Como es sabido, la apuesta europea por regular la IA ha planteado muchas dudas, si bien la Unión Europea no modificará su política de que sólo una adecuada regulación garantiza conseguir la confianza de los ciudadanos en esta tecnología y, por ende, su efectiva adopción.
Sin embargo, los datos parecen demostrar que dichas dudas, centradas en el eventual impacto negativo que para la competitividad puede tener la hiperregulación tecnológica, parecen tener fundamento cuando se trata de investigación, desarrollo, adopción, uso e inversión. Y es que, con respecto a estos extremos, Europa está todavía bastante lejos de las dos principales potencias mundiales de IA, como son -en la actualidad- Estados Unidos y China, los cuales aglutinan en sus territorios a más de la mitad de las entidades relevantes en el ecosistema mundial de la IA (lo que incluye consultores, institutos de investigación y entidades gubernamentales).
Debe afrontar todos estos desafíos, empezando por el aumento de inversión y de disponibilidad de las infraestructuras digitales
Por el contrario, según los datos publicados por el AI Watch landscape, Europa sólo acoge al 13,3% de estos “AI players”, aunque exceptuando países como Francia y Alemania, que se encuentran entre los principales países del mundo donde están establecidas un mayor número de entidades relevantes para el sector de la IA.
Adicionalmente, a la vista de los datos publicados por el Think Tank del Parlamento Europeo en su informe relativo a los principales aspectos a tener en cuenta en 2025, el uso de la IA por parte de las empresas europeas también muestra un escaso nivel de adopción. De hecho, se considera que en 2023 tan sólo un 8% de las empresas europeas empleaba tecnologías basadas en IA para gestionar su negocio, muy lejos -aún-del objetivo marcado por la Unión Europea para 2030, cuando se espera que 3 de cada 4 empresas establecidas en Europa usen la nube, inteligencia artificial o el Big Data.
Los países europeos están encontrando serios problemas para formar profesionales; y, cuando lo consiguen, por lo general no disponen de recursos eficaces para evitar su fuga a países como Estados Unidos
Como podemos intuir, las diferencias dentro del territorio europeo son también relevantes, ya que -como es habitual- existen ciertos lugares en los que la aversión a la tecnología es muy superior a otras zonas de Europa. En este sentido, Dinamarca (con un porcentaje de adopción del 15,2%), seguido de Finlandia (con un 15,1%) y Luxemburgo (14,4%), son los tres países con una mayor tasa de adopción de la IA. Por el contrario, Rumanía, Bulgaria, Polonia y Hungría, los que menos, con porcentajes que no superan el 3,7%.
Estos datos, además de reflejar la disparidad interna en cuanto a niveles de desarrollo se refiere, revelan otra circunstancia que también debe preocuparnos, como es el que tiene que ver con el bajo volumen de patentes registradas alrededor de la inteligencia artificial. Esta falta de creatividad plantea, a medio plazo, un elevado riesgo de dependencia extranjera y, derivado de ello, un claro desafío para la soberanía digital europea, tan pregonada desde nuestras más altas instituciones.
La Unión Europea no modificará su política de que sólo una adecuada regulación garantiza conseguir la confianza de los ciudadanos en esta tecnología
Una explicación sobre este fenómeno puede estar en la clara tendencia europea hacia el escepticismo o desconfianza digital en lo que a la IA se refiere. Así lo demuestra el Informe del Índice IA de 2024, que señala que los ciudadanos franceses y belgas, por poner un ejemplo, son mucho más reacios a utilizar productos y servicios basados en IA que los ciudadanos de Indonesia o Tailandia. Una situación que refleja la ralentización en la adopción de esta tecnología por parte de las sociedades europeas.
La duda está en si este aparente rechazo (¿temporal?) puede hacernos menos competitivos en los próximos años o si, por el contrario, es un signo de prudencia que nos permitirá adoptar con mayor impulso estos avances tecnológicos, cuando alcancen un mayor grado de madurez y, por tanto, de seguridad.
Inversión privada
Adicionalmente al dato de percepción social, la inversión del sector privado también es, en conjunto, inferior a la de otros países. En efecto, salvo en el caso de Alemania (con casi 10 mil millones de euros de inversión entre 2013 y 2023) y Francia (con casi ocho mil millones), el resto de países europeos no aparecen en el ranking de los 9 estados del mundo con mayor volumen de inversión privada durante dicha década, claramente liderado por Estados Unidos. La diferencia entre ambos continentes es todavía mayor en lo que a inversión de IA generativa se refiere.

Otra consecuencia a tener en cuenta, derivada de esta situación, es la que tiene que ver con la captación y la retención del talento. Al igual como ya pasó con la ciberseguridad, los países europeos están encontrando serios problemas para formar profesionales; y, cuando lo consiguen, por lo general no disponen de recursos eficaces para evitar su fuga a países como Estados Unidos.
Si la Unión Europea pretende revertir esta tendencia y aspirar a convertirse en un “continente IA” (regulado, eso sí), debe afrontar todos estos desafíos, empezando por el aumento de inversión y de disponibilidad de las infraestructuras digitales (especialmente sus capacidades de supercomputación y las factorías de IA), potenciando a su vez la investigación y la capacitación de ciudadanos y profesionales.
SOBRE LA FIRMA Francisco Pérez Bes es socio en el área de Derecho Digital de Ecix Group y ex Secretario General del Instituto Nacional de Ciberseguridad (INCIBE).