Un equipo científico de la Universidad de Córdoba (UCO) ha desarrollado una investigación que saca a la luz las relaciones subterráneas entre hongos y oomicetos en una veintena de dehesas andaluzas. El trabajo permite señalar al agua como factor clave que impulsa la diversidad de microorganismos y aporta nuevos datos sobre el patógeno responsable de “la seca” de la encina.
Tal y como recoge la UCO en una nota informativa, las dehesas esconden mucho más de lo que muestran sus paisajes de encinas y pastos característicos de la España rural. Bajo esa superficie se despliega un universo microbiano en el suelo que condiciona la estabilidad y el buen funcionamiento del ecosistema. Aunque estas comunidades resultan esenciales para el mantenimiento de la vida, su estructura y los elementos que explican su presencia en estos sistemas agroforestales siguen sin conocerse en profundidad.
Con la intención de avanzar en el conocimiento de este entorno oculto, el grupo de investigación Evaluación y Restauración de Sistemas Agrícolas y Forestales (Ersaf) de la UCO ha analizado las comunidades microbianas de una veintena de dehesas andaluzas situadas en contextos climáticos diferentes, como el Valle de los Pedroches (Córdoba) y la sierra de Aracena (Huelva). El trabajo se ha centrado en estudiar las interacciones entre hongos y oomicetos, un conjunto de organismos emparentados pero distintos de los hongos, presentes en la rizosfera de las encinas, es decir, en la franja de suelo más próxima a las raíces y bajo su influencia directa.
Para ello, según detalla Katherine Onoszko, primera firmante del estudio, el equipo ha recurrido a una técnica de secuenciación de ADN de alto rendimiento denominada “Metabarcoding”, que posibilita identificar simultáneamente múltiples organismos en una sola muestra mediante marcadores genéticos concretos y herramientas bioinformáticas.
El examen de todas las muestras ha permitido al grupo de investigación no sólo trazar patrones y establecer comparaciones entre áreas, sino también vincular variables climáticas y topográficas con este universo microscópico subterráneo, donde en apenas dos gramos de suelo pueden convivir entre 800 y 1.200 especies de hongos.
Mirar al suelo con esta metodología ha servido para confirmar varias hipótesis. Más allá del peso de las especies vegetales dominantes y de otros condicionantes, la disponibilidad de agua se revela como el factor principal que impulsa la diversidad microbiana, sobre todo en el caso de los hongos.
“Dentro de una región climática más o menos similar y con la misma composición del suelo podría esperarse que la comunidad fúngica fuera muy parecida. Sin embargo, hemos observado que incluso pequeñas diferencias de precipitaciones y variaciones en la disponibilidad de agua en el suelo marcan la diferencia e influyen muchísimo en la comunidad fúngica”, ha afirmado el investigador Pablo González, otro de los autores de la investigación.
Factores que condicionan a hongos y oomicetos
Aunque el agua es el elemento más decisivo para los hongos, en el caso de los oomicetos su composición está más condicionada por las interacciones entre especies. Un ejemplo representativo es “Phytophthora cinnamomi”, conocido por ser el responsable de “la seca” de la encina y el alcornoque, un patógeno que inquieta a la comunidad científica por su fuerte presencia en las dehesas y al que el equipo ha prestado especial atención.
Los resultados del estudio, en línea con trabajos previos del mismo grupo, indican que el microorganismo que causa “la seca” prolifera con mayor facilidad en suelos empobrecidos y con menor riqueza de especies, mientras que en suelos más diversos su capacidad de infección disminuye.
El hecho de que este patógeno sea en realidad un “mal competidor” abre la puerta a nuevas líneas de trabajo orientadas a combatir “la seca” mediante la introducción de otros microorganismos beneficiosos que refuercen la biodiversidad, especialmente en un contexto “en el que el uso de fitosanitarios está cada vez más restringido y la tendencia se dirige hacia la implementación de enmiendas biológicas”, ha explicado Francisco Ruiz, otro de los autores que ha participado en la investigación. En cualquier caso, como subraya el investigador, el diseño de estrategias eficaces pasa por conocer con detalle las comunidades microbianas presentes en cada lugar.
A partir de este conocimiento, será posible aplicar medidas adaptadas a las necesidades concretas de cada dehesa, unos ecosistemas de alto valor ecológico en los que la salud del sistema comienza literalmente en el suelo.