Belén González Glaría, coordinadora del grupo de demencias de la Sociedad Navarra de Geriatría y Gerontología, ha señalado durante un seminario web de la Confederación Española de Alzheimer y otras Demencias (CEAFA), que la soledad y el aislamiento ejercen un “gran impacto” en la probabilidad de que una persona desarrolle demencia.
“La demencia no es una consecuencia inevitable del envejecimiento. Los estilos de vida, y en especial el contacto social, pueden modular el riesgo de desarrollarla o retrasar su aparición”, afirmó González Glaría, médico geriatra en el Hospital Universitario de Navarra y miembro de la SEGG.
La especialista destacó que la soledad no deseada está vinculada con un incremento en el riesgo de padecer demencia, depresión, enfermedades cardiovasculares y reduce la esperanza de vida, además de representar un coste económico “significativo”, estimado en más de 14.000 millones de euros en 2021.
González Glaría indicó que esta soledad no deseada es “especialmente prevalente” entre mujeres mayores de 65 años y ha escalado a un nivel de “epidemia global” que afecta a individuos de todas edades, géneros y estratos socioeconómicos. En España, los hogares unipersonales ya constituyen el 28 por ciento del total.
Además, resaltó que la participación en actividades sociales y el mantenimiento de relaciones significativas pueden prevenir o retrasar el inicio de la demencia. Por eso, pidió que el combate contra la soledad no deseada sea una “responsabilidad compartida” y abogó por políticas que fomenten el contacto social y financien iniciativas comunitarias.
Finalmente, resaltó la necesidad de garantizar apoyo continuo a lo largo de la enfermedad, asegurando el bienestar tanto del individuo con demencia como de su entorno cuidador, “independientemente de su situación cognitiva o funcional”.