La Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL-CCC) ha avisado este jueves de que la dificultad para tragar alimentos afecta a alrededor del 20 por ciento de las personas de edad avanzada en España. Este trastorno, conocido como disfagia orofaríngea, está «profundamente» infradiagnosticado y su presencia es cada vez más frecuente en la población mayor.
Aunque muchos tienden a interpretar la tos al comer como un simple reflejo sin importancia o un «despiste» puntual, los especialistas de la SEORL-CCC recuerdan que, cuando se repite con frecuencia, puede indicar una alteración en la coordinación de los mecanismos que dirigen el alimento de forma segura hacia el esófago.
Esta disfunción implica estructuras anatómicas muy complejas, como la boca, la lengua, la faringe y la laringe, y repercute no solo en la capacidad de alimentarse con normalidad, sino también en la salud respiratoria y en la calidad de vida. En los casos no tratados puede desembocar en neumonías, malnutrición, episodios de atragantamiento severos y un deterioro funcional más rápido.
El porcentaje de personas con algún grado de disfagia aumenta «significativamente» entre quienes padecen enfermedades neurológicas como ictus, párkinson, esclerosis múltiple, ELA o distintos tipos de demencia, así como en pacientes sometidos a tratamientos oncológicos o a cirugías en la región de cabeza y cuello.
Sin embargo, los expertos insisten en que el problema continúa infradiagnosticado. Entre las razones, señalan que las primeras manifestaciones suelen ser leves o intermitentes y pasan desapercibidas, y que numerosos pacientes tienden a ocultarlas por «vergüenza, miedo o desconocimiento».
Desde la SEORL-CCC subrayan que «la disfagia no es un diagnóstico, sino un síntoma con múltiples causas, que requiere un abordaje especializado y sistemático si se pretende evitar la progresión hacia complicaciones potencialmente graves».
La deglución, posible marcador del envejecimiento
Dado que masticar y tragar de forma segura exige la activación perfectamente coordinada de músculos, nervios y estructuras implicadas en la respiración, la organización propone considerar la función de la deglución como un auténtico biomarcador del envejecimiento.
En esta línea, explica que su deterioro puede convertirse en uno de los primeros indicadores de fragilidad, incluso antes de que aparezcan otras limitaciones físicas. Por ello, incorporar la evaluación de la deglución en los programas de seguimiento de las personas mayores y en las estrategias de prevención de la dependencia ayudaría a detectar problemas que «hoy pasan inadvertidos hasta fases avanzadas».
Entre las causas de la disfagia orofaríngea figuran las alteraciones musculares, en las que la pérdida de fuerza o de coordinación del aparato deglutorio, muy habitual con el envejecimiento, incrementa el riesgo de aspiración; los trastornos neurológicos que afectan directamente a los centros cerebrales que controlan la secuencia de tragar; y las lesiones, cicatrices o procesos inflamatorios en faringe y laringe derivados de tumores, radioterapia, cirugías previas, traumatismos o infecciones.
Los especialistas destacan que identificar el origen concreto del problema permite seleccionar el abordaje más adecuado. En la actualidad, el tratamiento puede ir desde la rehabilitación logopédica intensiva, las maniobras de compensación y la adaptación de la textura de los alimentos, hasta la estimulación neuromuscular, determinadas intervenciones quirúrgicas o dispositivos destinados a mejorar el cierre laríngeo.
Señales de alarma y diagnóstico
Entre los principales signos de alerta se incluyen la tos repetida al tragar, la sensación persistente de que la comida se queda atascada, la voz húmeda tras las ingestas, la pérdida de peso sin causa aparente, el cansancio durante las comidas, la necesidad creciente de triturar los alimentos o evitar los líquidos, así como las infecciones respiratorias recurrentes.
El diagnóstico puede establecerse mediante pruebas específicas como la endoscopia de la deglución o la videofluoroscopia, que permiten localizar con precisión en qué fase del proceso se produce la alteración. La SEORL-CCC recalca que una detección temprana puede resultar «decisiva» para mantener la autonomía, la seguridad y la calidad de vida de los afectados.
Por este motivo, la sociedad científica anima a familias, cuidadores y profesionales del ámbito sanitario y sociosanitario a mantenerse «especialmente atentos» a cualquier cambio en la forma de comer de las personas mayores, ya que en muchas ocasiones no expresan sus dificultades hasta que el problema se ha hecho evidente.
Además, recomienda instaurar hábitos sencillos, como masticar despacio y fraccionar los alimentos en trozos pequeños, asegurar una hidratación adecuada que favorezca el desplazamiento del bolo alimentario, evitar distracciones o conversaciones mientras se come y extremar la higiene oral de manera meticulosa.










