A veces la historia avanza con solemnidad; otras, con estrépito de vajilla rota. En 2025, Estados Unidos decide que Europa ya no es socio estratégico, sino una estantería coja en el bazar global, útil para exhibir ideología “America First” al por mayor. La nueva Estrategia Nacional de Seguridad (NSS 2025), presentada con fanfarria, bendecida y prologada por el actual inquilino de la Casa Blanca, no es una estrategia: es un catálogo de mobiliario geopolítico donde Europa aparece como pieza “vintage” en deterioro, lista para ser restaurada, naturalmente, con herramientas, mano de obra e instrucciones procedentes -cómo no- de Ohio, Kansas o Pensilvania.
El documento abandona cualquier reflexión seria y adopta un triunfalismo melodramático que desprecia alianzas, instituciones y el legado que fortaleció a EEUU durante décadas para abrazar en cambio un relato apocalíptico, simplista y rencoroso que convierte a sus propios socios en caricaturas culturales y a la estrategia en un ejercicio de autoindulgencia ideológica sin futuro. Supone una ruptura frontal con lo hasta ahora conocido. Rompe con el consenso atlántico y el orden democrático occidental, sustituyendo las alianzas por relaciones utilitarias, desmantela equilibrios, rechaza convenciones y expone una visión dura, despectiva y sin concesiones de su política exterior.
Lo más inquietante es la falta total de pudor: la NSS 2025 incorpora sin disimulo el vocabulario de la teoría conspirativa del “gran reemplazo”, según la cual la población blanca cristiana europea en general está siendo sistemáticamente reemplazada con pueblos no europeos, elevando al rango de política estatal una narrativa conspirativa. “Pero este declive económico queda eclipsado por la perspectiva real y más contundente de la desaparición civilizacional…»
Los problemas más amplios que enfrenta Europa incluyen las actividades de la Unión Europea y otros organismos transnacionales que socavan la libertad política y la soberanía, políticas migratorias que están transformando el continente y generando conflictos, censura de la libertad de expresión y represión de la oposición política, tasas de natalidad en caída desplomada y pérdida de identidades nacionales y confianza en sí mismos. “Si las tendencias actuales continúan, el continente será irreconocible dentro de 20 años o menos.” Queda claro que ya no estamos ante geopolítica, sino ante propaganda estatal de alto nivel.
Europa lee y palidece descubriendo que Washington diagnostica un “borrado de civilización” en el continente, una civilización que -casualmente- solo podría salvarse mediante “gobiernos soberanos” afines al ideario MAGA y comprando armas, gas y tecnología estadounidense a precio de “amistad estratégica”. Nada personal: solo negocios.
Diagnóstico técnico de la NSS 2025: manual clínico sobre la fragilidad europea
El NSS 2025 disecciona a Europa sin anestesia: la califica de continente en “declive civilizacional”, con problemas demográficos, culturales y regulatorios. Este diagnóstico no es retórico: es la justificación para redefinir a Europa como paciente desorientado necesitado de urgente de “corrección”. Su objetivo, en consecuencia, “debe ser ayudar a Europa a corregir su trayectoria actual.”
La aversión hacia las estructuras supranacionales es absoluta: las instituciones europeas no unen, “estorban”. El documento propone, sin ningún rubor, “fortalecer la resistencia interna” a las políticas europeas actuales, eufemismo que equivale a intervenir políticamente en la UE. Es decir, la receta es inequívoca: menos Bruselas, más gobiernos nacionales dóciles, preferiblemente populistas, euroescépticos y devotos de la palabra “soberanía”.
En defensa, el mensaje es contundente: Europa debe protegerse sola. El paraguas estadounidense es ahora una sombrilla plegable. La OTAN se redefine como servicio opcional: el Artículo 5 deja de ser pacto automático y se convierte en “defensa si procede”. Un seguro que se cobra igual, pero ya no garantiza cobertura.
Con Ucrania la línea es todavía más cruda: el texto acusa a Europa de expectativas “irreales” y expresa su “desacuerdo con funcionarios europeos que mantienen expectativas poco realistas sobre la guerra”, situadas en gobiernos minoritarios inestables, muchos de los cuales pisotean los principios básicos de la democracia para suprimir la oposición. Y deja claro que el apoyo dependerá del interés estadounidense, no de la angustia y urgencia europea. Pura transparencia contable aplicada a la geopolítica: queréis estabilidad, pagadla vosotros. Nosotros ayudamos cuando nos convenga. Traducido en román paladino: armaos, pagad y rezad.
En economía y tecnología, la subordinación es explícita: EEUU quiere controlar las cadenas críticas -IA, semiconductores, materiales estratégicos- y relega a Europa al rol de cliente premium, no competidor. Washington dicta estándares y controla cadenas críticas; Europa acompaña, compra y agradece. Autonomía, sí, pero solo la estadounidense.
Y en política interna, la NSS 2025 legitima discursos iliberales y exporta narrativas diseñadas para erosionar la integración europea. Geopolítica, sí, pero con su buena dosis de ingeniería doctrinal.
En resumen, la NSS 2025 establece una verdad incómoda: Europa sigue siendo aliada, pero ya no necesaria. El documento la describe como dependiente en defensa, frágil industrialmente, expuesta energéticamente, dividida políticamente, inflamable socialmente e infantilizada estratégicamente. Nada que Europa no sepa. Lo humillante es verlo escrito en papel y con sello oficial estadounidense.
Europa: ¿víctima o colaboradora voluntaria?
La parte amarga: Europa no solo recibe golpes, los invita. La dependencia de Washington se ha convertido en hábito. La UE eligió durante décadas comodidad regulatoria en vez de poder, jardín normativo en vez de autonomía. Sin ejército común, sin política migratoria y energética coordinada, sin industria militar suficiente, la UE ha cultivado su propia vulnerabilidad. No es accidente, es costumbre y la NSS 2025 se limita a explotarla.
La innovación del documento no es técnica, sino su sinceridad brutal: EEUU ya no finge querer una Europa fuerte, sino una Europa útil. Y útil, en el diccionario MAGA, significa fragmentada, temerosa, permeable y dependiente.
La estrategia ya no busca contener a Rusia, sino simplemente “gestionarla”, algo lógico cuando una amenaza deja de serlo porque comparte el mismo credo. Tampoco pretende reforzar a la Unión Europea, sino facilitar su fragmentación. Y la OTAN deja de ser vista como indispensable para convertirse en una herramienta más: incluso se sugiere que, en unas décadas, “ciertos miembros de la OTAN se conviertan en mayoría no europea”, lo que pone en duda cómo entenderán entonces su papel en el mundo y su vínculo con EEUU. Así, el antiguo pilar de defensa de Europa acaba reducido a una navaja suiza al servicio de Washington: un instrumento que ya no protege un continente, sino que se usa según convenga a quien hoy lo empuña.
En este bazar, Europa no es actor: es mercancía. Y Washington, el marchante.
Europa, paciente anestesiado en una clínica de geopolítica ambulatoria
Europa ha ofrecido docilidad durante años. Washington ordena; Europa asiente. EEUU giró hacia el Indo-Pacífico, y Bruselas tomó notas disciplinadamente. Se ha confundido dependencia con estabilidad. Por eso, cuando la NSS 2025 minimiza la amenaza rusa, Europa responde con su mejor gesto burocrático: “lo estudiaremos”. Cuando sugiere que una Europa fragmentada es más manejable, algunos gobiernos lo interpretan como reforma posible. Y cuando se legitima a la ultraderecha europea como “salvadora civilizacional”, ciertos think tanks se apresuran a teorizar sobre “nueva soberanía”.
La ironía es grotesca: EEUU critica la “censura europea”, la “asfixia regulatoria” y la “pérdida de libertades” mientras militariza ciudades, dispara contra náufragos, deporta inmigrantes en masa y erosiona sus propios derechos civiles. Un pirómano impartiendo clases magistrales de prevención.
La NSS 2025 como manual de intervención política en Europa
Uno de los elementos más turbios del documento es la referencia implícita a líderes europeos como Orbán, Le Pen, AfD o Reform UK como aliados “patrióticos”. “Estados Unidos anima a sus aliados políticos en Europa a promover este renacimiento espiritual… y la creciente influencia de los partidos patrióticos europeos es, en efecto, motivo de gran optimismo.” No es diplomacia, es ingeniería política: un intento formal de moldear democracias ajenas para fabricar un continente dócil, fragmentado, dependiente de Washington y alineado con el trumpismo. La teoría del “gran reemplazo” en un documento oficial no es un error, sino la institucionalización de un delirio supremacista convertido en política exterior.
Europa, acostumbrada al autoengaño, observa con la resignación de quien ve llover dentro de casa y aún lo llama “humedad puntual”. Aun así, surge una respuesta mínima: António Costa… advirtió que la UE no aceptará “amenazas de interferencia en la vida política europea”. “Si somos aliados, debemos actuar como aliados… no podemos aceptar esta amenaza de interferencia en la vida política de Europa». Un comienzo, aunque insuficiente.
¿Qué puede hacer Europa para no convertirse en souvenir MAGA?
Opciones hay, pero todas requieren abandonar la anestesia estratégica y asumir que la autonomía se construye con políticas precisas, no con discursos:
- Construir autonomía estratégica real.
- Reforzar la UE, no atomizarla.
- Blindar la democracia frente a injerencias externas.
- Redefinir la relación con EEUU en clave multipolar.
- Recuperar un relato europeo propio.
La factura de la independencia que nadie quiere enseñar
Romper el patrón de la dependencia exige algo incómodo: liderazgo, esfuerzo, voluntad y sacrificio.
La autonomía no es poesía institucional: es una factura elevada. Implica sacrificios, gasto militar, renuncias energéticas, decisiones impopulares. En una UE económicamente frágil, la independencia estratégica significa restricción: menos comodidad, menos subsidios, menos beneficios sociales. Los costes siempre se pagan. Lo único que cambia es quién los asume y si se pagan por iniciativa propia… o porque otros presentan la cuenta. En todo caso, la ciudadanía debe conocer, sin engaños ni ocultaciones, la factura real de la autonomía, debatirla y, en su caso, asumirla sabiendo que si Europa no quiere ser un souvenir MAGA, tendrá que pagar el precio de no serlo. Y pronto.
Conclusión: Europa tiene dos opciones, jugar la partida o ser el tablero
La NSS 2025 no es estrategia: es confesión. EEUU ya no ve a Europa como aliado estratégico, sino como territorio ideológico en disputa.
La cuestión ya no es qué quiere Washington; eso está más que claro: sumisión, fragmentación y clientelismo. La verdadera pregunta es si Europa permitirá que su futuro se reescriba con la misma facilidad con la que se ejecuta un protocolo de la OTAN: un clic en Washington, consecuencias en Europa y silencio en Bruselas.
Si la UE no quiere terminar convertida en simple “decoración MAGA”, debe reaccionar. Y hacerlo rápido. Porque el vendedor ya ha fijado el precio, y no está dispuesto a negociar. Asumir que la política estadounidense ha dejado de ser la de un aliado para transformarse en la de un adversario ideológico y existencial implica actuar, no declamar, con la determinación de quien sabe que su lugar en la historia ni está garantizado ni es gratis.
SOBRE LA FIRMA:
Carlos M. Ortiz Bru es exconsejero de Transportes y Telecomunicaciones en la Representación de España ante la Unión Europea y administrador civil del Estado.













