Porno: asunto de menores, pero no menor

"Una cuestión de estado que requiere de un acuerdo entre partidos" El psicólogo y miembro de la Asociación Dale Una Vuelta, Alejandro Villena Moya, refleja la problemática de la pornografía en menores y recalca una serie de pautas para limitar el visionado de dichas páginas webs.

Quedan lejos aquellas familias preocupadas por lo que hacían sus hijos fuera de casa. En enero de 2024, están, o al menos deberían estar, más preocupadas por lo que pasa dentro de sus hogares. ¿La culpa? Ese sonajero digital que ya casi todos los infantes tienen en su bolsillo: el smartphone. Teléfonos que son cada vez más inteligentes y niños que cada vez lo son menos.  

A este respecto, el acceso a la pornografía ha cogido protagonismo en los últimos días. Este auge se debe al pronunciamiento del presidente del Gobierno sobre una posible ley de protección de los menores ante este contenido. Asunto de menores sí, pero no un asunto menor. 

El primer contacto en España con la pornografía se produce en la educación primaria (9-11 años) El 76% de los jóvenes consume pornografía hardcore o cruda (aquella que representa violencia).

De 2018 a 2023, hemos pasado de un 30% de consumo accidental a un 70%. De 2009 a 2023, hemos pasado del 9% al 78% de visionado de pornografía en chicas menores de 18 años. Si introduces la palabra “porno violento” en Google, encuentras 157.000.000 de resultados en 0,22 segundos (acabo de hacer la prueba desde mi ordenador en Madrid) 

La ciencia y el impacto de la pornografía

Pero, ¿qué dice la ciencia sobre el impacto de la pornografía en los más jóvenes? Muchas cosas y pocas buenas. Lo hacen por curiosidad y por necesidad de información, pero las consecuencias son bárbaras. 

¿En el cerebro? Recompensa, pero no compensa. Deteriora los sistemas del placer, como la cocaína. Modifica las neuronas espejo, de los centros de la empatía y del aprendizaje vicario. Impide el desarrollo normal de la corteza prefrontal, allí donde reside nuestra toma de decisiones, autocontrol, conciencia ética y muchas otras funciones importantes.

La industria de la pornografía inventará nuevas maneras de llegar a los menores, pero esto no es excusa para no empezar a poner puertas al campo

¿En el sexo? Uno menos íntimo y más impersonal, con más estereotipos de género y menos satisfactorio. Mayores índices de violencia sexual y con la incorporación de protagonistas como la cosificación e instrumentalización de la mujer. El sexo aporta, el porno aparta. Estos jóvenes ven pornografía, queriendo aprender de sexo, y lo único que aprenden es de porno.

A pesar de los monstruosos datos de consumo, solo el 13% de las familias considera que su hijo ve pornografía, y solo el 6% de las familias considera que su hija lo hace. Además, únicamente el 23% ha hablado sobre pornografía alguna vez con sus familias. Estamos a por uvas. Con este despiste es normal que el Estado quiera hacerse cargo de la situación y proponer medidas.

Protección de datos del menor

Lo más prometedor, por ahora, es el Certificado Digital desarrollado por la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD). Su directora, Mar España lleva desde 2015 trabajando en la protección del menor. 

Un certificado que respetará la privacidad de los usuarios y a la vez protegerá la infancia. Esto no es “poner el DNI”, es crear un sistema que permite no obtener todos tus datos personales, pero sí, a la vez, declarar tu mayoría de edad a través de un intermediario (la Fábrica de Moneda y Timbre).

Como todo lo nuevo tendrá sus brechas y la industria de la pornografía tiene e inventará cientos de nuevas maneras de llegar a los menores, pero esto no es excusa para no empezar a poner puertas al campo. Lo que es ilógico es que la industria de la pornografía, bajo el paraguas de una supuesta “libertad sexual”, haya gozado de impunidad legal durante mucho tiempo. Barra libre para la creación de sus productos en contenido y continente.  

También se ha anunciado que habrá un grupo de 50 expertos asesorando al Gobierno. Un acierto, si realmente se hace así. El marco legal ya existe: la Ley de Servicios Digitales (LSD) de 2022. 

Habrá que ver si se desarrolla este marco legal o se quiere crear uno nuevo. Incluso el Reglamento General de Protección de Datos de 2018 ya contemplaba la protección del menor, cuando se pudieran ver expuestos a contenidos sexuales explícitos que produjeran daños psicológicos y emocionales. De hecho, en España ya tenemos dos precedentes de sanciones legales de la AEPD a plataformas pornográficas que no cumplían con estos criterios de declaración de edad.

El sexo aporta, el porno aparta. Estos jóvenes ven pornografía, queriendo aprender de sexo, y lo único que aprenden es de porno

Durante mucho tiempo, la excusa de la industria es que no tenía manera de demostrar si esta declaración de edad era veraz. Con este nuevo certificado digital, ya no hay excusa. Existe también otros mecanismos como el control biométrico de la edad, que tienen resultados prometedores para proteger a los menores.

Es una oportunidad única y hay que aprovecharla. De hecho, bajo esta LSD ya se han incluido algunas de las webs porno con más visitas en la categoría de “red social”, lo cual exige a la industria mayor compromiso y una mayor transparencia, además de velar con mayor rigurosidad por la protección del menor y tener mecanismos de actuación ante posibles fallos en este sentido. 

Otras cuestiones a contemplar

Este marco legal se puede aprovechar para hacer ese desarrollo integral del que también ha hablado el Gobierno. Desde mi humilde experiencia en este campo se debería contemplar, además del control de acceso, algunas cuestiones más

  1. El control de determinados contenidos que no deben permitirse. Lo ilegal en la vida real, debería ser ilegal en el mundo digital (abusos, parafilias, humillaciones, violaciones, incestos y un largo etcétera de barbaridades). 
  2. Protocolos de detección e intervención ante el posible uso problemático en colegios y aula. Sumado a programas de prevención del consumo de pornografía y sus posibles consecuencias desde los 10 años. 
  3. Desarrollo de materiales y guías didácticas para formar a las familias. 
  4. Inversión en recursos de detección temprana en atención primaria y servicios de salud o atención a adicciones pertinentes. 
  5. Dotación de recursos para la investigación para poder hacer radiografías realistas sobre el panorama en nuestro país. 
  6. Inclusión de formaciones al respecto en los planes de estudios de carreras de psicología y estudios de la salud y educación afines. 
  7. Concienciación social, a través de campañas. 
  8. Coordinarse con las empresas de telefonía para crear dispositivos adaptados a los menores
  9. Contemplar posibles retos futuros como la inteligencia artificial, realidad virtual, exposición no deseada a pornografía y deep fakes
  10. Poner el foco en la industria, exigirles transparencia, compromiso por la protección de la infancia, algoritmos éticos cuando un menor usa una red social. Si no cumple, se le sanciona y si eso no es suficiente, se toman medidas cautelares.

Un asunto mayor, que no es cuestión de ideologías, de colores o de partidos políticos. Lo dice la ciencia, amigo. Es una cuestión de protección del menor y de la infancia que trasciende intereses personales y partidistas para enriquecer el bien común de toda nuestra sociedad. Una cuestión de estado que requiere de un acuerdo entre partidos.  

SOBRE LA FIRMA:

Alejandro Villena Moya es psicólogo y sexólogo clínico así como director clínico y de investigación en la Asociación Dale Una Vuelta. Conferenciante y divulgador científico, es profesor universitario en España y Colombia e investigador en adicciones comportamentales en la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR). Miembro de la World Association for Sexual Health (WAS), ha escrito el libro ¿Por qué no? Cómo prevenir y ayudar en la adicción a la pornografía. Miembro del Consejo Asesor de la Sección de Infancia del Ilustre Colegio de la Abogacía de Madrid. 
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