La economía china continuó dando señales claras de enfriamiento en noviembre, pese al reciente deshielo en las relaciones comerciales con Estados Unidos. Así se desprende de los últimos indicadores macroeconómicos difundidos por el gigante asiático, que muestran un nuevo deterioro de la demanda minorista y una caída más acusada de la inversión en activos fijos, muy afectada por la crisis del sector inmobiliario. Todo ello refuerza la percepción de que Pekín tendrá que poner en marcha más medidas de estímulo de cara a 2026.
Según los datos de la Oficina Nacional de Estadística, publicados este lunes, en los primeros once meses de 2025 la inversión en activos fijos acumuló un descenso interanual del 2,6%, ampliando así la caída del 1,7% registrada hasta octubre y del 0,5% contabilizada hasta septiembre.
Con este comportamiento, y a la espera de conocer las cifras correspondientes a diciembre, China se arriesga a encadenar en 2025 la primera contracción anual de la inversión en activos fijos desde 1998.
En paralelo, la producción industrial del país redujo el ritmo de crecimiento en noviembre hasta el 4,8% interanual, una décima menos que en octubre y muy lejos del incremento del 6,5% anotado en septiembre, lo que supone el registro más flojo desde agosto de 2024.
Por su parte, las ventas al por menor apenas avanzaron un 1,3% interanual en noviembre, frente al 2,9% del mes anterior, configurando el peor dato de toda la serie histórica si se excluyen los meses afectados por la pandemia de Covid.
Pese a la pérdida de tracción observada en el penúltimo mes de 2025, la Oficina Nacional de Estadística de China subrayó que “la economía nacional mantuvo un impulso generalmente estable con un progreso sostenido”.
En esta línea, Louise Loo, economista principal para Asia de Oxford Economics, aprecia que la trayectoria de la economía china “se está aplanando hacia una desaceleración más generalizada”, con un crecimiento del PIB real en torno al 3,9% interanual en el cuarto trimestre. No obstante, la proyección de avance para 2025 se mantendría en el 4,8%, para moderarse al 4,5% en 2026.
La analista incide en “el panorama claramente débil” de la inversión y alerta de que el consumo apenas compensa esta debilidad, ya que las ventas minoristas se mostraron frágiles, con el menor dinamismo desde finales de 2022 tanto en términos intermensuales como interanuales.
“De cara al futuro, nuestra proyección de crecimiento del 4,5% para 2026, ligeramente superior al consenso, supone un ambicioso y concentrado impulso fiscal inicial, en el contexto de una desaceleración relativamente benigna de la demanda mundial”, añade.
En la misma dirección, Lynn Song, economista jefe para China de ING Research, considera que los responsables políticos del gigante asiático “tienen mucho trabajo por delante” si quieren que la demanda interna vuelva a ser el motor del crecimiento en 2026.
A su juicio, aunque los objetivos de expansión para 2025 deberían poder cumplirse, “una mayor incógnita se cierne sobre el próximo año y los siguientes”.
“Creemos que el efecto riqueza negativo derivado de la caída de los precios inmobiliarios sigue siendo un lastre importante para la confianza”, explica Song, que también pone el foco en el impacto sobre el gasto de los hogares del débil avance de los salarios y de los despidos, junto con un aumento del desempleo juvenil, que reduce la capacidad de compra futura de las nuevas generaciones.
“Estos factores contribuyen a un entorno deflacionario general, que supone un lastre clave tanto para el consumo como para la inversión”, advierte el experto, que considera esencial recomponer la confianza para que la demanda interna pueda convertirse en el principal motor del crecimiento. “Los hogares necesitan tener la confianza de que el mañana será mejor que el presente”, apostilla.











