¿Dónde estaban sus Señorías? Diputados y senadores recuerdan cómo vivieron la muerte de Franco

Se cumplen 50º años del fallecimiento del dictador. Demócrata repasa con diputados, miembros de la Mesa de la Cámara Baja y senadores de la XV Legislatura cómo vivieron aquel día clave para la historia de España y posterior conquista de la democracia

Ilustración | Lucía Gutiérrez

Según las crónicas de la época, el parte médico de Franco del 19 de noviembre de 1975 fue un claro preaviso de que el «hecho sucesorio» era cuestión de horas. Todo lo que podía fallar en la salud del dictador lo estaba haciendo y no había vuelta de hoja posible. El 20 de noviembre (20N), a las 04:58 de la madrugada, Europa Press lanzó el teletipo confirmando su muerte.

La radio cesó los «ritmos bailables» y la música clásica marcó el compás del amanecer. Franco había muerto. Los teléfonos no dejaban de sonar y las rotativas funcionaban como nunca, pero por si quedaba algún escéptico, a las diez mañana Arias Navarro se coló en todos los hogares a través de TVE.

Se cumple medio siglo de aquel día. El primer día de un capítulo en la historia de España que aún estaba por escribir y en el que la llegada de la democracia solo entraba en la cabeza de los más idealistas. Cinco décadas después del fallecimiento del dictador que mantuvo España bajo un régimen durante cuarenta años, Demócrata recuerda con diputados y senadores de la XV Legislatura cómo y dónde estaban el 20N de 1975.

Alargar la agonía

«¡Qué largo es el camino! ¡Qué larga espera!» cantaba Julio Iglesias en La carretera. Así le pilló la noticia de la muerte de Franco a Agustín Santos, diputado de Sumar y exrepresentante permanente de España ante la ONU. Aquella mañana, Santos se recuerda en el coche conduciendo hacia el aeropuerto de Barajas a recoger a un familiar.

Aeropuerto que, paradójicamente, acabaría siendo bautizado con el nombre de una figura clave de la Transición a la democracia como fue Adolfo Suárez, y que aquel 20N solo podían vislumbrar los más optimistas. «¡Qué largo es el camino! ¡Qué larga espera!», debió pensar al conocer la noticia el diputado de Sumar que, aunque por entonces apenas estrenaba la veintena, ya tenía una clara conciencia política.

«Teníamos por delante graves conflictos y un cambio en la correlación de fuerzas» rememora Santos para Demócrata, que además, en la previa al «hecho sucesorio» había estado recibiendo noticias desde el hospital de La Paz, ya que otra familiar suyo trabajaba muy cerca del ala que se había cerrado para asistir al dictador y «alargar su agonía».

En esta línea también van los recuerdos, «aunque han pasado muchos años», de la diputada del PP y exministra de Medio Ambiente, Elvira Rodríguez. «Teníamos la sensación de que se estaba manteniendo a alguien con vida de forma inexplicable», apunta en declaraciones a este medio la popular. Como Santos, Rodríguez, también estaba aquella jornada en Madrid y al pensar en el 20N le viene a la memoria la imagen de miles de ciudadanos pasando por delante del féretro de Franco.

La exministra tenía entonces 26 años, y a su juicio, ese trajín en el Palacio Real lo que ponía de manifiesto es que «los españoles somos fetichistas y morbosos».

Más allá de la M-30

«El centro del mundo en aquel momento era Madrid», afirma el senador del PSC Gabriel Colomé, que vivía en Barcelona en noviembre de 1975 y que al ser preguntado por el ambiente en las calles, señala que todas las grandes movilizaciones se produjeron en la capital.

«En aquel momento estaba estudiando COU e iba a una academia en la Vía Laietana. La ventana de la clase daba al edificio de La Caixa y durante las semanas que estuvo ingresado Franco, antes de empezar la clase el profesor de historia pedía a un compañero que mirara el estado de la bandera por si estaba a media asta», rememora.

Esa mañana, la del 20N, Colomé puso la radio y sonaba música clásica, «intuimos que aquello ya estaba» sostiene. A partir de ahí, todo fueron dudas asegura en Demócrata el senador: «Nos preguntamos qué hacer, si ir o no la academia; mis padres tenían una tienda y no sabían si abrir o no. Finalmente abrieron, pero claro, no sabían cómo actuar. La gente tenía mucha precaución y mucho miedo por no saber lo que venía ahora».

Colomé, que se define como «optimista antropológico», vio en el discurso de proclamación del Rey Juan Carlos I ante las Cortes «un esbozo de las líneas maestras de la que sería la futura Transición». Criado en Bruselas y en un entorno socialdemócrata hasta los 14 años, el senador confiaba en que «los colores de la democracia» que había conocido, llegarán al «país gris» en el que ahora vivía.

Por su parte, a su compañero de bancada, Manuel Mirás, el 20N le pilló en su casa de A Coruña y reconoce que en ese momento «le costaba ver la luz»: «Me sentía profundamente deprimido. No veía claro qué podía pasar ni si su muerte supondría realmente un cambio; temía que todo siguiera igual».

A pesar del desconcierto que le inundó, Mirás decidió ponerse en contacto con unos amigos: «Acabamos saliendo a tomar una mariscada para celebrar. Los más mayores estaban convencidos de que la democracia llegaría».

Aquella comida que no ha podido olvidar, la compartió con amistades de la universidad y del mundo de la música: «Yo tocaba en un grupo pero tuve que dejarlo en la primavera de 1975 porque reivindicábamos, aunque de forma subjetiva y artística, la libertad democrática, y eso bastaba para ponernos en el punto de mira».

Unos adolescentes

«Triste, oscuro, encapotado y frío, como era la España que yo vivía en aquel tiempo». Con estas palabras inicia Isaura Leal, diputada del PSOE y Secretaria Segunda de la Mesa, su relato de aquel día, en el que una joven de 16 años, que vivía en Valladolid y estudiaba en COU, asistió a un momento clave la historia nacional.

«Aquel día, llegamos a primera hora de la mañana y se habían suspendido todas las clases. Había muchas ganas de libertad, pero también mucho silencio y mucho miedo», declara Leal que describe el Valladolid de esa época como «una ciudad industrial y universitaria, que vivía en sus calles el movimiento obrero y en cuyas facultades se palpaba el espíritu de los movimientos antifranquistas».

De conciencia política temprana, ya en 1975 formaba parte de un movimiento estudiantil: la Unión Democrática de Estudiantes de Enseñanza Media. «Allí había jóvenes de todo tipo, algunos más cercanos al PCE o a CCOO y UGT. Empezamos a hablar unos con otros y a escuchar Radio Pirenaica», afirma en conversación con este medio.

También en Castilla y León, pero en una provincia más al sur, en Salamanca, se encontraba José Antonio Bermúdez Castro, diputado del PP y Vicepresidente Segundo de la Mesa. Bermúdez Castro, como Leal, también era un adolescente y lo que más recuerda de aquella jornada es el hecho de que no hubiera clases.

Desde la lejana Europa

El senador de ERC, Joan Queralt, estaba ese 20 de noviembre de 1975 en Munich. La estancia de Queralt en Alemania era fruto de sus trabajos para el doctorado y no regresaría a España hasta 1977. El día que murió Franco, nevaba en la ciudad germana y fue con varios amigos españoles a celebrar el acontecimiento: «Tengo un recuerdo plástico de aquel día muy bueno, para todos los que estábamos de alguna u otra forma implicados -en la lucha antifranquista- fue una alegría».

El senador republicano añade que desde España, lo que les «llegaba era una sensación de alegría y de alborozo, pero también había algunos con intranquilidad. Nosotros como catalanes, nos preocupaba cómo iba a evolucionar los procesos contra dirigentes catalanes, y cómo la nueva España iba a recibir el ‘hecho diferenciador’ de Cataluña».

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