«Sonando ráfagas de metralleta, queda interrumpida la sesión». Así concluye el Diario de Sesiones del 23 de febrero de 1981. El Pleno tenía previsto investir a Leopoldo Calvo-Sotelo como presidente del Gobierno. La entrada del teniente coronel Antonio Tejero acompañado de un grupo de guardia civiles pistola en mano lo impidió.
Sus Señorías estuvieron retenidas en el hemiciclo más de 17 horas, pero el golpe de Estado fracasó y los diputados fueron liberados la mañana del 24 de febrero y la sesión se reanudó el 25. Dos días más tarde de lo previsto, Calvo-Sotelo fue investido presidente en una jornada cargada de simbolismo, pero no exenta de polémicas.
De inicio, si los disparos de Tejero interrumpieron la votación final, el Pleno no continuo en ese punto, sino que se volvió a dar la palabra al candidato y diez minutos a cada Grupo para fijar su posición final. Una decisión de la Presidencia de la cámara que no compartían en el PNV.
Iñigo Aguirre, diputado de la formación nacionalista, expresó en su turno el deseo de su formación de continuar el pleno con toda normalidad. No con la idea de ocultar o ignorar lo sucedido, insistió, «sino para situar la labor del Parlamento en sus auténticas dimensiones, no aceptando en ningún caso un cambio de planes que pudiera ser interpretado como cesión al chantaje, a la intolerancia a la que todas SS. SS. se han visto sometidos».
Aguirre también lamentó la ausencia de su portavoz habitual, Marcos Vizcaya. «Situaciones como las vividas por todos ustedes motivarán su ausencia provisional, en la seguridad de que, reanudadas las sesiones, se incorporará de nuevo a su papel», aclaró su sustituto provisional.
Brevedad y dignidad
La intervención inicial de Calvo-Sotelo, también fue cuestionada por algunos partidos de la oposición.
Santiago Carrillo, líder del Partido Comunista, consideró que las palabras del candidato habían sido «breves y dignas«, pero que no daban «seguridad a un país alarmado». Unos adjetivos, compartidos también por Manuel Fraga, presidente de Alianza Popular (AP).
«Tras las breves y dignas palabras del señor candidato, que no han podido ser más dignas, aunque también con toda franqueza, no han podido ser más breves (Risas), nos hubiera gustado escucharle por más tiempo sobre algunos temas importantes», afirmó Fraga.
Instantes después Fraga anunció que su grupo pasaba de la «abstención matizada» de la primera votación de la investidura al «sí con condiciones». Un cambio de postura que solo se produjo en AP y en Minoría Catalana. Aunque en el caso de los catalanes sus votos no eran imprescindibles para que Calvo-Sotelo saliese investido presidente.
Hecho en el que incidió su portavoz Miquel Roca para defender la decisión tomada. «Cuando usted no nos lo pide, en este momento en el que su investidura está asegurada, en este momento en que ya no hay posibilidad para nadie de pensar en contraprestaciones de ningún tipo (…) nuestra interpretación de la lectura democrática nos obliga en este momento a decirle que nosotros (…) vamos a votar a favor de su investidura«, señaló el catalán.
Sesión de grandes emociones
Paralelamente a las cuestiones puramente propias de una sesión de investidura como la que se estaban produciendo, el hemiciclo vivió aquel 25 de febrero de 1981 una jornada muy emotiva. El pleno arrancó con unas palabras del presidente del Congreso, Landelino Lavilla. En un discurso que logró en varios momentos el aplauso unánime de la cámara.
Por ejemplo, al afirmar que era momento de «proclamar nuestra fe en el orden constitucional y declarar paladinamente que hoy un auténtico grito de ¡Viva España! no encierra una verdad distinta que la de ¡Viva la Constitución! o ¡Viva la democracia!».
Lavilla también tuvo palabras de recuerdo para los periodistas a los que agradeció la buena labor comunicativa con la que contribuyeron a la «serenidad de dentro y fuera de la cámara«. Y según recoge el Diario de Sesiones, «los diputados, puestos en pie y mirando hacia la tribuna de los medios de comunicación, les dedicaron grandes aplausos».
Tampoco se olvidó el presidente del Congreso de los trabajadores de la Cámara por mantener «su eficiente y leal servicio en circunstancias tan anormales». Reconocimientos y agradecimientos en los que insistirían posteriormente diversos diputados. Como Carrillo, que lanzó un saludo desde la tribuna a todo el personal «de esta casa que durante esas horas de incomunicación encontró la forma de manifestarnos su solidaridad y su apoyo».
Gran consenso generó también algunas de las afirmaciones de Felipe González, el líder de la oposición: «La democracia tiene, desgraciadamente, a partir de ahora, una fecha y un símbolo«. «La fecha es el 23 de febrero y el símbolo el intento de destruir las libertades», prosiguió logrando aplausos incluso en la bancada del Grupo Centrista.
En primera persona
Aunque apenas habían sucedido 48 horas desde la intentona golpista, los diputados mejor que nadie eran conscientes de su trascendencia. Calvo-Sotelo quiso dar testimonio de ello nada más tomar la palabra, «esta tribuna, desde la que el lunes y el martes se amenazó tan gravemente a la democracia española, vuelve a ser hoy la tribuna de la libertad«.
«Los hechos ocurridos tienen una dimensión histórica (…) pero han sido, también, historia personal para todos nosotros, reunidos aquí durante un Pleno largo, solidario, silencioso, que nos ha enriquecido a todos mucho», añadió el entonces candidato a la presidencia del Gobierno.
Sobre la relevancia de haber vivido en primera persona ese suceso también habló Fraga. «Hemos pasado en horas próximas y en este mismo lugar, unas horas históricas y sinceramente creo que dignas de ser vividas (…) las más inolvidables y emocionantes de mi vida», sentenció el diputado con una larga trayectoria política.
Sin embargo, no todos los presentes se mostraban partidarios de centrar el protagonismo en sí mismos.
En esta línea se pronunció Alejandro Rojas-Marcos, del Partido Andalucista, «podríamos cometer un gravísimo error si creyéramos que el significado de lo ocurrido, el significado más importante, está en nuestra propia vivencia emocional -que, evidentemente, ha sido importante- o en lo que pudo ocurrir y no ocurrió».
186 votos afirmativos
Finalmente en cumplimiento del art. 99 de la Constitución, Calvo-Sotelo fue investido presidente del Gobierno en segunda vuelta tras haber obtenido la confianza del Congreso.
Tras la votación nominal y pública de todos los diputados Lavilla anunció el resultado: 344 votos emitidos, 186 a favor y 158 en contra. Así se convirtió Leopoldo Calvo-Sotelo en el segundo presidente de la joven (y por unas horas en riesgo) democracia española.
Problemas técnicos en las votaciones Una vez investido Leopoldo Calvo-Sotelo presidente del Gobierno, se siguió con el orden del día previsto para el Pleno. El siguiente punto fue el debate de totalidad de un Real Decreto-Ley sobre el régimen jurídico de las Corporaciones Locales. A pesar de la aparente normalidad, hubo detalles que daban fe de la intentona golpista sucedida dos días antes. Tras la votación el vicepresidente del Congreso hizo la siguiente aclaración: "Si los señores Diputados han visto que uno de los cuadros electrónicos en los que se refleja la votación no se enciende, es que debe tener una avería producida por los acontecimientos de anteayer. Ruego disculpen".