Hace unas semanas, el ministro de Transportes, Óscar Puente, sembraba en X dudas sobre la formación académica de la entonces diputada del PP Noelia Núñez, que terminaría dimitiendo por incluir titulaciones de las que no disponía en sus CVs oficiales, como el de la página del Congreso. El señalamiento trajo de vuelta una gran polémica que ya se vivió durante el primer Gobierno de Pedro Sánchez: las dudas sobre los currículums académicos de los representantes políticos. Una cuestión que ya ha estado sobre la mesa en diversas ocasiones, que puntualmente reaparece en el debate público y expone a quienes falsean o exageran su formación.
Ante este escenario, en Demócrata conversamos con la Doctora en Ciencias de la Información y licenciada en Derecho, Loreto Corredoira. Profesora titular en la Universidad Complutense, lidera junto al catedrático de Derecho Constitucional en la misma universidad Rafael Rubio el Proyecto AEI Dir-Politics, centrado en las garantías institucionales y regulatorias.
Corredoira hace hincapié en la diferencia entre los currículos hinchados, cuando no inventados, y las falsificaciones de títulos, «son cosas distintas». Responde también sobre los mecanismos de control existentes en las Cortes a la hora de publicar información sobre sus señorías —»¿Para qué exiges que se declaren los bienes sí te cuelan un montón de bolas?»— y reclama a las instituciones que defiendan el valor y calidad de sus títulos: «Haca falta que el ministerio defienda la propia universidad, la calidad académica y hasta las propias denominaciones».
Pregunta – ¿Estamos ante un problema más ético que estético? Al fin y al cabo, los diputados y senadores solo necesitan ser mayor de edad y españoles, y no se les exige ningún tipo de formación
Respuesta – Hemos visto casos diferentes. Noelia Núñez, Yolanda Díaz o el presidente del Senado, estaban poniendo cosas que no son verdad, y eso es éticamente sancionable. Pero los casos de sus Señorías no son una falsificación, como sí ha ocurrido con el Comisionado para la Dana del Gobierno, que falsificó literalmente la firma de un título emitido por el Rey Juan Carlos. Son cosas distintas.
Para lo primero, desconozco la motivación, no sé si por titulitis o es que quieren tener algún tipo de reconocimiento social antes de acceder al cargo… Pero lo que se diga tiene que ser verdad, no cabe la mentira. Si tienes solo estudios, pues pones estudios. Si pones licenciado es que has hecho licenciatura en el sistema antiguo, o que eres doctor o doctora. Y si no has terminado la carrera y te has quedado a segundo, pues no pasa nada. O no pongas currículum, sé diputado por la provincia de Valencia y ya está.
A mí también me parece grave que desde el Congreso, la segunda institución del Estado, el poder legislativo, se pueda hacer unas declaraciones de ese estilo, que aparezca y se plasme en la página web y que nadie lo revise. Yo he hablado con gente del Congreso y no creen que deban ser ellos los que tiene que estar pendientes de pedir los títulos, pero hombre, si estamos hablando todo el santo día de transparencia, de reedición de cuentas… O quizá tengan que ser los propios partidos.
P – ¿Ve realmente plausible que el Congreso implemente algún mecanismo de control o si es legítimo que lo acrediten ellos?
R – Sí, o por lo menos que establezcan un sistema como creo que han sugerido en la última recomendación del Plan de Transparencia. Un sistema o un modelo de currículum en el que se suban los documentos que sean necesarios, que se estandarice, aunque no te pidan físicamente el título como ocurre en algunas empresas.
Tampoco acabo de entender por qué de repente la universidad que no importaba nada, ahora importa muchísimo y todo el mundo se inventa cosas. Es un tema que me preocupa un poco y tiene que ver con el Ministerio de Universidades y con el Consejo de Rectores. Deberían alzar la voz. Cuando se dice «máster», debe ser un máster oficial. Es cierto que las universidades también pueden ofrecer títulos de experto o de posgrado, pero un posgrado no es un máster. Y es una tomadura de pelo decir que un curso que has hecho de 100 horas online o en la fundación de un partido es un máster universitario. Haca falta que el ministerio defienda la propia universidad, la calidad académica y hasta las propias denominaciones.
P – Mencionaba antes el rol que podrían jugar los partidos políticos a la hora de acreditar la formación de sus parlamentarios…
R – Sí, lo podría hacer alguien del propio partido con una algún tipo de plantilla: «Pues esto esto sí, esto no». Si lo tuviera que hacer yo con gente de mi equipo sabría como hacerlo. Lo que pedimos es que se busque un sistema de control, porque estos escándalo provocan una pérdida de confianza y de prestigio brutal, pero brutal. Y no hace falta que sea nada especialmente complejo, ni una ley. Bastaría con unas buenas prácticas y una fórmula para evitar la chapuza y la trampa.
P – Este anhelo de transparencia por parte del poder legislativo, ¿también lo aplicaría a la declaración de bienes patrimoniales y rentas de los parlamentarios?
R – Eso claramente hay que mejorarlo. Es uno de los indicios de corrupción que nos afea el Consejo de Europa. Es básico que pueda haber un sistema en el que el vigilante no sea el mismo que el vigilado y que hayan sanciones. Porque si no, cuando se descubren los casos que estamos viendo, ya han pasado muchos años y ya ha habido mucho robo de dinero público. ¿Para qué exiges que se declaren los bienes sí te cuelan un montón de bolas?
P – ¿Le consta que desde algún partido estén tomando medidas o vayan a plantear propuestas al respecto?
R – No, yo de momento no lo veo. Lo que pasa, y lo digo con afecto, es que cuando los diputados llegan al cargo, luego ninguno aprueba una ley que vaya en contra de su propio estatus. Ni cambiar la ley electoral, ni empeorar el sistema de remuneraciones, ni nada de nada… Y son cosas que tenemos que mejorar en nuestra democracia, que está flojita.
Creo que hay que animar el cocotero en la crítica, en los medios y en la academia para decir: “Oye, sean ustedes un poquito más serios”. La sensación que tengo a mi alrededor y me transmite la gente es que nos toman el pelo. Obviamente no todo el mundo, pero que hay cosas que no puede ser porque viven con unos sueldos que son seis o siete veces por encima de la medida del español medio. Solo estamos pidiendo que hagan las cosas bien, o medianamente bien, que no es nada del otro mundo.