La oportunidad de la Presidencia Española de la UE

Cabe reconocer el intenso trabajo de preparación de la Presidencia que está llevando a cabo la Comisión Mixta Congreso-Senado para la UE

Cuando quedan pocos meses para que comience la Presidencia Española del Consejo de la Unión Europea (UE) -la quinta de nuestro país-, conviene reflexionar sobre los grandes capítulos en torno a los que girará el semestre, en buena medida condicionados por un contexto que se inició con la pandemia y ha culminado con la guerra en Ucrania, siempre con el hilo conductor de la crisis económica causada por ambos hechos.

El desafío geoestratégico para la UE que representa la guerra provocada por la invasión rusa no tiene precedentes en suelo europeo. La respuesta comunitaria tampoco: nunca hasta la fecha Bruselas había adoptado sanciones tan duras y extensivas como las aplicadas a Moscú y jamás se había planteado siquiera una ayuda en armamento como la suministrada a Kiev -en términos comunitarios o nacionales-. Probable y desgraciadamente, la guerra continuará cuando se abra la Presidencia Española. De ahí que sea prioritario conseguir que otros elementos determinantes de la posición global de la UE no queden anulados por el conflicto, máxime teniendo en cuenta la falta de sintonía entre la Unión y otros grandes actores del Sur: el éxito de las reuniones previstas durante el semestre al máximo nivel con América Latina y el Mediterráneo es hoy más imprescindible aún, entre otras razones, porque serán muy útiles a la hora de demostrar a nuestros socios de esas regiones que la UE no quiere dejar de ser un poder global relevante por la atracción de su modelo político y social, y su capacidad de comerciar y cooperar en pie de igualdad, y no por perfiles duros propios de potencias clásicas.

«La Presidencia Española tendrá que asumir la negociación de las nuevas normas fiscales y el debate sobre la creación de un fondo de soberanía europeo»

Decía que la crisis económica recorre el trienio que inauguró el Covid. Si la UE la ha afrontado con un éxito inesperado ha sido gracias al nítido cambio de política aplicada respecto a la Gran Recesión. Porque si entonces fue hegemónica la “austeridad por la austeridad” -que ahondó los efectos de la crisis hasta que el BCE liderado por Mario Draghi intervino con decisión-, ahora el retorno al keynesianismo ha garantizado no solo que el barco siguiera a flote, sino que recuperara su velocidad de crucero en condiciones tan difíciles como desconocidas, incluyendo el confinamiento o el corte de suministro energético ruso. Y cuando digo keynesianismo me refiero a la presencia de lo público, incluyendo tanto medidas de política económica como normas regulatorias comunitarias.

La suspensión del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, o las decisiones comunes respecto a la energía son ejemplos de ambos vectores, coincidentes en lo que llamaría la capacidad de planificación democrática de la economía que ha mostrado la UE. La Presidencia Española tendrá que asumir la negociación de las nuevas normas fiscales y el debate sobre la creación de un fondo de soberanía europeo. Algo que España podrá hacer con el aval de haber sido el primer Estado miembro en proponer el Fondo de Recuperación y estar mostrando resultados económicos meritorios.

La UE se caracteriza por ser un mercado único que ha garantizado un sustancial plus de bienestar a la ciudadanía europea y que se desarrolla normativamente cada día. En ese sentido, la actual Comisión ha protagonizado una altísima capacidad de propuesta en directivas y reglamentos, que aprueban generalmente el Parlamento Europeo (PE) y el Consejo de la UE en procedimiento ordinario. Especialmente activa ha sido en la lucha contra el cambio climático, pero no solo. La Presidencia Española será de hecho el último semestre en el que se aprobará nueva legislación comunitaria en términos sustanciales, pues la siguiente -que ejercerá Bélgica- no contará con sesiones del PE más que a su inicio. Así que nuestro país jugará un relevante papel a la hora de promover las tomas de posición del Consejo y negociarlas con la Eurocámara. Y atención: el desafío geoestratégico, la respuesta a la crisis económica y las normativas comunitarias son eslabones de la misma cadena.

Lealtad política e institucional

De ahí en buena medida que el papel de los parlamentarios españoles sea muy importante para contribuir al éxito de nuestra Presidencia del Consejo. Empezando por los eurodiputados, en tanto que miembros de la Cámara ante la que comparecerá en multitud de ocasiones España en aquella función, y que es poder legislativo y autoridad presupuestaria. Los diputados y senadores, porque un alto porcentaje de la legislación española deriva de la comunitaria. Cabe reconocer, por cierto, el intenso trabajo de preparación de la Presidencia que está llevando a cabo la Comisión Mixta Congreso-Senado para la UE.

Una última consideración: de las cuatro presidencias españolas del Consejo de la UE, he vivido activamente dos como eurodiputado (1995 y 2002) y una como embajador en misión especial, en la Secretaría de Estado para la Unión Europea del Ministerio de Asuntos Exteriores. De esa experiencia saqué una idea muy clara de lo positivo que resulta guardar la lealtad política e institucional entre las formaciones europeístas para garantizar el éxito del semestre. Sinceramente, no creo que se ganen o pierdan elecciones por la gestión de una Presidencia del Consejo. Pero en la medida en que la posición del país que la ejerce tenga el plus de refuerzo de sentirse respaldada en casa y en los grandes partidos europeos, las cosas le irán mejor a la Unión y, en este caso, a España.

SOBRE LA FIRMA

Carlos Carnero González (Madrid, 1961) ha sido eurodiputado, miembro de la Convención que redactó la Constitución Europea,  diputado a la Asamblea de Madrid, Embajador en Misión Especial y Director Gerente de la Fundación Alternativas.
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