el progreso internacional en el acceso a medicamentos, la gestión de la deuda y la financiación, y su avance hacia la cobertura sanitaria universal a través del Seguro Nacional de Salud.











