Menos reuniones, más legado

El consultor experto en innovación y presidente de Lead to Change, Xavier Marcet, desglosa la importancia del legado, de forma humilde y resalta los puntos esenciales, para generar un recuerdo permanente

Somos nuestras agendas. Nada más. Agendas llenas de reuniones, pero lo realmente fundamental es que las agendas estén llenas de sentido. El día a día acelera cadencias endiabladas. Pasan los meses y los mandatos, volando.

Los compromisos se acumulan en forma de reuniones que a veces tienen sentido, otras son innecesarias, otras son soporíferas. Si no somos incapaces de decir no, somos incapaces de gestionar nuestras agendas, de poner foco a nuestro quehacer. La política además se regodea en el corto plazo.

Si no somos incapaces de decir no, somos incapaces de gestionar nuestras agendas, de poner foco a nuestro quehacer

El próximo titular de televisión o de prensa es la nueva frontera. De hecho, hay agendas que parecen orientarse exclusivamente a crear titulares. Levantar la cabeza, otear el medio plazo, pensar por cuenta propia, gestionar la agenda con sentido es lo único que permite crear legado. Mimetizarse en modo gregario, repetir consignas, delegar el pensamiento, es el confort pusilánime del corto plazo y la absoluta garantía de que uno renuncia a dejar huella.

Hay gente que pasa y gente que impacta. Hay ministros, diputados, alcaldes de los que podemos recordar algo de lo que dejaron. De la mayoría recordamos poco o nada. Y, sin embargo, dejar algo con sentido, construir legado, es lo que da sentido a las trayectorias profesionales y también a las políticas. No es suficiente con militar en un propósito, dejar legado, y especialmente dejar legado positivo, es jugar en otra liga.

No es suficiente con militar en un propósito, dejar legado, y especialmente dejar legado positivo, es jugar en otra liga

Cómo construir un legado

Cada uno encontrará su camino para construir su legado. Me atrevo a sugerir algunas características por si pudieran ayudar o sencillamente inspirar en algo. Al fin y al cabo, construir legado tiene que ver con nuestra capacidad de gestionarnos a nosotros mismos.

  1. La capacidad de pensar. En época del Chat GPT las respuestas de sirven a discreción. Pero las preguntas no. Saber hacer las preguntas correctas es diferencial. Pensar es eso, saber preguntar y después hilvanar respuestas con sentido. Pensar se piensa solo. Razonar se razona en equipo. En los partidos políticos también debería ser así. Cuando no vamos pensados a las reuniones se convierten en infinitas e inútiles con frecuencia. La capacidad de pensar es lo que nos singulariza. El seguidismo gregario nos desdibuja.
  2. Poner foco. Para dejar legado hay que filtrar el ruido. Hay que saber que en cualquier estrategia tan importante es lo qué queremos hacer como lo que no queremos hacer. Escoger es renunciar. Sin capacidad de escoger es imposible esquivar la mediocridad. La gente que deja legado es capaz de concentrar esfuerzos para gestionar sus agendas desde el futuro hacia el presente.
  3. La orientación a resultados. Más allá de los profesionales de sofisticar bucles y de crear comisiones para que no pase nada, orientarse a los resultados es aterrizar narrativas en realidades complejas. Simplemente, ayudar o hacer que las cosas pasen. Tocar realidad para transformarla. Militar en una empatía real, concreta.
  4. Gestionar la complejidad. Una de las formas de servir a un país o a una organización es aprender a gestionar la complejidad sin incrementarla. Lo peor que pueda hacer una ley es esto, incrementar una complejidad que pretendía resolver. Tener el privilegio de gestionar la complejidad es solamente una forma de servir a un país.
  5. La capacidad de combinar ambición y humildad. Los legados requieren la ambición como destino y la humildad como punto de partida. Es lógico que se ponga ambición a los proyectos colectivos pero esa gente que son expendedores compulsivos de verdades reveladas a cada poco no es creíble. A la ambición le marida bien la humildad, que es la capacidad de escuchar, aunque uno lleve muchos años. Precisamente porque uno lleva muchos años aprende lo más importante, escuchar lo que no se dice.
  6. El quién más que el qué. Ningún plan, ni ninguna idea tienen patas. Las cosas las hacemos las personas. La capacidad para rodearnos de personas que nos mejoren es fundamental. La verdadera estrategia son las personas. No es posible dejar legado sin arrimarnos a las personas adecuadas, a las que a veces llamamos personas de talento. La gente de talento da resultados por encima de la media, la gente de no talento da excusas por encima de la media. La política necesita de más resultados y de más talento. Ser más un ecosistema para resolver problemas que un egosistema para proyectarlos.
  7. El liderazgo como servicio. Necesitamos el liderazgo porque con mandar no es suficiente. Hacer que los cambios sean reales no se consigue a base de PowerPoint sino en base a ejemplo e influencia. No lideramos en base a soflamas, lideramos en base a ejemplos.
  8. Multiplicar a través de las personas. Crear algo con sentido supone multiplicar a través de la gente. Generar esta lógica de empoderamiento y capacidad de delegación que permite generar dinámicas de equipo de alto rendimiento. Los legados raramente se construyen solos.
  9. Tener el aprendizaje como hilo conductor. El día que dejamos de aprender, envejecemos de golpe, entramos en lo que Peter Drucker llamaba incompetencia súbita. La formación no es suficiente, el aprendizaje es imprescindible para definir carreras profesionales o políticas que aspiren a dejar legado.
  10. La autenticidad. Es bueno que las cosas tiendan a la verdad. Que los gaps entre lo que decimos y lo que hacemos no sean muy disonantes. La autenticidad es lo único que nos ayuda a esquivar la mediocridad. La política cuando es cinismo exponencial responde al cliché que tanto odia. La autenticidad es la base de toda comunicación, y no al revés.

Dejar legado es entrar levemente en la memoria de aquellos a los que queremos servir. De las muchas horas de trabajo, de las infinitas reuniones, de las batallas denodadas por el próximo titular que todos olvidarán, queda muy poco.

El tiempo es un filtro implacable. No se trata de querer pasar a la historia a toda costa. La historia la escribirán otros.

El legado es haber alcanzado impacto real más allá de cualquier autobombo. Y que este impacto se vea como positivo. El tiempo es un filtro implacable. No se trata de querer pasar a la historia a toda costa. La historia la escribirán otros. No aspiramos al legado por vanidad, simplemente como el resultado de unos años al servicio de un propósito noble. Poder mirar atrás un día y pensar, valió la pena, ha quedado algo significativo.

SOBRE LA FIRMA
Xavier Marcet es consultor de empresas y profesor, experto en estrategia, innovación y transformación de las organizaciones. CEO en Lead To Change (LTC) y fundador y presidente de Barcelona Drucker Society.
Salir de la versión móvil