La organización humanitaria Médicos Sin Fronteras (MSF) ha trasladado al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas una seria advertencia sobre el deterioro de la crisis humanitaria en el este de República Democrática del Congo, donde el avance del grupo rebelde Movimiento 23 de Marzo (M23) —incluida la toma de la ciudad de Uvira, en la provincia de Kivu Sur— ha generado en los últimos días cientos de miles de nuevos desplazados, pese al reciente acuerdo de paz rubricado en Washington.
“Nuestros pacientes describen haber huido de aldeas bombardeadas y haber presenciado una brutalidad extrema. Los compromisos asumidos en las capitales tienen poco valor cuando no se acompañan de medidas concretas sobre el terreno. Mientras los civiles sigan siendo tratados como reemplazables, ningún proceso político traerá alivio real”, ha señalado el presidente internacional de MSF, Javid Abdelmoneim, en su intervención ante el máximo órgano de seguridad de la ONU.
Según los datos difundidos por la ONG, la ofensiva sobre Uvira ha provocado el desplazamiento de unas 200.000 personas, de las cuales alrededor de 40.000 han huido hacia Burundi. Para MSF, estos movimientos masivos de población reflejan una nueva fase de escalada del conflicto justo cuando “la tinta apenas se ha secado en el acuerdo firmado en Washington”.
Ante los miembros del Consejo de Seguridad, Abdelmoneim ha denunciado que los recientes entendimientos de paz están sirviendo, en la práctica, para “consolidar los intereses extractivos de actores poderosos en lugar de brindar alivio al pueblo de República Democrática del Congo”. Ha responsabilizado a todas las partes en liza de vulnerar de forma sistemática los Derechos Humanos mediante “asesinatos sumarios, violencia sexual, saqueos y bloqueo de la asistencia humanitaria”.
El presidente de MSF ha puesto el foco igualmente en el colapso progresivo del sistema sanitario en las zonas afectadas. Ha advertido de una “escasez crítica” en “85 por ciento de las instalaciones sanitarias de muchas áreas”, donde faltan medicamentos, material y personal. En paralelo, ha indicado que cuatro de cada diez profesionales de la salud se han visto obligados a abandonar sus puestos por la combinación de violencia, desplazamientos masivos y recortes en la ayuda internacional.
En este escenario, fuentes de MSF han explicado a Europa Press que la organización se ha visto forzada a suspender “prematuramente” sus actividades médicas en la localidad de Baraka —situada a unos cien kilómetros de Uvira, en el este de RDC— y a evacuar a su equipo debido al “recrudecimiento de los combates” en la zona, lo que deja a la población con aún menos opciones de atención sanitaria básica.
Abdelmoneim ha alertado también del incremento y la gravedad de la violencia sexual contra mujeres y niñas en el contexto del conflicto, una situación que, según ha denunciado, está derivando en una preocupante “normalización” de estos abusos, hasta el punto de que las víctimas “no solo temen” sino que “esperan” ser objeto de violencia sexual.
“Solo en los primeros seis meses de este año, casi 28.000 supervivientes buscaron atención en instalaciones apoyadas por MSF en el este de RDC. Eso equivale a una media de 155 mujeres cada día”, ha subrayado, ilustrando la magnitud de la crisis de protección que afrontan las comunidades locales.
El M23 anunció el miércoles el control de Uvira, situada próxima a la frontera con Burundi, tras varios días de intensos combates en la zona. Este avance se produjo pese a los llamamientos de la Unión Europea (UE), Estados Unidos y varios países europeos, que habían instado tanto a Kigali como al propio grupo armado a “cesar inmediatamente” su ofensiva en el este de RDC, así como después de la firma en Washington de un acuerdo de paz por parte de los presidentes de RDC y Ruanda.
El repunte de la violencia se remonta a la ofensiva lanzada en octubre de 2024 por el M23, compuesto en gran medida por tutsis congoleños. Desde entonces, la formación rebelde ha logrado hacerse con el control de las capitales de las provincias de Kivu Norte y Kivu Sur, Goma y Butembo, respectivamente, que continúan bajo su dominio, consolidando así su posición militar y complicando cualquier intento de estabilización duradera en la región.











