Un trabajo de la University College de Londres (UCL) sobre los patrones de consumo de nicotina en Reino Unido ha puesto de manifiesto que, pese al descenso del uso de cigarrillos convencionales de combustión, la utilización global de nicotina no se ha reducido, sino que incluso ha aumentado.
En cualquier caso, la investigación concluye que “priorizar la reducción de daño sobre la reducción de la prevalencia de la nicotina es probablemente la manera más efectiva de proteger la salud pública”, según señaló la responsable del estudio, la profesora Sarah Jackson, integrante del departamento de investigación sobre alcohol y tabaco de la UCL, una institución con un peso histórico en el diseño de las políticas públicas.
La especialista admite que, si la prevalencia del consumo de nicotina continuase al alza, podría llegar un punto en el que el impacto poblacional obligase a replantear la estrategia, aunque considera este escenario “probablemente imposible”. Así lo expresó durante su intervención en la Cumbre sobre el cigarrillo electrónico celebrada en el Colegio Oficial de Médicos de Londres.
Ese énfasis en la reducción del daño frente a la mera disminución de la prevalencia del consumo de nicotina “no significa”, explicó Jackson, “olvidar a los niños” y subrayó que, “por supuesto, proteger la salud de los jóvenes es una prioridad muy importante”.
Sin embargo, sostuvo que “la reducción de daños y la protección de los jóvenes es una dicotomía falsa”, dado que “los jóvenes también se benefician de la reducción de daños”. “Tanto directamente, cuando la gente que fuma cambia a productos menos dañinos, como indirectamente, a través de la reducción de la exposición a fumar provocado por los padres”, indicó.
Jackson insistió en que “es importante que las políticas reflejen el daño relativo que realizan los diferentes productos de nicotina” y en la necesidad de respaldar a quienes van a seguir consumiendo nicotina. “En Reino Unido, las patentes actuales de productos de nicotina presentan una oportunidad única en la historia del control del tabaco”, afirmó.
El vapeo se encamina a superar al cigarrillo tradicional
La investigadora apuntó que las tendencias “sugieren que el vapeo podría gradualmente reemplazar al cigarrillo como la forma más común de uso de nicotina en Inglaterra”, algo que atribuye a haber situado “correcta en la balanza entre minimizar el alcance entre las personas que no fumarían y apoyar la reducción del daño”.
En este sentido, Jackson detalló que la “oportunidad” que detecta se relaciona con los datos autodeclarados por los consumidores: “de alrededor de 6 millones de fumadores adultos, sobre 2 también vapean. Y dentro de este grupo, 600.000 personas vapean diariamente, pero no fuman cigarros diariamente. Sería relativamente fácil apoyar a estas personas y que dejen definitivamente el cigarrillo”, consideró.
“Si este grupo de personas tuviera un entendimiento más acertado sobre los riesgos relativos, evidenciaría que las alternativas son menos dañinas que el cigarrillo convencional”, lo que, a su juicio, facilitaría que abandonasen por completo el hábito más perjudicial.
Por otro lado, el estudio constata que las transiciones resultan más complejas entre quienes superan los 45 años, aunque también se observan cambios. La dificultad se incrementa especialmente en mayores de 65 años, un colectivo sobre el que existe “mayor incertidumbre” en cuanto a si los nuevos productos sin combustión pueden generar un beneficio relevante.
Una ocasión histórica para hacer que fumar sea “obsoleto”
Para cerrar la jornada intervino el hasta este año responsable del programa de control del tabaquismo de Reino Unido, ahora jubilado, Martin Dockrell, quien destacó que nos encontramos en un “tiempo con una oportunidad única: donde realmente se puede hacer de fumar algo obsoleto”.
Todo ello, remarcó, sucede pese “a la creciente desconfianza en la ciencia y la salud pública, así como a las percepciones erróneas sobre la nicotina”, factores que, advirtió, pueden “poner en riesgo el proceso”. “Pero las tecnologías seguirán evolucionando y el comportamiento humano responderá y moldeará la evolución de esos productos”, añadió.
Dockrell concluyó recordando que la “salud pública es una cruzada moral, pero no una de conformidad, sino un viaje junto a las personas para ayudarlas a vivir la más saludable y feliz versión de sus vidas posibles”.











