La riqueza lingüística de la Unión Europea

Somos pueblos diferentes que conformamos una ciudadanía europea y aportamos a la misma toda la riqueza que nos ha legado un pasado más común de lo que parece

“La Unión respetará la riqueza de su diversidad cultural y lingüística y velará por la conservación y el desarrollo del patrimonio cultural europeo”.

Así reza el artículo 3 del Tratado de la Unión Europea.

Sin duda, se trata de un compromiso muy importante porque, a diferencia de lo que habitualmente se cree, la pluralidad lingüística de la UE no es un problema, sino el reflejo directo de la historia en la vida cotidiana de una única ciudadanía europea que se expresa en multitud de idiomas.

Me gusta decir que, a menudo, en la Europa unida lo que aparentemente son defectos, en realidad son virtudes: el de las múltiples lenguas es uno de los mejores ejemplos.

Somos pueblos diferentes que conformamos una ciudadanía europea y aportamos a la misma toda la riqueza que nos ha legado un pasado más común de lo que parece.

Me gusta decir que en la Europa unida lo que aparentemente son defectos, en realidad son virtudes: el de las múltiples lenguas es uno de los mejores ejemplos

Por eso, lo peor que le podría pasar a la construcción europea sería tratar de simplificarla empobreciéndola, privilegiando un idioma sobre -al final sería frente a- los demás.

Aquello de “si todos hablamos inglés nos entenderemos mejor y nos ahorraremos muchos costes en las instituciones comunitarias” es un sinsentido.

Si se hiciera, desconectaríamos a la historia de las instituciones y suprimiríamos los extraordinarios matices que cada una de las lenguas europeas encierra.

¿Cómo se expresaría entonces ese pasado árabe que encierra el castellano en tantas y tantas de sus más bellas palabras?

¿Cómo privarnos de escuchar el griego moderno, heredero tan directo de una civilización universal de la que todos bebemos?

Así que por esa razón afirmamos -con el Parlamento Europeo– que el multilingüismo interpretado y traducido es la lengua europea.

No es una cuestión de gastos o simplificaciones. Es algo mucho más profundo.

Cuando un eurodiputado habla en su lengua y le traducen a todas las demás desde las cabinas del hemiciclo en Estrasburgo vemos a nuestros antepasados expresándose en un océano de palabras similares en contenidos, aunque diferentes en su forma. Y, aún más relevante, facilitamos que los europeos de hoy de mañana se acerquen a la UE, en vez de alejarse.

No es una cuestión de gastos o simplificaciones. Es algo mucho más profundo

El que escribe cree poder expresarse fluidamente en su lengua materna y en algunas más. Pero siempre hizo todo lo posible porque la cabina en castellano nunca faltara cuando tenía que estar, no por cabezonería españolista, sino por europeísmo.

Sobre la base de todo lo dicho creo que hay que entender la propuesta del Gobierno para que las lenguas cooficiales de nuestro país alcancen un nuevo estatuto en la UE.

Y tener siempre presente que es fundamental afrontar estos debates con un objetivo europeísta: que el genius loci de la UE -que lo tiene- se exprese en sus debates y decisiones en las lenguas habladas por su ciudadanía.

SOBRE LA FIRMA 

Carlos Carnero González (Madrid, 1961) ha sido eurodiputado, miembro de la Convención que redactó la Constitución Europea, diputado a la Asamblea de Madrid, Embajador en Misión Especial y Director Gerente de la Fundación Alternativas.

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