Dos jabalíes hallados muertos en la sierra de Collserola (Bellaterra, Barcelona) han dado positivo por peste porcina africana (PPA) —el primer foco detectado en España desde 1994—, lo que ha provocado restricciones inmediatas, movilización de la Unidad Militar de Emergencias (UME) y, sobre todo, una pregunta con sobresalto: ¿puede un simple bocadillo abandonado, posible responsable del brote, poner en jaque 25.000 millones de euros del sector porcino español?
Qué ha pasado
El 26 de noviembre fueron encontrados dos jabalíes muertos en Collserola que dieron positivo por peste porcina tras los análisis. El foco ha activado alertas sanitarias en toda España. Desde entonces, se ha establecido un área de vigilancia alrededor del lugar, con restricciones al movimiento de fauna, control de accesos y desplazamiento de la UME para contener posibles nuevos contagios.
Por qué un “bocadillo abandonado” ya no suena a broma
Las autoridades de Cataluña han señalado que la hipótesis más probable es que un embutido o producto porcino contaminado —traído desde otro país, abandonado en un área de paso o en una cuneta— haya sido ingerido por un jabalí, iniciando la cadena de contagio. Técnicamente, esta vía no es descartable, aunque tampoco está confirmada: la PPA puede sobrevivir largo tiempo en productos cárnicos y embutidos. Es la versión minimalista —y simbólica— de un fallo de bioseguridad: no una granja, no un error industrial, sino un acto individual como el de tirar un bocadillo. Un gesto de incivismo que hoy puede costar miles de millones.
Lo que hay en juego: el peso del sector porcino español
España es el primer productor de porcino de la UE y tercero mundial, con una producción de unas 4,9 millones de toneladas en 2024. Según la INTERPORC, la interprofesional del porcino de capa blanca, el sector porcino facturó 25.000 millones de euros en 2024. Esa cifra engloba tanto carne fresca como productos elaborados, lo que da una dimensión completa — producción, transformación y mercado — del sector porcino español.
El sector exportó en 2024 cerca de 8.800 – 9.000 millones de euros en carne y productos derivados del cerdo. Gran parte de ese volumen (UE + mercados internacionales, entre ellos Asia) puede quedar paralizado si el foco se extiende o si otros países deciden vetar carne española. En pocas palabras: no es un problema menor ni local. Un foco sin control podría desencadenar pérdidas masivas, cierre de mercados exteriores y ruina de explotaciones familiares.
Riesgos inmediatos y efectos colaterales
Ya se han suspendido alrededor de un tercio de los certificados de exportación de carne de cerdo a países terceros. Algunos países —como Reino Unido, Japón, México o Taiwán— han impuesto vetos totales a importaciones de porcino español. Dentro de España, se han decretado perímetros de vigilancia y 39 explotaciones próximas al foco tienen restringida temporalmente su actividad. Si la enfermedad salta de jabalíes a granjas domésticas, el coste sería mayor: sacrificios masivos, indemnizaciones, caída del precio del cerdo, cierre prolongado de mercados.
Por qué esta crisis no solo es ganadera: es una advertencia sobre la bioseguridad ciudadana
Este brote ejemplifica un hecho clave: en un sistema donde la producción agroalimentaria está globalizada —con exportaciones a China, Japón, EE. UU., Europa— la seguridad no empieza ni termina en la granja. Un solo resto abandonado —un bocadillo, un embutido— puede reactivar la PPA. Esto obliga a repensar medidas de control: además de veterinarias, sanitarias y fronterizas, también de educación ciudadana, gestión de residuos, limpieza de cunetas y áreas de servicio. La responsabilidad colectiva deja de ser simbólica: puede costar miles de millones.













