Si en 2012, con la suavidad de lenguaje que le caracteriza como político y economista italiano clásico -ajeno al trazo grueso de los tiempos que corren-, resumió en una frase la necesidad de abandonar la política monetaria clásica que estaba llevando al desastre a la UE, esta vez ha sido capaz de hablar con extrema claridad del dilema existencial al que nos enfrentamos: actuar o agonizar lentamente.
Pero actuar para ser más productivos y poder así financiar simultáneamente nuestro modelo social y nuestras ambiciones de ser líderes en las nuevas tecnologías y la lucha contra el cambio climático, jugando un papel independiente en el escenario mundial. De lo contrario, nos veremos forzados a elegir, y me temo qué pagaría el coste.
Nueva política industrial
Lo que podríamos calificar de “Llamamiento Draghi” se basa además en algo tan imprescindible como la política industrial, esto es, la economía más real. De hecho, aboga por una nueva política industrial que, con la de competencia -cuyas reglas propone flexibilizar- y la comercial, formen un todo.
Lo que podríamos calificar de “Llamamiento Draghi” se basa además en algo tan imprescindible como la política industrial, esto es, la economía más real
Para haber sido un banquero, alguien podría sorprenderse de su “materialismo”, a menos que recuerde su intención última al abrir la puerta hace más de una década a la compra de deuda por parte del BCE: recuperar el crecimiento y el empleo.
No se trata de volver al pasado, pero tampoco de olvidar que el aumento exponencial de la riqueza europea tras 1945 se consiguió gracias a una industria que hoy, lamentablemente, registra sobre todo descensos en el porcentaje que representa en el PIB.
Porque Draghi deja muy claro su análisis: si tenemos que competir con Estados Unidos y China, debemos hacerlo en base a la calidad de nuestros bienes en todos los ámbitos, incrementando la productividad y la innovación de nuestras empresas, nunca con pasos atrás en nuestro modelo social (con reducciones salariales o rebajas en las condiciones laborales).
Terreno social en el que insiste además con dos ideas claras: que la UE debe asegurar que su política de cohesión -magnífico haberle oído utilizar varias veces ese término tan fundamental, aunque para algunos “antiguo”, en la conferencia de prensa de presentación de su Informe- es consistente con incrementar la innovación y completar el Mercado Único, y que es preciso evitar los errores cometidos en la fase de hiperglobalización -especialmente en lo que se refiere a la falta de sensibilidad de los decisores políticos respecto a los “perdedores” de aquella etapa- y prepararse para un cambio rápido en el que la transformación económica llevará a la prosperidad para todos si va acompañada por un fuerte contrato social.
Draghi deja muy claro su análisis: si tenemos que competir con Estados Unidos y China, debemos hacerlo en base a la calidad de nuestros bienes en todos los ámbitos
Todo ello tiene que financiarse y Draghi demuestra una vez más su realismo y su convicción keynesiana: es imprescindible una fuerte inversión pública europea común que funcione como multiplicador de la privada en cantidades anuales que se cifrarían entre 750.000 y 800.000 millones de euros.
Emisión de deuda conjunta
¿De dónde obtener esos recursos públicos para invertir en proyectos europeos de digitalización, descarbonización, capacidad de defensa, entre otros? De una emisión de deuda conjunta, como se hizo con el Fondo de Recuperación sin que se cayera el cielo sobre nosotros y tratando de ponernos a la altura de nuestros principales competidores económicos.
Si sumamos los informes Draghi y Letta, la UE cuenta ahora con un poderosos instrumento de análisis y propuesta para que sus responsables políticos tomen las decisiones adecuadas en tiempo real.
En realidad, ese será el principal desafío del nuevo ciclo político iniciado en junio, el baremo por el que se medirá el éxito del nuevo Parlamento Europeo, del nuevo Colegio de Comisarios y de los Estados miembro reunidos institucionalmente en Consejo Europeo y Consejo.
Pero teniendo claro que procrastinar o fracasar no son opciones si no queremos poner en riesgo este maravilloso proyecto que es la UE.
SOBRE LA FIRMA Carlos Carnero González (Madrid, 1961) ha sido eurodiputado, miembro de la Convención que redactó la Constitución Europea, diputado a la Asamblea de Madrid, Embajador en Misión Especial y director gerente de la Fundación Alternativas.

