Legislar para conseguir la autonomía estratégica abierta europea

Podemos definir esa autonomía estratégica abierta como la capacidad de establecer tanto objetivos propios a largo plazo como la forma y los medios para alcanzarlos de forma independiente

Pocos dudan en las instituciones comunitarias y los Estados miembro de que la respuesta de la UE a la coyuntura internacional pasa por asegurar su autonomía estratégica. España, con su Presidencia semestral del Consejo a la vuelta de la esquina, ha afinado ese concepto añadiéndole acertadamente el de abierta.

Podemos definir esa autonomía estratégica abierta como la capacidad de establecer tanto objetivos propios a largo plazo como la forma y los medios para alcanzarlos de forma independiente, atendiendo a la voluntad política de la ciudadanía europea y a las necesidades objetivas de la Unión, sin olvidar las coincidencias, las discrepancias y, en todo caso, las interacciones con otros países y grupos de países.

Ser autónomo estratégicamente implica no aceptar posición dominante alguna por parte de otro, sea socio o adversario

Pretender ser autónomo estratégicamente implica no aceptar posición dominante alguna por parte de otro, sea socio o adversario, pero sí contemplar una dialéctica en la que coincidir con quienes se consideren más cercanos en busca de una correlación de fuerzas favorable para la Unión. Y reconocer la capacidad de todos para establecer de forma independiente su política exterior en el marco del respeto al derecho internacional.

La UE tiene fijados en sus Tratados valores y objetivos lo suficientemente claros como para diferenciarse de otros, socios o no, lo que le facilita establecer alianzas en las que no diluirse ni aceptar una posición subordinada.

De ahí que la autonomía estratégica abierta de la UE esté ligada necesariamente al multilateralismo cooperativo -un concepto que tiene la impronta de nuestro país en épocas coincidentes con la Presidencia Española del Consejo de la UE de 2010- y el rechazo a posiciones hegemónicas establecidas por definición.

Pero, para poder ser autónomos, es decir, decidir de forma independiente, hay que ser fuerte internamente. Y eso implica en este momento europeo muchas cosas, pero hagamos un listado corto de la mismas:

Una globalización ordenada, que integre las justas demandas del Sur Global, es el marco necesario para la autonomía estratégica de la UE. Todo lo contrario: romper el mercado global y adoptar políticas proteccionistas financiadas públicamente para falsear la competencia (como la IRA norteamericana) son decisiones a las que la Unión nunca debería sumarse, sino al contrario.

Legislar correctamente significa hacerlo con un diseño político de adónde y cómo se quiere llegar. En nuestro caso, a la autonomía estratégica europea

Muchas de las propuestas de directivas y reglamentos propuestos por la Comisión Europea durante este convulso mandato (pandemia, guerra, crisis) van en la dirección de una UE fuerte y decidida a afirmar su autonomía estratégica. Bastante de ellas serán discutidas y decididas durante la Presidencia Española. El ritmo de la Comisión, el Parlamento y el Consejo está siendo altísimo, dando a veces la impresión de que unos pasos se superponen a otros y generando una cierta incertidumbre regulatoria que, seamos sinceros, agobia a las empresas. ¿Convendría para el futuro ordenar mejor el tráfico? Seguramente.

Legislar correctamente significa hacerlo con un diseño político de adónde y cómo se quiere llegar. En nuestro caso, a la autonomía estratégica europea. Ahora que se acercan el fin de un ciclo político comunitario y el comienzo de otro conviene tenerlo muy presente.

SOBRE LA FIRMA

Carlos Carnero González (Madrid, 1961) ha sido eurodiputado, miembro de la Convención que redactó la Constitución Europea,  diputado a la Asamblea de Madrid, Embajador en Misión Especial y Director Gerente de la Fundación Alternativas.
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