No había tiempo que perder y la maquinaria del Estado funcionó como un reloj. Aunque el art.7 de la Ley de Sucesión, preveía la proclamación de un nuevo Jefe del Estado «dentro del plazo de ocho días desde aquel en que se produzca la vacante», apenas 48 horas después de la muerte de Franco, España ya «cargaba» sobre unos nuevos hombros. El hasta entonces Príncipe Juan Carlos, fue proclamado Rey un 22 de noviembre de 1975.
Mientras la mitad de los españoles todavía lloraban el fallecimiento del dictador y la otra España celebraba con la respiración contenida, la Carrera de San Jerónimo se convirtió en el primer escenario del cambio que estaba por venir y definir.
De Armada al crucifijo
De la Puerta del Sol hasta la Plaza de Neptuno, miles de ciudadanos aguardaban la llegada de la Familia Real en una mañana soleada. El protocolo estaba «atado y bien atado», y tras el baño de masas de los Príncipes hicieron entrada en el Palacio del Congreso de los Diputados. Dentro les esperaban en torno a 1.500 personas y los más altos cargos del búnker.
Juan Carlos I lucía en su solapa el Toisón de Oro. El mismo reconocimiento que ahora, 50 años después, el Rey Felipe VI que entonces tenía siete años, entregará a su madre, la reina Sofía. También lo recibirán Felipe González, Miquel Roca y Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, que en noviembre de 1975 solo podían anhelar la democracia que con su actuación en la Transición acabaron construyendo.
De vuelta a aquella jornada que quedó para la historia, Juan Carlos I tenía en sus manos la complicada tarea de aparentar continuidad con sus palabras, pero también de mostrar alguna gesto de aperturismo. A las 12.35 de la mañana, juró como Rey ante el Pleno de las Cortes, el Gobierno, el Consejo del Reino y de la Regencia, al frente del cual estaba Alejandro Rodríguez de Valcárcel.
Junto a los atributos de la realeza, el centro y la corona, con la mano derecha extendida sobre los Evangelios, el monarca certificó su adhesión a los Principios del Movimiento. En una segunda fila y manteniendo un perfil discreto, se encontraba en el estrado del hemiciclo Alfonso Armada, en calidad de Jefe de la Secretaria de la Casa del Príncipe.
Armada, sería junto a al Teniente Coronel Fernando Tejero, el hacedor de la intentona golpista del 23 de febrero de 1981, que puso en jaque la democracia, hizo temblar a la Corona y terminó por asentar la monarquía parlamentaria, gracias a la intervención del Rey Juan Carlos en televisión esa madrugada.
Claves del discurso
Ya como Rey, Juan Carlos I tomó la palabra. Enfrente cientos de procuradores y los poderes del Estado; desde la distancia, millones de españoles que no sabían qué esperar de su nuevo jefe del Estado.
«En esta hora cargada de emoción y esperanza», el monarca aseguró que una «figura excepcional» entraba en la Historia. «Franco será ya un jalón del acontecer español y un hito al que será imposible dejar de referirse para entender la clave de nuestra vida política contemporánea», afirmó Juan Carlos suscitando el aplauso más caluroso de todo su discurso. Aunque la referencia fue temprana, apenas había leído tres párrafos, lo cierto es que el Rey no volvió a mencionar a su antecesor. Quien años atrás le había designado situado en la línea de sucesión.
«No queremos ni un español sin trabajo, ni un trabajo que no permita a quien lo ejerce mantener con dignidad su vida personal y familiar»
España no entraría en la Comunidad Económica Europea (CEE) hasta 1986, pero el nuevo Jefe del Estado que procuraba (y siempre procuró) estar bien relacionado en el extranjero, sabía que el futuro del país pasaba por poner la mirada en el viejo continente: «Europa deberá contar con España y los españoles somos europeos. Que ambas partes así lo entiendan y que todos extraigamos las consecuencias que se derivan, es una necesidad del momento».
Trabajo y participación
En su discurso, el monarca también hizo alusión a una de las principales preocupaciones de los españoles a mediados de los setenta: el empleo. En la sociedad del momento, era muy frecuente el pluriempleo ante la ausencia de puestos de trabajo lo suficientemente remunerados para vivir solo de ellos. «No queremos ni un español sin trabajo, ni un trabajo que no permita a quien lo ejerce mantener con dignidad su vida personal y familiar», aseveró, logrando una nueva ola de aplausos.
Por otro lado, aunque pudiera pasar inadvertido aquel 22 noviembre de 1975, con el tiempo fue cobrando sentido esta alusión de Juan Carlos I a la «sociedad libre y moderna»: «Requiere la participación de todos en los foros de decisión, en los medios de comunicación (…) Hacer cada día más cierta y eficaz esa participación debe ser una empresa comunitaria y una tarea de Gobierno».
50 años después
En la previa a este aniversario, el Congreso acoge un coloquio presidido por los Reyes sobre el papel de la Corona en el tránsito a la democracia. Un acto moderado por los periodistas Iñaki Gabilondo y Fernando Ónega, y en el que intervendrán la catedrática de Ética Adela Cortina, el catedrático de Historia Juan Pablo Fusi, el expresidente del Senado Juan José Laborda y la directora del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Rosario García Mahamut.
Está previsto que para concluir, el Rey Felipe VI tome la palabra y se dirija hacia los asistentes, entre los que se espera una alta representación del Estado. No estará, sin embargo, el protagonista del hito que se conmemora: el Rey Juan Carlos.
El monarca emérito, muy cuestionado tras la publicación de sus memorias, no ha sido invitado al acto oficial, aunque sí asistirá a un almuerzo familiar mañana en el Palacio del Pardo. La última vez que Juan Carlos I estuvo en el Congreso fue en 2018 en el 40 aniversario de la Constitución, cuando recibió una gran ovación por parte de las Cortes. Desde junio de 2019 Juan Carlos I está retirado de la actividad oficial.
Monarquía y bipartidismo
Si estaban invitados, pero han decido no asistir, la mayoría de los grupos parlamentarios. El último en anunciarlo fue Vox, cuya portavoz en la Cámara Baja, Pepa Millán, justificó esta ausencia alegando que este y el resto de actos previstos no suponen “un homenaje a la democracia, ni a la Transición ni al Estado de Derecho”. Pues a juicio de Millán, todo se trata de “una oda al régimen totalitario de Sánchez, una trampa donde se van a ensalzar todas estas leyes, toda esta ideología que lo que hace es dividir y enfrentar a los españoles en nombre de su sectarismo”.
En las semanas previas, Sumar, ERC, Junts, Bildu, PNV y el Bloque Nacionalista Galego (BNG) ya habían declinado la invitación. En consecuencia, únicamente habrá miembros del PP y del PSOE arropando a la Familia Real en una fecha tan señalada para la monarquía parlamentaria.
