Una especie de Plan Marshall me parece absolutamente necesario

El eurodiputado del PP y miembro de la Comisión de Asuntos Económicos y Monetarios explica cómo unificar el mercado de capitales y cómo completar la unión bancaria

José Manuel García-Margallo abordó como Vicepresidente de la Comisión de Asuntos Económicos y Monetarios del Parlamento Europeo, las consecuencias europeas de la crisis financiera que estalló en los Estados Unidos, las famosas hipotecas subprime, y que se propagó a todo el mundo cuando los llamados activos tóxicos se incorporaron a los bancos e instituciones financieras europeas. Los poderes públicos acudieron al rescate de sus bancos y la crisis se transformó en una crisis de deuda soberana que estuvo a punto de llevarse por delante el euro.

El Banco Central Europeo tardó mucho más que la Reserva Federal americana, el Banco de Inglaterra y el Banco de Japón, en bajar los tipos de interés y en inyectar liquidez en los mercados comprando activos. En la Comisión de Asuntos Económicos y Monetarios del Parlamento Europeo se abordó “la regulación y supervisión financiera (bancos, seguros y fondos de inversión, y mercado y valores mobiliarios) y el establecimiento de una Junta Europea de Riesgo Sistémico para alertar de las posibles amenazas que pudiesen surgir en el futuro. No llegamos todo lo lejos que hubiésemos querido llegar y se quedó en el tintero completar el mercado europeo de Capitales y establecer un Fondo de Garantía de Depósitos”, explica García-Margallo.

La crisis del Covid

La segunda gran crisis de la economía europea fue provocada por la crisis del Covid, una pandemia como el mundo no había conocido desde la gripe de 1918. Los poderes públicos reaccionaron decretando un confinamiento cuasi medieval que paralizó la actividad económica, interrumpió el comercio internacional y estuvo a punto de derivar en una recesión generalizada. La reacción de la Unión Europea fue mucho más rápida y enérgica que en el caso de la crisis de Lehman Brothers.

Explica García-Margallo que “la Comisión Ejecutiva (el gobierno de la Unión) puso en marcha una red de seguridad para aliviar a los trabajadores (el SURE), a los Estados presionados por las urgencias sanitarias (el MEDE) y a las empresas que no levantaban cabeza (BEI). Para dar oxígeno a los países miembros, se suspendió el Pacto de Estabilidad y Crecimiento que conmina a los Estados miembros a no superar el límite del 3% del PIB en lo que al déficit se refiere y el 60% en lo que hace referencia a la deuda. Los países miembros han podido endeudarse sin que les sacasen tarjeta amarilla cuando superasen estos límites. Cierto es, que esta suspensión ha beneficiado más a los países que tenían una hucha y un margen fiscal razonable, que a los que no lo tenían. Alemania ha destinado mucho más dinero a empresas y trabajadores vulnerables que España porque entró en la crisis en una posición más saneada que nosotros”.

El Banco Central también echó su cuarto a espadas: bajó los tipos de interés e invirtió cantidades ingentes de dinero en comprar activos públicos y privados. Se dio más aire al Programa de Compra de Activos (APP por sus siglas en inglés) y, sobre todo, se lanzó el Programa de Compras de Emergencia frente a la Pandemia (PEPP) que permitió a todos los Estados miembros capear el temporal como nunca antes había sido posible. Los Estados miembros pudieron emitir deuda sin restricciones y a unos precios muy bajos. La Comisión Ejecutiva, también se acordó de las entidades financieras privadas y reforzó este arsenal con el Fondo de Financiación a más Largo Plazo (TLTRO) concebido para prestar a más largo plazo a los bancos y asegurar así la financiación de la economía real. 

El Programa de Compras de Emergencia frente a la Pandemia (PEPP) terminó en marzo del año pasado. El Programa de Activos (APP) por su parte, finalizó en julio, y a partir de entonces solo puede reinvertir el dinero que derive de la amortización de los bonos en circulación. Por ello, García-Margallo recalca que “Ahora los Estados miembros tendrán que acudir a los mercados para financiar su deuda: habrá dinero, pero no para todos, y desde luego no al mismo precio porque los mercados seleccionan”.

Para evitar que tengamos que volver a hablar de las famosas primas de riesgo (la diferencia entre los bonos nacionales y el bono alemán a diez años), el Banco Central ha puesto en marcha el Instrumento para la Protección de la Transmisión de la Política Monetaria (TPI) concebido para aliviar la situación de aquellos Estados miembros que no tengan fácil acudir a los mercados siempre y cuando estas dificultades no deriven de un mal diseño de sus finanzas públicas. 

Para García-Margallo “lo más importante es que el PEPP se financia mediante una emisión conjunta de la Unión, garantizada por el presupuesto de la Unión y no por los presupuestos nacionales, y amortizable mediante recursos europeos, no mediante aportaciones de los Estados miembros. Desde el punto de vista político, algunos hemos querido ver el nacimiento de los Estados Unidos de Europa, porque hay que recordar que los Estados Unidos nacieron cuando las 13 colonias originales accedieron a mutualizar la deuda que contrajeron durante la Guerra de Independencia. Es una lástima que se haya concebido como un recurso excepcional y no recurrente. En el Informe sobre la Reforma de los Tratados que me tocó redactar, propuse que se considerase un mecanismo estable y permanente, porque nunca se sabe cuándo nos tocará lidiar con otra crisis asimétrica – que afecta a uno o varios territorios, pero no a todos – y ya sabemos lo que pasa cuando no tenemos paraguas”.

Como veremos luego, la tercera gran crisis es la derivada de la guerra de Ucrania que ha supuesto un notable encarecimiento de los productos energéticos, como ocurrió en 1973, la crisis que siguió a la guerra de Yom Kipur. La subida del precio del petróleo provocó una subida de la inflación que obligó a los Bancos Centrales a subir los tipos de interés y provocó una recesión generalizada en todo el mundo. En esta ocasión, hemos estado más listos y la recesión parece que se ha evitado aunque en el campo energético nos queden muchas cosas por hacer.

El marco fiscal

En el plano presupuestario, la Comisión Ejecutiva ha remitido una comunicación para reformar el marco fiscal, definido en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Pese a los intentos de la izquierda parlamentaria se mantienen los límites al déficit (3% del PIB) y deuda (60% del PIB) antes citados establecidos en Maastricht porque no puede haber crecimiento estable sin unas finanzas saneadas.

García-Margallo pone en relevancia que “la gran novedad de la propuesta de la Comisión es que renuncia a establecer una regla general para todos los Estados miembros y apuesta por programas nacionales específicos que tendrán que ser aprobados por la Comisión, que vigilará muy de cerca que se implementen debidamente. El informe señala también que hay que lograr el equilibrio presupuestario en cuatro años, prorrogables cuando se den circunstancias que así lo aconsejen. Lo pionero es que se hace uno a la medida”.

“Estamos en un plan de racionalidad financiera porque reducir el déficit aumentando los ingresos dificulta el crecimiento económico”

Como es bien sabido, el déficit puede reducirse aumentando ingresos o reduciendo gastos. La Comisión Ejecutiva apuesta por la reducción del gasto porque el aumento de ingresos puede dificultar el crecimiento económico que no se presume brillante en los próximos años.

Para García-Margallo “fue cuestión muy discutida al hablar de la Reforma de los Tratados, la posibilidad de consagrar con carácter permanente laemisión conjunta de deuda para hacer las reformas e inversiones que la economía europea necesita. La discusión en la Comisión de Asuntos Económicos que eleva el informe a la Comisión de Asuntos Constitucionales fue acalorada. Yo defendí que se mantuviese abierta la posibilidad de la Unión de endeudarse cuando lo considerase necesario o hubiese gastos extraordinarios. Como ejemplo cité la posibilidad de recurrir al endeudamiento para mantener la ayuda civil y militar a Ucrania y, más importante, para contar con fondos suficientes para la reconstrucción del país. Una especie de Plan Marshall que me parece absolutamente necesario. Habrá que hacer un programa de endeudamiento conjunto cuando las condiciones financieras sean mejores”.

La invasión de Ucrania y el problema de la energía

La guerra de Ucrania obliga a Europa a hacer otra reforma pendiente desde el Acta Única: un Mercado Europeo de la Energía. La Unión Europea ha optado por incrementar considerablemente nuestras reservas energéticas, las cuales se hallaban muy reducidas. García-Margallo destaca que “hemos acertado al aprobar un programa de compras conjuntas y, sobre todo, en insistir en la necesidad de completar las interconexiones energéticas entre los distintos Estados Miembros, algo que a España interesa especialmente porque sigue siendo una isla energética”.

Y pone de relieve una reflexión adicional: España cuenta con dos gasoductos que la conectan con Argelia y con siete estaciones de regasificación que nos hubiesen permitido suplir hasta un 40% del gas que se importaba de Rusia, siempre y cuando se hubiesen desarrollado las interconexiones con Francia. En la actualidad hay dos: una en la Comunidad Vasca y otra en Navarra, y estaba muy avanzado,el famoso MidCat que para nosotros era capital.

La invasión de Ucrania y el problema migratorio

Como no solo del pan vive el hombre, la invasión rusa de Ucrania ha puesto de relieve algunas deficiencias de la Unión en otros terrenos. Para García-Margallo, es perentorio “revisar la política de asilo, y dirigirnos hacia una política de inmigración común”, porque la inmigración va a ser una de las cuestiones centrales en el próximo futuro. Le preocupa también que la política exterior siga siendo una competencia nacional de escaso margen comunitario, porque eso limita nuestra capacidad de convertirnos en un actor relevante en la escena internacional.

La situación también obliga a plantear sobre todo, una política de defensa e industria militar conjunta. “En defensa no es un problema de dinero, es un problema de decisión política”, afirma. El presupuesto militar de Rusia no pasa de 55.000 millones de euros al año, el de la OTAN supera el billón de euros, y el gasto militar de los países europeos que forman parte de la Alianza es de 360.000 millones de euros, seis veces más que los rusos. Lo que falta es decisión para poner en marcha una política de defensa común y una política industrial de armamento conjunta.

Y esto ya no es una opción, los americanos ya han decido por nosotros. Para García-Margallo, EEUU está presente en Rusia porque siempre la han considerado un adversario estratégico y temen que se convierta en un aliado permanente de China, su rival por la hegemonía mundial. Pero en el resto de las áreas geográficas, los americanos no intervendrán salvo que consideren que ponen en riesgo sus intereses nacionales. Se fueron de Siria, se fueron de Afganistán, no intervinieron en Libia y nos van a dejar lidiar a nosotros con África, que no es un tema menor desde el punto de vista de la defensa europea. Sólo una política exterior y de defensa conjunta nos permitirá hacer frente a los desafíos que sólo a nosotros nos afecten, porque los americanos serán cada vez más reticentes de sacarnos las castañas del fuego.

“No tiene sentido que las ayudas de Estado funcionen en el mercado exterior como en el mercado interior”

El otro gran capítulo a considerar para García-Margallo es la revisión de la política de ayudas de Estado y la necesidad de reindustrializar Europa. Lo que han demostrado tanto el Covid como Ucrania, es que “hay que repatriar parte de las actividades que se tenían fuera, como los semiconductores. No puedes estar dependiendo de países en los que se puede cortar el suministro”.

El fortalecimiento de la industria europea pasa también por revisar la política de ayudas de Estado. Los americanos han aprobado la Ley de Reducción de la Inflación (IRA) que supone una cantidad enorme de dinero en subvenciones o ayudas fiscales dirigidas a empresas exclusivamente estadounidenses. Esto coloca a nuestras empresas en una situación de clara desventaja y atenta contra las reglas de la Organización Mundial de Comercio.

Pero dicho eso tendremos que considerar si tiene sentido limitar la capacidad de actuación de los “campeones” europeos cuando tengan que concurrir en los mercados exteriores con empresas americanas, chinas o indias, que tienen una capacidad de maniobra mucho mayor que las nuestras. Es obvio que tendremos que estar muy atentos para que no se produzcan concentraciones de poder económico o posiciones dominantes en el mercado cuando el juego de circunscribe al mercado interior. No tiene sentido que lo apliquemos al mercado exterior.

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